EDITORIAL

La vieja política no tiene viabilidad

La desfachatez de la clase política expone su peor faceta cada vez que la justicia arremete en un nuevo caso de corrupción, como ocurre ahora con el destape de un proceso fraudulento en la aprobación de un proyecto de transporte público conocido como Transurbano y cuyo mayor responsable es el expresidente Álvaro Colom, capturado el pasado martes, aunque subyace la figura señalada por muchos como el poder tras el trono.

Se trata de Sandra Torres, quien durante el gobierno de la Unidad Nacional de la Esperanza fungió como presidenta de facto, como también ocurre en estos días con un protagonista edilicio, y fue vox pópuli que era quien llevaba las riendas del poder y hostigaba a cuanto ministro se resistiera a cumplir sus férreas instrucciones.

Esto no solo alimentó constantes rumores, sino también motivó renuncias en el Gabinete y hasta de la misma Embajada de Estados Unidos llegó a conocerse un memorando interno que la calificaba muy acertadamente como alguien de “personalidad abrasiva”.

A raíz de este nuevo escándalo se conocieron dos tuits que ratifican lo que de manera profusa se afirmaba sobre ese gobierno bicéfalo. Uno fue del exsecretario de Comunicación Social de la Presidencia Ronaldo Robles, quien a las pocas horas de que iniciaran las capturas señaló: “La mayoría de los hoy capturados por caso #Transurbano firmó porque era un proyecto de Gobierno, que coordinaba la Primera Dama. La mayoría, ni enterados si hubo o no negociaciones espurias ni creo q todos salpicados de dinero- cosa que ahora se investigará. ¡Sí a la justicia!”.

Esta afirmación no solo evidencia la injerencia de la exesposa del presidente Colom en asuntos que de ninguna manera eran de su competencia y sobre los cuales debió mantenerse al margen, como en muchos otros temas. Pero no lo hizo y ahora parece obvio que habría ejercido todo su poder para llevar hasta sus últimas consecuencias la aprobación de ese acuerdo gubernativo cargado de irregularidades, con la idea de no poder ser acusada, porque siempre argumentó que no era funcionaria del Gobierno.

Para acrecentar la polémica, antenoche la excandidata presidencial de la UNE borró un tuit que había escrito en 2015, el cual decía: “Debemos modernizar el transporte. Por eso impulsé el Transurbano”, con lo cual justifica la crítica de quienes comentaban su intempestivo y poco elegante estilo, así como su falta total de respeto por el trabajo de altos funcionarios, todo lo cual fue posible también por el carácter claramente pusilánime de quien entonces era su esposo.

En el fondo, esto no es más que una nueva faceta de un retrato harto conocido por los guatemaltecos, donde un grupo de funcionarios oportunistas actuaban de manera autómata en determinadas circunstancias, lo cual no los exime de los cargos que hoy enfrentan.

Se acumulan argumentos para desterrar la vieja política de cualquier posibilidad de reforma del actual sistema, porque también crecen las evidencias del perverso proceder de muchos de quienes han sido protagonistas de un modelo que tampoco tiene viabilidad, salvo la de acrecentar el abuso y el irrespeto a los más elementales principios democráticos.

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