PUNTO DE ENCUENTRO
Métele un gol al machismo
Empiezo por confesar que me encanta el futbol. Tengo un equipo de mis amores —y no es de la Liga Española— y a nivel local le voy a la Usac, aunque si por nombres fuera, seguiría al Sacachispas.
Sigo la prensa deportiva, en especial los programas de análisis radial, y procuro estar al día con las tablas de resultados. Durante el programa En Perspectiva, que conduje en Emisoras Unidas, tuve el gusto de compartir con el equipo de deportes de la emisora, que hacía una cápsula diaria sobre la actualidad deportiva nacional e internacional y ahí aprendí bastante sobre este deporte que encanta a millones.
Ahora quien me ilustra es mi hijo, quien además de fanático del futbol, es una enciclopedia viviente en lo que respecta a jugadores, clubes, tácticas, reglas y ganadores de torneos. Así que este mes de mundial me ha venido muy bien a nivel personal y familiar, aunque ningún equipo latinoamericano se vaya a coronar “campeón del mundo”.
Sin embargo, y muy lamentablemente, hay un alto nivel de violencia en la cultura futbolera que se expresa de diferentes formas y en distintos niveles. La más obvia es la generada por las barras bravas de los equipos, que se enfrentan en las calles y en los estadios como si fueran campos de batalla. Incluso, las federaciones nacionales han tenido que implementar espacios diferenciados para tratar de disminuir los incidentes violentos, sin mucho éxito por cierto.
Pero no solamente son los hinchas furibundos los que destruyen todo a su paso. Un estudio a nivel centroamericano realizado por la Fundación Justicia y Género (FJ&G) de Costa Rica demuestra cómo la violencia es una constante antes, durante y después de un partido de futbol. Este diagnóstico incluyó la realización de entrevistas con dirigentes y periodistas deportivos, futbolistas y aficionados/as y permitió la recopilación y sistematización de información sobre las agresiones que cometen los hombres contra las mujeres, contra otros hombres e incluso contra sí mismos.
Una de las conclusiones más importantes es que no importa si se gana o se pierde, la manera en que los hombres expresan su alegría, su enojo o su tristeza por el desempeño de su equipo es a través de la violencia. De acuerdo con los datos, el nivel de consumo de alcohol durante las jornadas futbolísticas aumenta un 40% y las llamadas a los números de emergencia un 30%. También se generan mayor número de accidentes de tránsito, peleas en el ambiente laboral, en los espacios públicos donde se transmiten los partidos y, por supuesto, en las casas donde muchos niñas y niños son agredidos.
En el lenguaje también se expresa esa violencia. La feminización del contrario es una constante, no solamente en los gritos y los cantos de los hinchas en los estadios, sino en los comentarios de los locutores durante las transmisiones en los medios. La misoginia y la homofobia están presentes y se reflejan en expresiones tan desafortunadas como “parecen mujercitas”, “mejor vayan a jugar muñecas” o “jueguen como hombres, no sean maricas”. El acoso sexual es otra manifestación de esa violencia. En los estadios las aficionadas lo sufren, e incluso, varias reporteras han sido acosadas frente a las cámaras de televisión mientras realizaban la cobertura del mundial —www.elmundo.es—.
Por todo esto me resulta muy importante compartir estos resultados y apoyar la campaña “Métele un gol al machismo”, un esfuerzo que la FJ&G está impulsando en los países centroamericanos para cambiar los patrones machistas y erradicarlos de la cultura, generando nuevas masculinidades. Más información en la página: www.masculinidad.org