SI ME PERMITE

Lo positivo de nuestros hijos

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“Hijo es un ser que Dios prestó para hacer un curso intensivo para amar a alguien más que a nosotros mismos y de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y para nosotros, aprender a tener coraje. Sí ¡Eso es ser padres!” José Saramago.

No hay ninguna duda que cuando los que tenemos hijos y pensamos en ellos podemos tener sentimientos, criterios y conceptos extremadamente opuestos, dependiendo el estado de ánimo que estamos viviendo o las circunstancias por las que estemos atravesando.

Cuando se ha vivido un momento agradable y gratificante es común oír que los hijos son lo mejor que hemos tenido en la vida y con ese momento estimulante olvidamos el sin fin de quejas que hemos expresado por esas mismas criaturas porque por ellas en ese momento estamos embriagados de felicidad.

La verdad es que todo está construido sobre elementos de relación los cuales son de doble vía, así como podemos expresarnos sobre nuestros hijos, ellos también se expresan de nosotros: por momentos nos tienen en la gloria y a los pocos minutos, por alguna razón, ni siquiera saben por qué deberían convivir con nosotros.

Nos tenemos que adecuar a que en el proceso de la vida hay deberes que se deben cumplir tanto de padres a hijos como en el sentido inverso. Cuando éstos deberes se cumplen tienen su medida de gratificación, aunque al principio no se entendieron y no se valoraron.

Entendemos que los padres son iniciadores y deben dar a sus hijos todo lo que para ellos es necesidad, ya sea que los hijos lo comprendan o no. Cuando se cumple con esta parte, este acto será simplemente una siembra que correctamente hecha dará su fruto a su tiempo. Y en el dado tiempo esto se invierte y los hijos iniciarán a dar a sus padres, no solo porque lo aprendieron de ellos sino porque les hace bien velar por ellos, no como una carga sino como un deber que nace de la gratitud.

Lo anteriormente expresado tiene el ingrediente fundamental de balance y equilibrio para que deje un sabor agradable a medida que el tiempo transcurre. Esta realidad es algo que pasa de una generación a otra, pero en el caso que uno no lo haya tenido, es bueno que sea iniciador para que las relaciones antes de repetirse sean mejoradas.

Cuando uno acepta que uno termina viviendo sobre los recuerdos que construye y que uno termina siendo producto de esos recuerdos, con más razón tiene que estar alerta del presente para que la gratificación no sea una casualidad sino producto de lo que se ha hecho.

Para muchos de nosotros, la estructura a la que pertenecemos se nutre de lo que damos y lo que recibimos y aún se basa en las cosas más rutinarias que experimentamos a diario. Por ello más que cuidar lo que damos, es necesario cuidar el cómo lo damos y qué comunicamos al darlo, antes de ser un deber cumplido mucho mejor que sea un amor cultivado.

Entendiendo que la relación de padres e hijos que nosotros tenemos al igual que todos los que nos rodean, es la base de la sociedad de hoy y en especial fundamento de la sociedad del mañana. Por lo mismo, revisemos el ingrediente de responsabilidad que nos toca, ya sea del lado en el que estemos, para que más que un deber cumplido tengamos una gratificación ganada.

Antes de ver y buscar en instituciones y estructuras que nos pueden asistir y ayudar para mejorar, lo mejor es sentarse como padres e hijos para cultivar una convivencia ejemplar que favorezca ambas partes, con o sin asistencia externa.

samuel.berberian@gmail.com

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