Llegó Navidad

VÍCTOR  M.  RUANO P.

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Con este subsidio que combina metodología participativa, contenido evangélico y espíritu misionero, queremos llegar a la Navidad, misterio de nuestra salvación, con un corazón nuevo y una inmensa alegría; queremos abrirnos a la experiencia de un verdadero discipulado misionero cuya intencionalidad sea la construcción del sentido de la vida, de una Iglesia misionera y de una nueva sociedad.

En efecto, hasta que uno no experimente la proximidad del Dios liberador y la verdadera alegría de Navidad, esta no existe, aunque haya derroche de adornos y luces, ensordecedores sonidos de cohetillos y algarabía desenfrenada; aunque haya asfixiante publicidad y desbordado consumismo. La Navidad no es eso, ni la nieve, ni la chimenea, ni el arbolito, ni el tal Santa Claus, propios de países nórdicos e invernales.

La Navidad es el calor del amor que vuelve al corazón de las personas y al seno del hogar, es la generosidad del compartir con el pobre y excluido, es la solidaridad efectiva con el hermano que se traduce en compasión y en lucha por su liberación, es la esperanza y la audacia de seguir adelante construyendo un futuro diferente. Es celebración de la familia, donde compartimos sueños y construimos realidades nuevas, que son signos del Reino.

Ante todo, la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesucristo, acontecimiento que inaugura “la plenitud de los tiempos” en nuestra historia. Acontece la Encarnación del Verbo, es decir que Dios se hace humano, se humaniza para que el ser humano se divinice y experimente la trascendencia, meta última de su destino y realización plena.

La Encarnación del Verbo en la historia de la humanidad, al mismo tiempo que asume nuestra fragilidad y pobreza, nos comunica el mensaje de esperanza más grande y maravilloso del amor de Dios, pues nos hace un llamado intenso a vivir en libertad y dignamente. En Jesús de Nazaret, Dios se hace hermano y amigo de cada hombre y mujer; Dios comparte el sufrimiento y esperanza de la humanidad; rompe las cadenas del odio y abre caminos a la paz y a la justicia.

Es Jesús, la Buena Noticia para todos, preferencialmente para los pobres, y es el liberador de toda forma de explotación, pecado y esclavitud. En medio del sordo clamor de millones de hombres y mujeres que piden la liberación; en el contexto de muchedumbres que desde los cinco continentes buscan paz y justicia y reclaman los derechos fundamentales de su dignidad humana; en el marco de sociedades en las que se escucha el grito de millones de hermanos que mueren de hambre o están sujetos toda la vida a la ignorancia y dependencia, la Navidad se hace canto de esperanza y fuerza de liberación.

Bajo esta concepción, la Navidad no quedará atrapada entre las reglas del consumismo y del mercado, sino que abrirá un horizonte nuevo a las aspiraciones más auténticas que yacen en el corazón de toda persona de buena voluntad y son la base para la construcción de una nueva sociedad.

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