FaroDe caudillo a dictador

RODRIGO CASTILLO DEL CARMEN

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Hugo Chávez ha logrado lo increíble: que empresarios y sindicalistas se pusieran de acuerdo para llevar a cabo una huelga general. Venezuela está en bancarrota, gracias a los delirios revolucionarios de su presidente, y la sociedad entera, sin distinción de clases, ha coincidido en una protesta contra las 49 leyes que podrían abrir el camino hacia la estatalización de la economía al estilo de Cuba. Chávez ha respondido; como buen alumno de Fidel Castro, como el típico dictador, con insultos y amenazas de radicalización del proceso.

Hace tres años, la mayoría de los venezolanos eligieron en las urnas al militar golpista. Tal fenómeno se debía a la frustración de la ciudadanía de un país rico en recursos, pero esquilmado por la corrupción de sus gobernantes, lo que explica el cheque en blanco que se entregaba a un demagogo. Fue un voto desesperado por el desprestigio de los partidos tradicionales, algo de lo que la gran mayoría de votantes hoy está arrepentida.

Venezuela ha entrado en un imparable proceso de descomposición. El caudillismo bolivariano de Hugo Chávez es una mezcla de nacionalismo autocrático, militarista y populista. La retórica revolucionaria y la invocación de causas nobles rápidamente se han derrumbado porque el carisma del líder no se ha traducido en resultados que alivien la miseria social que justificó su impresionante victoria.

El caudillismo de Chávez es una copia más o menos similar de otras experiencias vividas en distintos países latinoamericanos en los últimos veinticinco años. Argentina, Brasil, Ecuador y Perú pasaron por experiencias tan traumáticas como las que experimenta Venezuela.

Hugo Chávez alcanzó el poder por una abrumadora mayoría a pesar de que seis años antes protagonizara un sangriento golpe de Estado que terminó en fracaso. Sin embargo, era tal la frustración y la desesperación de los venezolanos que en diciembre de 1998 lo eligen para que aplique sus retóricas y mesiánicas propuestas. El resultado ha sido desastroso.

Incluso las masas que lo vitorearon en los últimos tres años, no se atrevieron a salir a la calle para defender a un líder que en situación desesperada puede hundir todavía más a la atribulada sociedad venezolana.

Chávez se ha apoderado de las instituciones, ha cambiado la Constitución, ha intentado silenciar a la prensa. Se considera el amo y señor del país. Todo en nombre de un caudillismo impresentable.

Pensaba continuar hacia adelante porque contaba con el apoyo de millones de venezolanos que lo aclamaron cuando el país se entregó a sus visionarias y autocráticas fórmulas. Pero lo han abandonado, y desde su soledad ha entrado en el desvarío de los dictadores. Esta crisis política no sólo afecta a los venezolanos. Un fracaso tan estrepitoso tiene repercusiones en toda la zona y en el mundo.

El fenómeno Chávez surge como consecuencia de continuos fracasos. Pero dejar que este dictadorzuelo, sin ideas, sin programa y sin cabeza mínimamente ordenada, actúe a su sabor y antojo es en extremo negativo para los venezolanos y es un peligro para el continente americano.

Píldora de humor. -¿ Señorita, me permite bailar con usted? -Lo siento, estoy pedida.

-Bueno, esperaré a que se le pase la peste y la sacaré a bailar.

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