PERSISTENCIA
Freud y Jung
En la actualidad pareciera que Jung ha eclipsado la genial figura de Freud. Sobre todo, en el mundo de los escritores. A Freud se le ha arrinconado como a un “maniático sexual” —al decir de Borges—, y su obra ha quedado en marginación de soledad y olvido, en infame alegato de haber sido ya superado.
Es raro el escritor del presente que no haya leído a Jung. También son escasos los escritores e intelectuales, en general, que no sientan delirante y enconado rechazo hacia Freud. A quien, además, se le acusa de obsoleto y de inmoral.
Jung, en cambio, es respetado. Su obra no ofende a nadie. Al evadir, después de romper con su maestro Freud, el “psicoanálisis” —propiamente freudiano, que gira en torno al “edipismo”— y optar por la “psiquiatría”, se gana multitud de adeptos que lo llegan a colocar por encima de Freud.
Y no es cuestión de talento el escoger a uno y rechazar al otro. Es simple cuestión que atañe a un mecanismo de defensa que conduce al humano a no querer ver ciertas verdades que hieren profundamente su narcisismo.
Jung no hiere el narcisismo de nadie. Es prudente, talentoso, serio, y si sus sólidos conocimientos sobre la psiquis humana los obtiene de Freud, cuando se aparta de su maestro emprende una serie de labores laudables y no carentes de cierto interés, sobre todo en lo que se refiere al “mito”, que culmina con el “inconsciente colectivo”.
La diferencia fundamental que separa, según mi criterio, a uno del otro, es la genialidad frente a la inteligencia. Freud es un genio. Jung es un talento. Y su conocimiento encaminado hacia la mente humana lo recibe o hereda de Freud. Recuérdese que era el alumno predilecto por Freud, en quien este tenía puestas todas sus esperanzas.
Pero en el presente ensayo no trato de exponer las divergencias científicas en el campo de la mente en Freud y en Jung. Tan solo establecer la causa del éxito ocasional del talento frente al rechazo del genio.
Acontecer muy normal cuando el genio desvela tabúes que al hombre civilizado atemorizan.
Delineo algunos puntos básicos en los que las ideas que Jung se opone a las de Freud.
En primera instancia está el pensamiento conservador de Jung, que coincide con la filosofía socrática y platónica, culminando con Kant. Jung está acorde con la filosofía tradicional al establecer la creencia en un mundo perdurable, frente a un mundo transitorio. Hay, entonces, en Jung, la no aceptación de la “physis” (naturaleza), sino la fe en “en el otro mundo”, implementado desde Sócrates y enaltecido por el cristianismo.
Freud, en cambio, más científico que religioso, establece su profundo conocimiento de la “physis”, girando su pensamiento en torno a ella, en crítica audaz y profunda a la filosofía tradicional y a la religión. La ciencia psicoanalítica está relacionada con la matemática. Es una matemática aplicada a la mente humana. Como tal. Está más allá de toda ética. Los valores que fundamenta, si bien tocan los sentimientos más profundos del humano, son valores científicos, equiparables a los de la biología y demás ciencias rigurosas. Su postura es insobornable. Existe solo un mundo: el mundo de la naturaleza que rige, inexorable, la mente y el cuerpo del humano. No hace, por lo tanto, ninguna concesión al “otro mundo”. Su crítica a la religión es devastadora en su obra Psicología de las masas. Sin duda, relega a un segundo plano lo que el hombre tradicional del Occidente ha llamado “espiritualidad”.
Lo único científico y objetivo para Jung sería —y es, en verdad, como lo reconoce el profundo y amplio intelecto de Freud— “el inconsciente colectivo”, que no hiere ninguna sensibilidad narcisista ni ataca ninguna creencia religiosa.
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