ALEPH

Mi Puerto Rico querido

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Cada vez se borran más las fronteras, cada vez somos más de todas partes. Cada vez, lo humano se redescubre humano. Me unen a Puerto Rico su gente, su música y la poesía. Por ello, en medio de nuestras propias vergüenzas y escándalos de corrupción, he seguido su drama de cerca. Y es que no habían terminado de reponerse de los daños provocados por el huracán Irma, cuando el huracán María, con vientos de 150 millas por hora, les devastó.

Miles quedaron sin agua y sin luz, las casas y calles inundadas, los árboles caídos, los techos de las casas volando por los aires, las carreteras intransitables. A partir del sábado 23 de septiembre, filas de gente buscando agua, comida, gasolina, hielo. El 3 de octubre, el gobierno local anunció que dos semanas más tarde, un 10 por ciento de la población tendría luz de nuevo. No se cumplió. Lo poco que se tuvo de luz, fue principalmente a fuerza de generadores eléctricos. Los insumos llegan, pero muuuy lentamente; los productos frescos son limitados y el sistema de distribución es muy burocrático; todo lo tienen que aprobar.

Toda una contradicción si escuchamos con atención los escándalos de corrupción que llegan como un nuevo huracán a la isla. El gobernador de la Florida acusó al de Puerto Rico de no aceptar ayuda gratuita de sus ingenieros para reparar el sistema de electricidad (Nueva York también lo había ofrecido), y en su lugar autorizó un contrato de US$300 millones dado por la Autoridad de Energía Eléctrica de la isla a Whitefish, una compañía privada que apenas lleva dos años de operar en Estados Unidos (ver el artículo del Washington Post al respecto). El mismo gobernador lo acaba de tener que desautorizar, porque el FBI encontró una serie de irregularidades en el contrato que procederá a investigar. Corrupción a costa de dejar sin luz a la gente, de tener a los hospitales sin electricidad. Al día 42 post huracán, solo un 30% del país tiene energía eléctrica.

Hay agua en el área metropolitana, urbana; en el interior de la isla, el agua potable sigue siendo un recurso inexistente. Más de 900 cuerpos han sido cremados desde el paso del huracán y las autoridades no saben decir cuántos realmente a causa de la crisis post María (dijeron oficialmente que eran 36). El gobierno de Trump no ha hecho mucho; parecería que quiere provocar un exilio masivo en la isla que ha vivido permanentemente entre la tensión del sueño independentista y su total dependencia económica de Estados Unidos. La presencia militar está básicamente para proteger la gasolina, el diesel y todo lo que entra por los puertos. El agua embotellada es escasa y, quienes tienen acceso a ella, se levantan muy temprano para conseguirla. Ya no se atreven a tomar el agua que sale del grifo, como antes; ahora sólo la usan para lavar y limpiar. La falta de drenajes, los cuerpos de animales muertos y los lugares que permanecen anegados, parecen ser motivos suficientes.

Mucha gente se ha ido de la isla; dicen que pronto la cifra llegará a 100 mil personas. En Nueva York ya se habla de la segunda gran oleada de inmigrantes puertorriqueños y 78 mil puertorriqueños se han ido a la Florida; las familias y los amigos están viviendo nuevos desarraigos. ¿Se cumple lo del exilio masivo? ¿Por qué los más ricos no se están yendo? ¿Puerto Rico, una isla “resort”? La alcaldesa, Carmen Yulín Cruz, quien ha tenido serias discrepancias con Trump, cree que esto es una “acción concertada”: “Así que nos dejan sin agua, sin comida, sin medicinas, sin desarrollo económico que es de lo que se trata la generación de energía, lo que están haciendo es de facto un esfuerzo para vaciar a Puerto Rico. ¿Con qué propósito?” El ¿para qué? es una pregunta que bien podemos formularnos desde cualquier país del mundo que enfrenta su destino. ¿Para qué?

cescobarsarti@gmail.com

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