SIN FRONTERAS

Las pascuas que liberan

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“Felices pascuas”, decía más la gente antes, refiriéndose a la fiesta de la Navidad. Curioso y confuso, porque el tiempo pascual —conocemos— se celebra en los días que siguen a la resurrección de Cristo. Después, pues, de la Semana Santa. Intrigado por el saludo, busqué en la red, y encontré explicaciones interesantes. Se resumen en que la pascua se refiere a un salto hacia la liberación. Libre, celebró el antiguo pueblo judío, de la esclavitud egipcia. Y libre, el pueblo cristiano, con el vencimiento sobre la muerte del Hijo del Hombre. Uno de los autores que leí, que firma solo como “Padre Ricardo”, ilustra que esta pascua se comienza a vivir desde la Navidad, porque sin su nacimiento, el salto victorioso de Jesús sobre la muerte no habría sido posible. No hay inmolación, si no hay vida previa. En esta fecha, pues, inicia el júbilo por un brinco triunfal sobre la muerte. Sobre lo malo y lo obsoleto. Un salto que con sed se espera en nuestra injusta y desigual sociedad.

Hoy, el día, es cuando bullen las emociones. Bulle la algarabía, y bulle la alegría. Pero bullendo también gravita la añoranza y melancolía. Y mientras hervimos en emoción, la señora Navidad continúa y arrolla, sin espera. Y cruel, la vemos, que es con los dolientes. Implacable e inclemente, puntual toca la puerta de toda habitación. Llegada la noche, el temblor de la pirotecnia presume la alegría de mucha gente. Pero hoy ansía fuerte, quien sufre por una vida que no le fue amable. Le teme a este día, por recordar la sonrisa de un momento pasado; a alguien muy querido, o una escena que se fue. El tiempo es de fiesta, y empuja a ser feliz. Feliz con plata, entre abrazos y sonrisas. Pero no todo humano está contento en estos valles del suspiro. Cruel la vemos, señora Navidad, si no recuerda a los dolientes. Cruel la vemos, si para ellos no hay más cariño y más calor.

A veces, como ahora, quisiera ver personas un tanto más tiernas. Para acercarnos con aquellos que la pasan con dolor. No sabemos cómo hacerlo, o por lo menos, es lo que mostramos. Palurdos en el trato y en persona un poco toscos. Hace falta mucha ternura en este lugar. Nos decimos solidarios, y creemos ser amables. Pero en este territorio la tragedia que exubera, inmuniza los sentidos. El sendero del desafortunado se tiene por perdido, y fiestas como hoy pierden así el sentido. Los templos se llenarán con los fieles de los cultos, y la antigua Misa de Gallo. “Que el Niño Dios nazca en su corazón”, se anticipa escuchar con insistencia. ¿De cuál Dios será que se habla en esta tierra cachureca? Hay un Dios del amor que no permitiría tanta miseria en un lugar.

Fieles y creyentes, nos corresponde demandar congruencia en este majestuoso día pascual. Cautos con la superficialidad y los dobleces de la forma, se cobra más conciencia ante la realidad de un país que promueve el cristianismo indolente. Insensibles e inconscientes, es en fechas como hoy que quienes profesamos el anuncio del ángel a los pastores: “No temáis, pues traigo buenas nuevas. Os ha nacido un Salvador en la ciudad de David”, estamos llamados a dar el salto pascual, del que habla el Padre Ricardo, que nos libere de este estado.

“Ha nacido un Salvador”, anunció el ángel a los pastores. En un barrio de la capital, algún extorsionado; en una montaña del altiplano, algún necesitado; en un desierto de Arizona, algún deshidratado, le hacen a usted, ferviente fiel de Dios, esta pregunta: ¿Salvador de qué? Hoy, en la Nochebuena, y mañana, en la Navidad, urgidos estamos de encontrar respuestas que sustenten nuestra fe.

@pepsol

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