PERSISTENCIA

Homero: cultura antropocéntrica

Margarita Carrera

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La más notable característica del heleno homérico, arcaico y aristocrático, radica en que su cultura (=poesía, leyenda, mito, costumbres, leyes) gira alrededor del hombre (=“anthropos”). De ahí el término de “antropocéntrica”.

Por primera vez en la historia de la humanidad, el hombre se constituye en el centro fundamental de la cultura. A él apuntan los valores supremos, todos los ideales.

Más que en los dioses, en el hombre radican todas las esperanzas y están encaminadas todas las cosas. Si a partir de Sócrates y Platón la cultura occidental era “teocéntrica” (de “theos”=dios), el mito homérico, que nutre toda sabiduría y arte heleno, se destacará por el predominio del hombre como centro del ser desde el punto de vista filosófico.

Los mismos dioses, aunque cumplen un papel importantísimo (tal como lo notamos en la épica, lírica y drama), vendrían a representar las fuerzas que rigen no solo la naturaleza o “physis”, sino aquellas que gobiernan el alma (=“psyche”). De ahí su comportamiento pasional, imagen mítica del mundo instintivo del humano.

“Más allá del bien y del mal”, los dioses se identifican con las fuerzas tanto constructivas como destructivas que rigen el Universo, dentro del cual está inmerso el humano, víctima, en muchos casos, de los antojos y caprichos divinos. Antojos y caprichos que develan su lado instintivo que lo gobierna.

Por ello, el héroe homérico no es culpable de sus errores. Los dioses (=instintos) infunden en su corazón el amor (=“Eros”) y el odio, muerte o destrucción (=“Thanatos”).

Ante todo, el héroe homérico se ve, por esta razón, libre del “sentimiento de culpa”. En última instancia, es el “destino” (=“Moira”) el que lo rige y son los dioses quienes aguzan sus pasiones (=“phatos”).

Así, tomando un sencillo ejemplo de la épica homérica, es Afrodita la diosa que otorga “el amor y el deseo con los cuales rinde a todos los inmortales y a los mortales hombres”. (Homero. Iliada. “Rapsodia XIV. Engaño de Zeus”).

Ni Paris ni Helena son culpables de haber caído en la pasión amorosa por la cual se desató la guerra contra Troya. Ambos fueron víctimas de la diosa Afrodita, que sembró la semilla del amor y del deseo en sus corazones.

Se podrían citar múltiples ejemplos en los que se comprueba cómo los dioses griegos representan el lado instintivo del humano. Por ello me atrevo a afirmar que, en absoluto, son independientes del hombre. Su lado mítico o religioso se conjuga con su oculto mundo instintivo.

De esta forma, los dioses no están fuera del hombre sino dentro del hombre. Acatar sus deseos es acatar los propios deseos instintivos del animal hombre.

Nunca antes estos espíritus o divinidades de la naturaleza (a los cuales se les llama dioses) habían atendido a representación humana. Los griegos son los primeros en darles esta representación. Al ser hechos a imagen y del humano, son “antropomorfos”, lo cual confirma, una vez más, la importancia que el hombre (=“anthropos”) tiene para el heleno.

Tan pronto estos seres adquieren forma humana, los griegos intentan ganar su benevolencia de la misma manera que están acostumbrados a hacerlo con aquellos seres que ostentan el poder. Solicitan su clemencia y les ofrendan constantes sacrificios para conseguir sus favores y protección.

Lo que fundamentalmente diferencia a los dioses de los humanos es que los primeros son inmortales, mientras los segundos, mortales.

Otro dato notable de los dioses “antropoides” o “antropomorfos” es que no son ni espíritus puros ni seres intachables.

margaritacarrera1@gmail.com

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