Nancy, Karla y Topacio
Oscal Pérez, de 17 y 14 años respectivamente, estudiantes del Instituto Normal para señoritas Centroamérica (Inca), fueron baleadas brutalmente por cobardes asesinos, a pocos metros del instituto. Karla Daniela falleció a pocas horas del deleznable hecho, mientras que Nancy Paola, después de 23 días de dolorosa agonía falleció en el Hospital General San Juan de Dios, el 25 de abril.
Pocas horas después de este repudiable crimen, el presidente Otto Pérez Molina irresponsablemente declaró que existía relación entre las adolescentes y supuestos integrantes de la mara 18, y que la mayor (Karla Daniela), se habría quedado con dinero producto de extorsiones. Por su parte el ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, prefirió no confirmar lo declarado por el mandatario (PL, 05/04/14).
Con este tipo de declaraciones el gobernante no hace más que legitimar en los imaginarios sociales ese prejuicio que las personas son asesinadas porque “estaban metidas en algo”. De esa forma, se naturalizan las muertes violentas que se perpetran con total impunidad, especialmente contra adolescentes, jóvenes y mujeres. Así el feminicidio no cesa y la impunidad se robustece.
Otra muerte violenta que poca cobertura tuvo en los medios de comunicación masiva, fue la de Marilyn Topacio Reynoso Pacheco, una joven de 16 años, quien junto a su padre sufrió un ataque armado la noche del 13 de abril, ella recibió dos disparos en el cráneo, falleció al siguiente día y su padre está en coma. Topacio y su padre luchaban contra la megaminería en Santa Rosa y Jalapa. Desde mayo de 2013, el pueblo de Mataquescuintla, su tierra natal, logró declarar su territorio libre de la minería química de metales, pero desde entonces ha sido hostigado.
La uTopis, como le llamaban con cariño, era activista de derechos humanos, tenía un gran compromiso con la defensa de la vida, el territorio y los bienes naturales. Fue una estudiante destacada, anhelaba estudiar la carrera de medicina, desarrolló un enorme talento artístico, era poeta y música, tocaba siete instrumentos musicales, cantaba música protesta. Pero en este clima de total inseguridad, cobardes criminales le segaron la vida.
Estos feminicidios tienen algo en común, los criminales dispararon a sus víctimas con la intención de asesinarlas, tal si se trataran de ejecuciones extrajudiciales.
Marilyn Topacio, las hermanas Karla Daniela y Nancy Paola, al igual que muchas más que han sido asesinadas violentamente, merecían una vida digna, pero el Estado guatemalteco incumplió con su obligación de garantizarles protección, libertad y una vida sin violencia.