REGISTRO AKÁSICO
La maldad no está en la belleza de las flores
El gozo del virtuoso consiste en observar a la naturaleza con sus múltiples manifestaciones sin generar el ánimo de participar en la degradación humana. En contra, el depravado promueve las adicciones con gran dedicación para producir la substancia estupefaciente o excitante que aniquila la conciencia para satisfacer su codicia.
La baja potencia del tabaco y el café, convierten en dificultosos a los estados de excitación producidos por sus componentes. Se necesita la síntesis química para obtener productos con efectos notables. Similar situación rodea la producción de opiáceos. En este caso, se supone un gran esfuerzo para obtener un producto con efectos narcóticos. La amapola, su savia y la semilla no producen ningún efecto considerable, sin transformación química. El esplendor de la flor en macetas, arriates y campos, es reconocido. Escúchese el viejo pasodoble de José Padilla, y se repetirá el estribillo: amapola, lindísima amapola… Más reciente, la canción del dominicano Juan Luis Guerra, con similares vuelos líricos. La semilla se degusta en pasteles y panadería, pues imprime un sabor seco que anula el fuerte del azúcar. Aquel que consuma de manera directa la savia de la flor solo consigue vómitos e indigestión.
Así que para producir opio se necesita de campesinos pobres convencidos para sembrar y ordeñar los brotes. Cuando la Policía destruye los campos, los sembradores se esconden con sus bolsitas de plástico donde atesoran la savia seca. Cuando aumentan el área y el volumen de producción, atacan con armas a los que destruyen los campos como en México. Los narcos han de producir primero la goma cocinando el exudado del rayado de los cálices para deshidratarla y obtener la piedra de opio. Cuando la transportan pueden morir emboscados por la Policía, como en Irán; mientras en nuestro país, les “tumban” el producto.
Ha de componerse con tabaco y cafeína para fumarse, o continuar con procedimientos de refinado con aceites y solventes para producir acetato de heroína. Estos laboratorios son raramente allanados y el producto fácilmente alcanza el mercado. La falta de interferencia se justifica aduciendo que se busca información de la red de comercialización.
El mayor consumidor es Irán, luego EE. UU. y le sigue Europa. Personalidades apocadas o disminuidas por el sufrimiento constituyen la mayoría de consumidores. Muchos se convierten en vendedores conforme aumenta la adicción. Las oficinas locales de los países consumidores como la DEA, no impiden el narcomenudeo y se concentran en el blanqueo de capitales. Una personalidad deprimida con adicción es sinónimo de muerte. El mayor productor es Afganistán, con el obvio destino de minar a la potencia chiita iraní y a las antiguas repúblicas soviéticas asiáticas, así como la federación rusa. La venta tiene altas tasas de crecimiento en EE. UU. asociándose al fentanilo, sintético, de similares efectos narcóticos.
Los estrategas occidentales se concentran en la escala más baja de producción sin ninguna atención para los consumidores. Se olvidan que los narcotraficantes siempre encontrarán campesinos pobres dispuestos a mejorar sus ingresos, lo que impedirá la supresión de la amapola. Los más pobres son un blanco fácil. Las balaceras ocurren durante el refinamiento, en medio de corridos y cadenas de grueso oro. Después se permite el negocio en los países ricos, donde a los nuevos millonarios que no tienen afinados los mecanismos bancarios para esconder las ganancias, se les molesta para que las compartan.
Como decía Marx, el capital nace chorreando sangre y lodo por todos los poros…