MIRADOR
La estrategia del voto radical
Parece ser que estrategas nacionales e internacionales que apoyaron en el pasado al Palacio de la Loba siguen activos. Los hechos de las dos últimas semanas son producto de un plan diseñado para generar espacios de “comodidad” a perseguidos por la justicia —o que la sienten cerca— y promover mensajes electorales subliminales. La urgencia por descuajeringar la Cicig, con énfasis especial en que el presidente está constitucionalmente facultado para no obedecer órdenes ilegales —pero él decide cuáles son—, es la chapucera ejecución discursiva de una planificación estratégica con fines perversos y electoreros.
La prisa por resolver puede sustentarse en varios pilares: detención del general Padilla, casos pendientes sobre cuentas bancarias en que se depositaron donaciones al FCN y el anuncio de la llegada de Baldizón, cacareada generosamente en campos pagados ¿Fue para pedirle perdón al pueblo? ¡Venga ya! ¿Se arrepintió mientras estuvo encerrado en Miami? ¡Anda ya! Entonces, ¿para qué lo hizo? Sencillamente para recordarle a otros mafiosos —que entendieron el mensaje— que quería llegar a un lugar lo más “limpio, pulcro y soleado”, judicialmente hablando, y que despejaran el terreno. Los estrategas “internacionales y de la CIA —o de la SIE—” activaron planes que fueron penosamente ejecutados por cabezas pensantes del “viernes del moralazo”, algunos con rango ministerial. Como era de esperar, el resultado de esos mamarrachos “brillantes” —algunos discípulos de Arzú— fue tosco porque son aprendices de albañil que se creen arquitectos por estar en la misma obra.
Coincidente con esos planes y la información que controla Baldizón sobre colegas suyos, hay todo un esfuerzo importante con vistas al próximo proceso electoral. En torno a la declaración de no grato del 2017, se concentró un grupo de personas que querían expulsar a la Cicig. Más tarde, cuando el exalcalde Arzú la confronta, se cesa al jefe de la SAT y se nombra nuevo ministro de gobernación —entre otros hechos— el grupo fue creciendo en torno a ideas diferentes, pero agrupadas bajo un concepto general: el ardor nacionalista. Quienes idearon tal cosa vieron que podrían incluir en ese mismo paquete a ciertos conservadores, de ahí la manifestación provida —realmente antiaborto porque la mayoría de aquellos apoyan la pena de muerte— y a favor de la familia. Lo que pretenden es promover un par de partidos y/o candidatos radicales en las elecciones 2019 cuyo mensaje fuerza se sustente en el nacionalismo conservador: el guatemaltequismo. Ser presentará como patriotas y defensores contra la injerencia extranjera, guardianes de valores familiares tradicionales y abonarán la idea —plasmada por radicales evangélicos en un proyecto de ley— de que las personas no heterosexuales son anormales y “representan una amenaza al equilibrio moral de nuestra sociedad y por ende un peligro para la paz y la convivencia armónica…”. El fascismo, el autoritarismo y la toma radical del poder estarán presentes en el escenario electoral y aspiraremos a ser la Francia de Le Pen, la Italia de Mussolini o más modernamente la Venezuela de Maduro o la Nicaragua de Ortega.
Conocidos ilustres e ilustrados critican cómo se compran votos en el interior —indígena y campesino— con camisetas o gorras, sin darse cuenta que a ellos los compra un tuit, un post en Facebook o la frase de un tirano que le activa el corazón —o el hígado— mientras le adormece la razón. Y es que no hay que irse muy lejos para comprobar que seguimos pensando poco, leyendo menos y siendo serviles a las ideas de otros porque nos cuesta generar crítica y racionalmente las propias.
¡Bienvenidos a finales del XIX y listos, en este realismo mágico chapín, para la nueva Independencia!