TIERRA NUESTRA
La ruta política de nuestro pueblo
Guatemala vive la peor crisis de su historia. Admitirlo para pactar todos por un cambio inmediato y radical es imprescindible. Nuestro sistema político se convirtió en el más corrupto y disfuncional de toda América Latina. El modelo económico sigue basado en la exportación de productos agropecuarios y dependiente de un factor externo volátil como son las remesas familiares. Nuestra cultura se ha ido degradando severamente, la mayoría de la población rechaza la educación sistemática; tanto el sistema educativo público como el privado son la mayoría de veces incompetentes, entre la vulgarización y la cultura del espectáculo perdimos nuestras raíces y renunciamos a los objetivos sociales fundamentales. Nuestro país se atomizó, se fragmentó, perdió la bitácora y navega hoy entre la incertidumbre y un miedo colectivo que se expande.
Este es el momento urgente para la propuesta. Necesitamos dos elementos fundamentales: un nuevo liderazgo político, valiente, experimentado y comprometido y un proyecto político nacional basado en una verdadera agenda de Estado. Respecto a lo primero, me consta que hay considerables intentos de organización social que aun siendo incipientes, proyectan un potencial político extraordinario. Muchos colectivos se están articulando y buscan generar propuestas y mayores niveles de participación. He tenido contacto con estos grupos diversos, tanto urbanos como rurales. En toda ocasión les he expresado que es impensable que un sólo partido político -menos aún si se inserta dentro de la tradicional partidocracia corrupta- pueda rescatar a nuestro país de esta vorágine en la que nos han sumido decenas de gobiernos irresponsables y corruptos. A partir del año 2020 Guatemala deberá iniciar una nueva era en su historia, gobernada por un movimiento social de unidad nacional, en donde se integren todas las expresiones genuinas, democráticas y comprometidas con un mejor país. Y más aún, no será un gobierno tradicional, será un gobierno de transición porque deberá fundir las bases de una nueva institucionalidad de Estado, deberá de articular una contundente política pública para erradicar la pobreza en el país, deberá de construir una infraestructura impresionante y tendrá además el compromiso de apuntalar con decisión todas las inversiones sanas, externas e internas, comprometidas con el crecimiento económico, la justicia fiscal y los derechos laborales de nuestro pueblo trabajador. El desafío es inmenso pero tenemos los recursos humanos, naturales y morales para hacerlo. Y lo lograremos, no lo dudo.
Pero esto nos exige esfuerzos inmensos. Implica saber ceder y negociar. El sector empresarial más poderoso de Guatemala, debe aceptar con integridad que sus políticas sectoriales a partir de su tradicional influencia en los puestos de dirección gubernativa durante décadas, les generaron un crecimiento sin precedentes, pero que quedó vigente una aberrante deuda social que hoy nos presenta como el país socialmente más atrasado de América Latina. El abandono de las políticas sociales produjo pobreza, conflictividad y violencia. Ningún capital puede operar en condiciones así. Es acá en donde los empresarios emergentes y medianos deben poner mucha atención, porque su poder económico y por tanto político, debe estar orientado a obtener utilidades, pero generando condiciones justas para un pueblo que al final, es quien les trabaja y les consume su producción. Si nos unimos y orientamos en esa forma nuestros esfuerzos, volverá a resurgir la esperanza en una mejor Guatemala, más justa y próspera. Una Guatemala para todos.
manuelvillacorta@yahoo.com