SIN FRONTERAS

Invitados al concierto humano

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“Bendito sea el mundial con que soñamos”, inicia exaltado el narrador, en un comercial publicitario de la televisión, de hace unos cuantos años. El anuncio, argentino, por un minuto, te hace querer vestir la camiseta gaucha. Te eleva a la pasión que tenemos todos, de trascender con lo que se tiene; en este caso, el fútbol. Es humana la naturaleza de mostrarse ante los demás; de querer ser, de estar, y en este caso, de llegar al evento global, la fiesta del mundo. El llamado privilegiado, a donde ingresan —aplaudidos— los países que lo hicieron bien.

Pero este llamado no llega para nosotros en Guatemala. Penoso, dada nuestra pasión. Confieso que del Mundial soy total aficionado. Lo he sido desde niño, cuando en familia gozábamos del caldo de culturas, que se anima alrededor de una pelota. Primero, seguidor desde la casa; pero luego me convertí ya en hincha. Fui de los que acampó con los amigos afuera del estadio para lograr el buen lugar de la tribuna. Nos tocó entrar entre empujones. Gritamos, nos pintamos, y —rociada— recibimos nuestra dosis de esos líquidos humanos, que solían llover sobre las gradas del estadio. Donde grité cada uno de los goles del Pescado; gradas que a lágrimas mojé por cada eliminación sufrida. Como la del 84, ante Canadá, donde un penal fallado nos negó el pase a la siguiente ronda. Gozamos tanto a Costa Rica; sufrimos tanto a Costa Rica. Hicimos ondear la azul y blanco. Fuimos fanes. Somos fanes que llevamos un ansia hecha perenne por gozar de esa fiesta en nombre propio; en primera persona.

El fútbol está en boca de todos, y vale hacerle mención. Si no por la alegría que contagian sus colores, pues entonces por lo menos porque es —según el legendario Jorge Valdano— lo más importante, entre las cosas menos importantes. Jocoso lo que dice, pero parece tan real en este momento. Como verdadero también es que hay muchas —demasiadas— otras fiestas mundiales a las que los guatemaltecos no logramos un deseado pase de invitación. Una invitación, por ejemplo, para salir de las naciones humilladas en el Informe Sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este reporte que mide la expectativa de tener una larga y saludable vida, en la que se pueda adquirir conocimientos, gozando de un nivel de vida digno. Y que en la actualidad nos sitúa en el sótano continental, tan solo un tanto arriba de Honduras, a nivel centroamericano.

La fiesta mundial que se celebra en Rusia es momento de reflexión para buscar encaminarnos hacia un país que sea mencionado por mejores razones que las que nos retratan en la actualidad. Con los ojos sobre nuestras tragedias, cuando alguien desde Europa hace una rápida búsqueda de “Guatemala” en Google, aparece un listado de noticias que nos perfilan como un lugar de desastres naturales escandalosos, que impactan tanto a los pobres; por nuestra corrupción mezquina; la violencia, y por los chorros de marginados que peregrinan hacia el Norte. Si así nos perciben, a menudo pienso sobre la golpeada autoestima del guatemalteco. Del cómo esquiva conocer sus propias realidades, mientras vive en un país de constante pena.

Estoy cansado de que a Guatemala no se le gire invitación a las mejores fiestas mundiales. Me fatigan las excusas de las élites, que prolongan lo inexcusable. Quisiera un país más justo, menos mezquino, menos desigual. Y quisiera un día gritar un gol guatemalteco en un mundial. Para sentirnos parte del concierto humano. Y poder decir, como el anuncio argentino, que bendito es este momento que nos regala el fútbol, que nos hace querer cambiar nuestro destino, y sentir frente al mundo lo glorioso de pertenecer.

@pepsol

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