PUNTO DE ENCUENTRO

Guatemala también es nuestra

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Los nacionalismos exacerbados han estado siempre vinculados con las expresiones políticas más conservadoras y, por supuesto, a las oligarquías nacionales, y Guatemala no es la excepción.

Al nacionalismo se apela cada vez que se quieren defender intereses y privilegios, por eso ahora que las investigaciones penales apuntan a sus negocios y a sus caudillos, el nacionalismo se ha convertido en la herramienta favorita de los grupos política y económicamente poderosos del país.

Detrás de la bandera nacionalista lo que hay es un cúmulo de intereses. Durante años —a la sombra del Estado que desprecian— han crecido sus privilegios y sus fortunas y han proliferado los negocios corruptos. Por eso ahora que se explicitan los mecanismos ilegales e ilegítimos que han utilizado para mantener secuestrado al país, quieren disfrazar de defensa de la soberanía la defensa de sus intereses. Saben bien que apelar al fervor patrio es una táctica eficaz y un ingrediente indispensable en las estrategias de manipulación y control social y a eso le apuestan.

Guatemala es nuestra, vociferan, pero en ese “nosotros” solo se incluyen ellos y nos dejan fuera a todos los demás. Y por supuesto que estamos fuera porque en “su” Guatemala solo hay lugar para ellos. En esa Guatemala que defienden desde siempre, no caben las mayorías, no hay espacio ni para los indígenas y campesinos, ni para los estudiantes y los trabajadores, ni para los pobres y excluidos, y tampoco para los que pensamos distinto. Por eso el proyecto de país que están construyendo desde el 54 y el sistema que defendieron a sangre y fuego durante los años de las dictaduras y la represión, les costó la vida a 250 mil guatemaltecos.

Esa es la “Guatemala” que defienden, la de la exclusión y el racismo, la Guatemala de la impunidad. Esa es “la patria” que no puede desaparecer para que sus privilegios se mantengan inalterables. Cantan el himno mientras mantienen la corrupción como modelo y sistema de negocios e incluso se atreven a retorcer los textos de Augusto Monterroso y Luis de Lión para justificar la impunidad. De eso están hechos estos “patriotas” guatemaltecos.

Pero el nacionalismo no siempre les es útil, lo invocan sólo cuando les conviene. En el 54 fueron parte de la operación de la CIA que derrocó al gobierno democráticamente electo de Jacobo Arbenz y no solo no se lamentan, sino que lo reivindican. Hoy, su nacionalismo desaparece cuando defienden la globalización y los tratados de libre comercio, cuando abogan por la instalación de empresas trasnacionales de la que son socios locales o cuando los extranjeros que viven en Guatemala defienden el estatus quo. Y brilla con todo su esplendor para atacar convenios y tratados internacionales en materia de derechos humanos, a los extranjeros que acompañan la lucha por la memoria, la verdad y la justicia, o a los que apoyan y trabajan en contra de la impunidad. Es una agenda nacionalista a conveniencia.

¿Pero saben qué? Guatemala también es nuestra y por eso la defendemos. Es una Guatemala distinta, una que está en construcción: plural, incluyente, diversa y participativa. La de la primavera democrática, la de quienes queremos desterrar la impunidad del pasado y del presente. Una donde los poderes fácticos y las mafias dejen de tener el control y donde la exclusión, la pobreza y la desigualdad no sean la regla. Un país donde dejen de esconderse tras los símbolos y el falso fervor patrio, la corrupción y la impunidad para preservar sus privilegios y su sistema.

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