CATALEJO

Las muchas causas del fracaso democrático

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Al analizar la realidad política nacional a partir de 1984, cuando se realizaron las primeras elecciones libres, de resultados no amañados, es fácil notar la debilidad del experimento, cada vez en más endebles condiciones, hasta llegar al momento actual. El país se encuentra en la antesala del establecimiento silencioso de una dictadura, cuyas características claras son la lucha por el regreso a tiempos históricos supuestamente superados, y a derribar los pocos avances logrados en esos 34 años. La democracia, como sistema, es difícil de entender para quienes se desinteresan por conocer sus ideas básicas y cómo funcionan. Ello es una de las razones para desinteresarse en participar, al comprobar los abusos de quienes la pervierten para gobernar.

La democracia fracasa cuando no hay unión entre su concepto y el de la responsabilidad y la ética, porque esta busca el beneficio colectivo, lo cual no significa eliminar el derecho individual, sino todo lo contrario. Por eso quienes viven en democracia verdadera deben comprender la importancia de las acciones individuales, así como el grave riesgo de sobrevalorar el individualismo o el colectivismo. Hacer esto llega a ser una utopía, por tanto irrealizable. En este campo resultan muy serios los efectos del simplismo académico, sobre todo en las universidades y especialmente en aquellas convertidas en activistas panfleteras aprovechadas del poco interés y la superficialidad de unas generaciones en general molestas por la manifestación de la democracia estilo guatemalteco.

Esta forma de gobierno también falla cuando no se entiende la diferencia entre lo correcto políticamente contra lo correcto religiosamente. El objetivo de la política es la obtención del poder para lograr el beneficio general según determinados criterios, muchas veces contradictorios y por ello causantes de diferencias entre los seres humanos. La separación iglesia-estado es fundamental, y tratar de reunirlos sería un atraso imposible de superar, por no tomar en cuenta la historia, al desconocerla y por tanto repetirla. La religión confía en milagros, mientras la política es mundana. Por ello la multiplicación de grupos religiosos activistas afecta la democracia, especialmente cuando se cae en el error de considerar designios divinos las mundanas decisiones, acciones y realidades políticas o, peor, politiqueras.

Entre los enemigos de la democracia están la escasa educación en general, el analfabetismo funcional de las élites de cualquier clase del país, de lo cual se deriva la ignorancia del valor de las críticas de cualquier clase —académicas, periodísticas— incapacidad de comprender el mal causado por los mensajes anónimos de las redes sociales de cualquier tipo, especialistas en la superficialidad y muchas veces en la mentira de sus mensajes. La mayoría de ciudadanos, por aparte, ejercen la vieja práctica guatemalteca de la descalificación a los otros ante sí y por sí, mientras por otra parte existe un miedo, una cobardía de manifestar sus propios criterios de forma abierta y de frente, lo cual hace algunos años reflejaba la secuela de la guerra interna y ahora reina entre las malas costumbres de toda la sociedad.

Estos son los factores internos, por decirlo de algún modo. Pero entre los externos se encuentra el abuso de los politiqueros, la falta de partidos políticos, no de hordas ignaras revoloteando alrededor de un líder con el objeto de enriquecerse, como lo comprueba la condena de Roxana Baldetti y de la larga fila de quienes pagarán sus desmanes. No se pueden dejar de mencionar las diferencias culturales de los grupos étnicos, con sus características propias. Y finalmente, la imposibilidad de aplicar en el marco multicultural guatemalteco las reglas de otras sociedades y culturas. Suena como algo imposible porque lo es, y porque los guatemaltecos en el fondo de su alma desean la llegada de alguien todopoderoso con una varita mágica, y no con un sembrador de árboles de frutos sanos pero de larga espera.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.