CON NOMBRE PROPIO

La crisis del servicio médico

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El clímax de lo perverso del servicio civil tejido por nuestra indolencia lo encontramos en el servicio médico. Médicos y cirujanos, especialistas y subespecialistas habiendo estudiado 14 o más años tienen sueldos marginales si laboran en hospitales nacionales, y esto repercute en otras dimensiones en hospitales privados.

Hospitalones de la zona 10 tienen a médicos con sueldos de 5, 7 u 8 mil quetzales, por más de ocho horas de servicio, con turnos de 24 horas cada cierto lapso y con teléfono disponible todo el mes, para cualquier emergencia. Esta plata es “facturada”, para evadir responsabilidades laborales, y luego se quejan los mismos hospitalones del Seguro Social.

El desastre del servicio civil del sector público se traduce también al servicio médico privado, y esto es lo grosero porque vamos mercantilizando la salud en todas sus aristas. Sabemos, por supuesto, que con el negocio de las medicinas la corrupción echa raíces en todo el planeta, pero por otra parte la relación médico paciente se desnaturaliza en todas partes.

Los sueldos en el servicio público de salud deben mejorar, pero también debe darse un viraje de 180 grados. Este gobierno lo único que hizo fue abortar los pequeños pasos dados durante su misma gestión. Los médicos protestan por sus condiciones actuales con toda razón, pero aunque los sueldos mejoren, si no es el sistema de salud pública el transformado poco podrá conseguirse porque estaríamos replicando, con mejores condiciones salariales, un sistema agotado.

Por otra parte, en lo privado existe otra grosera crisis y los médicos no tienen ni chance de protesta; por ejemplo, veamos el tema de los seguros, el Código de Comercio dice: “Por el contrato de seguro, el asegurador se obliga a resarcir un daño o a pagar una suma de dinero al realizarse la eventualidad prevista en el contrato, y el asegurado tomador de seguro se obliga a pagar la prima correspondiente”. Ahora las más grandes compañías de seguros son también prestatarias de los servicios médicos primarios, y si bien esto pudo haberse traducido en una mejora en atención a sus clientes, la despersonalización es un hecho y muchos médicos entran a un sistema de contratación donde no se privilegia el vínculo médico-paciente. El contrato de seguro ya es otra cosa de lo que dice la ley y así el “cliente” tiene un código para pasar de especialista en especialista para alguna solución.

La práctica de la medicina es de las profesiones más humanas y abnegadas, así que hurgando en la biblioteca familiar encontré Practicando el arte, perfeccionando la ciencia – Reflexiones de un cardiólogo sobre el arte de sanar, de Bernard Lown, cuya traducción fue hecha por el cardiólogo guatemalteco Carlos Vassaux. Un párrafo dice: “El paciente espera que el médico tenga conocimiento de los últimos avances científicos. Sin embargo, si ese fuese el único requisito para la atención correcta del paciente, el doctor sería más un técnico indiferente que un profesional compasivo. El proceso de curación exige mucho más que ciencia; requiere la movilización de expectativas positivas y la estimulación de la fe en los cuidados del médico. El paciente implora una atención integral que sea, en gran parte, con palabras. El hablar es terapéutico. Este es uno de los instrumentos menos valorados del armamento del médico. La experiencia médica proporciona ejemplos constantes del poder curativo que tienen las palabras y una atención solícita y esmerada”.

No se necesita ser el más grande de los galenos para saber que un sistema de salud debe prevenir, pero cuando hay enfermedad debe curarse y el trato humano es fundamental. A eso debemos apuntarle tanto en lo público como en lo privado, y por eso la dignificación de la profesión médica es imperativa.

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