PERSISTENCIA
Leyes y contra-leyes en la “physis”
Los estados afectivos se hallan incorporados a la vida anímica como residuos de sucesos traumáticos. La naturaleza —en griego “physis”— está regida por leyes inexorables. El hombre, que es parte de la naturaleza, también está regido por leyes. Antes de Freud, las únicas leyes que se conocían en el humano eran las biológicas. El mundo de la “physis” y su gobierno en el nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte en el hombre se limitaba al campo biológico.
Con el descubrimiento del inconsciente —objeto preciso de la ciencia psicoanalítica— se ensancha al campo de la “physis”. Esta comprenderá, en el humano, no solo lo biológico, sino lo “psíquico”. Así, la naturaleza humana o “physis” humana se llega a conocer mejor al descubrir que en ella rigen no solo leyes biológicas, sino leyes psíquicas. También se revelan las íntimas interrelaciones entre unas y otras leyes, a tal punto que, al parecer, no se puede hablar de una ley biológica humana que no esté conectada con una ley psíquica.
El único camino de la libertad para el hombre estará en conocer las leyes que lo rigen biológica y psíquicamente. Pero este camino no es abstracto, sino muy concreto: el individuo mismo. Este individuo llamado, por ejemplo, Juan.
Así, Juan ha de estudiar a qué leyes está sometido biológicamente. Sabrá de su nacimiento, de su evolución que pasa de la infancia a la juventud, a la madurez, a la vejez y a la muerte. Juan no puede cambiar estas leyes. No puede alterar el proceso biológico inexorable de su “physis” biológica.
Antes de Freud, Juan solo podía conocer estas leyes. También solo le era dable conocer el proceso de las enfermedades biológicas.
La última forma de combatir esas enfermedades es conociéndolas y descubriendo sus leyes. Solo así pueden surgir o nacer las “contra-leyes” —terapia y medicamentos—, que no son sino otras leyes que se enfrentan a las leyes mórbidas.
De aquí deduzco la siguiente fórmula: la enfermedad es un proceso que sigue determinadas leyes. Solo conociendo la enfermedad y descubriendo sus leyes, pueden nacer las contra-leyes, otras leyes que se enfrentan a las leyes mórbidas.
Está fórmula era aplicada únicamente a las enfermedades biológicas —o aparentemente biológicas— antes de Freud. Juan, entonces, podía salvarse de la difteria tomando ciertos medicamentos y guardando cierta dieta —del griego “diata”, forma de vida, régimen de vida—.
Con el descubrimiento del inconsciente como objeto de una ciencia específica, realizado por Freud, surge el conocimiento de las leyes que rigen la conducta y la manera de ser de Juan. Estas leyes no son tan visibles como las leyes biológicas, pero no por eso dejan de ser concretas y exactas. Juan podrá llegar a conocer, por ejemplo, que su timidez o impotencia —concreta, real— que lo hacen infeliz —por ser enfermedades— tienen su origen en el determinado ámbito en que se desarrolla su infancia. Ámbito que abarca la “espiteria”. Para ser feliz —o lo que es lo mismo, para poder curarse—, ha de conocer el origen de su enfermedad.
En el proceso de su curación, Juan conocerá las leyes psíquicas que lo gobiernan de manera inexorable. Su salvación estará en que descubra las “contra-leyes” que le liberen de la timidez o impotencia. En otras palabras, se conocerá a sí mismo. Sabrá qué lo hace infeliz —enfermo— o feliz —sano—. Las contra-leyes le harán evitar, por ejemplo, un ambiente que lo haga retroceder, emocionalmente, a su precaria infancia. También estar prevenido o preparado a fin de no caer nuevamente en la timidez o impotencia, al verse atrapado en un mórbido ambiente, parecido al de sus primeros años.
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