ALEPH

No estamos derrotados

|

En un primer momento, abrazo el dolor inenarrable de quienes lo perdieron todo. Quienes perdieron a sus familiares, a sus vecinos, su perro, su casa, su comunidad, su lugar en el mundo. Inclino mi cabeza ante lo que no puede describirse pero se siente. Debajo de lo que ahora será un cementerio, quedan cientos de historias que sólo seguirán contándose en las vidas de quienes les sobrevivieron.

En un segundo momento, lo que se siente es gratitud. Cada rescatista, cada bombero, cada policía o soldado, cada hombre y mujer que han puesto, incluso la vida por otros, hablan de una sociedad herida, pero no rota. Cada aporte de la comunidad nacional e internacional, cada brazo puesto en cargar víveres, trasladar personas afectadas o cadáveres, en abrazar el miedo, la tristeza, el cansancio y la incertidumbre de tanta gente, forma parte de esa red de apoyos que alimentan la esperanza. Esta solidaridad y altruismo se agradecen por todas sus esquinas, aunque son insuficientes. La respuesta del Estado sigue sin estar y sin llegar a tiempo a lo que puede preverse (desde Conred en adelante). Estos invaluables apoyos siguen siendo paliativos que nos restriegan en el rostro problemas de fondo como la pobreza, la marginación, la improvisación, la corrupción y la falta de políticas sociales.

Por eso, también se pone en palabras la indignación. En una Guatemala acéfala, el presidente, en lugar de alentar inmediatamente a la población a no sentirse derrotada, sale tardíamente con un discurso indefendible: “Me da vergüenza volver a decirlo, pero (…) la Ley de Presupuesto no contempla que el Estado pueda gastar un centavo en emergencias”. Los discursos nos describen. Las palabras que debían levantar la moral, no solo fueron falsas y expresaron desconocimiento, sino que iban en sentido contrario. Existe un protocolo que permite acceder rápidamente a los fondos que se necesiten para atender una emergencia (artículo 101 de la Ley de Presupuesto). No hay mejor momento para conocer a un ser humano, que las crisis.

Luego de la ratificación del estado de Calamidad de parte del Legislativo, el Ministro de Finanzas Públicas le corrigió la plana y señaló que el Gobierno contará con Q315 millones para enfrentar la situación. Son más de 40 millones de dólares a los cuales habrá que ponerle el ojo y controles muy rígidos, para que no pasen a la zona gris de la corrupción, sin atender lo importante. Toca levantar territorios enteros. Y mientras todo esto sucedía, en el Congreso se ventilaba la posibilidad de pasar leyes como la del financiamiento electoral ilícito, siempre tratando de salvar el propio pellejo. Cierta clase política no se cansa de abusar.

Guatemala es vulnerable por tantas razones, que no terminamos de salir de una crisis para entrar en otra. La vulnerabilidad debida a nuestra localización geográfica se une a nuestra vulnerabilidad por razones humanas, económicas y políticas. Somos territorio de huracanes, terremotos y erupciones volcánicas. Somos territorio de exclusión, pobreza y migración para millones de seres humanos. Somos la tierra donde se casan (hasta que la muerte las separa) las élites corruptas. Siempre estamos en estado de alerta, sin resolver los problemas de fondo.

No podemos evitar que los eventos telúricos, volcánicos o climáticos nos toquen. Pero sí podemos forjar un nuevo sistema político; podemos invertir más en cuidar que en matar, más en cuerpos de rescate e instancias como Conred, que en el ejército; podemos contar con protocolos y mecanismos que permitan prevenir y anticipar las tragedias; podemos desear instituciones sólidas que ejecuten políticas sociales que busquen la inclusión y el acceso en igualdad a las oportunidades para erradicar la pobreza; podemos dejar el odio atrás y trabajar juntos por la Guatemala del 2025 que queremos. Necesitamos menos caridad y más pago de impuestos. Tenemos una nueva oportunidad frente a nosotros, y no estamos derrotados. Seguimos de pie, como aquellos árboles de Casona.

ESCRITO POR: