LA BUENA NOTICIA

Jesús y los demonios

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Los evangelios que llevan los nombres de Mateo, Marcos y Lucas se conocen como “evangelios sinópticos”.  Se les dio ese nombre por una peculiaridad literaria que les caracteriza.  Si se dispone el texto de esos evangelios en columnas adyacentes de modo que cada evangelio ocupe una columna, se pueden alinear cada uno con los otros dos para hacer coincidir relatos comunes desde el principio hasta el final.  De este modo se pueden leer los tres evangelios de un solo golpe de vista; de allí el nombre de sinópticos.

Este rasgo literario es indicio de que han seguido una secuencia narrativa común. Actualmente se sostiene que el texto de Marcos ofreció el esquema narrativo a Mateo y Lucas. Estos dos, a su vez, tuvieron acceso a otras fuentes, en particular a una de enseñanzas de Jesús, que Marcos no conoció, y que ellos utilizaron con cierta libertad en la redacción de sus propios evangelios y así se explica la existencia de textos comunes a Mateo y Lucas.

Pero además existen algunas peculiaridades de contenido. En estos tres evangelistas abundan escenas en las que Jesús expulsa demonios de gente que ha sido poseída por ellos de modo que uno puede llegar a pensar que esa es la misión de Jesús. El evangelista san Juan, en cambio, no narra ni un solo episodio de exorcismo y el apóstol Pablo en sus cartas no describe jamás su misión como la de expulsar demonios, sino la de liberar al hombre del pecado y de la Ley. En estos autores, Satanás perpetra otras fechorías más sutiles. En los evangelios sinópticos, también abundan los relatos en los que Jesús cura enfermos, limpia leprosos, devuelve la vista a ciegos o simplemente se afirma que multitud de enfermos acudían a él, y él los sanaba. Da la impresión de que la misión de Jesús era curar enfermos milagrosamente. El evangelista Juan también narra algunos milagros de curación, pero prefiere presentar a Jesús como el testigo de la verdad que trata de convencer a sus oyentes para que crean en él como Hijo de Dios. San Pablo, en sus cartas, nunca describe su misión como la de curar enfermos o expulsar demonios, sino la de anunciar el Evangelio para que los oyentes crean en él y por la fe obtengan el perdón de sus pecados y la salvación de la muerte.

En la historia de la Iglesia, aunque siempre se han practicado los exorcismos, este ha sido un ejercicio marginal siempre. Y aunque los cristianos han sido pioneros en el cuidado de enfermos, sobre todo anónimos y desconocidos, no han entendido su misión como la de curarlos milagrosamente, aunque tampoco faltan testimonios frecuentes de curación milagrosa de enfermos de todo tipo. Este estado de cosas obliga necesariamente a plantearse la pregunta: ¿por qué los sinópticos recurrieron a los relatos de curación de enfermos y de expulsión de demonios para describir la obra de Jesús?

Seguramente porque Jesús así lo hizo. Pero también porque esos relatos expresan unas convicciones fundamentales acerca de la condición humana. El ser humano no es intrínsecamente malo, sino que el mal que padece y que hace le viene de fuera; se debe al demonio que lo tienta y lo posee. Pero si el demonio es expulsado y vencido, el hombre puede ser liberado del mal y recuperar la dignidad, la libertad, el gobierno de sí mismo. Jesús siempre puede recuperar su condición original buena. Tampoco ha sido hecho el hombre para sufrir, enfermarse y padecer la muerte, sino que ha sido creado para la integridad y la vida plena; ha sido creado para la resurrección. A eso ha venido Jesús, a devolver al hombre la libertad frente al mal y la integridad frente a la muerte. Y en eso, los sinópticos están de acuerdo con Pablo y con Juan.

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