LIBERAL SIN NEO
No hay otra varita mágica
Circula una narrativa compartida por algunos tanques de pensamiento, oenegés y, al parecer, el Departamento de Estado de EE. UU. Premisa uno: la corrupción es uno de los principales culpables de la migración de guatemaltecos hacia el norte. Premisa dos: la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) combate la corrupción. Conclusión: la Cicig es la solución para acabar con la migración de guatemaltecos a EE. UU.
Las remesas representan, por mucho, la actividad económica más dinámica en Guatemala, creciendo cerca del 14% anual durante los pasados tres años. El país recibió la formidable cantidad de US$8.2 mil millones en remesas en el 2017, más del doble del valor de la suma de los cuatro principales productos de exportación: textiles —US$1.3 mil millones—, azúcar —US$825 millones—, banano —US$783 millones— y café —US$748 millones—. Es más, el monto de las remesas en el 2017 supera la suma del valor de las 22 principales exportaciones del país. Una publicación de la OIM (2016) estimó que 1.7 millones de guatemaltecos reciben remesas directamente de manera regular y 6.2 millones de personas se benefician de ellas.
Los incentivos para migrar a EE. UU. son muy fuertes y en el horizonte no se ven propuestas y políticas que vayan a cambiar eso. El motivo fundamental de la migración es de naturaleza económica, un fenómeno complejo que va más allá de decir dinero. Tiene que ver con esperanza, visualizar una ruta que pueda conducir a una vida mejor. En Guatemala ingresan anualmente a la fuerza laboral entre 160 y 180 mil personas; hombres y mujeres con deseo y necesidad de trabajar. La economía del país crea anualmente unos 40 mil puestos de trabajo formal. Esto significa un déficit de más de 100 mil empleos anuales, fenómeno que se acumula año con año. El motivo de esto no es un misterio, es la baja e insuficiente inversión para crear puestos de trabajo o demanda para trabajadores, que tiene varias causales.
La inversión requiere de un componente previo que es el plan de alguna o varias personas para producir, que descansa sobre la predicción del futuro. La principal causa de los bajos niveles de inversión, en mi opinión, es la incertidumbre; la poca capacidad de predecir el futuro. Propulsores importantes de la incertidumbre son la falta de certeza jurídica, la inestabilidad en las reglas, la inestabilidad política, la inseguridad física y la conflictividad social. A esto se agrega la falta de infraestructura, el marcado deterioro de la existente y los altos costos de seguridad. La corrupción es un elemento de peso, pues entre otras cosas, contribuye a la falta de certeza jurídica e inestabilidad en las reglas, pero no es, ni por asomo, la principal causa de la poca inversión.
Puede decirse que el aumento en la inversión y la producción y por ello, del crecimiento de la economía, no resuelve todos los problemas. Igual de importante es la observación que sin ellos, son pocos los problemas que se pueden resolver. La conflictividad social es en gran parte producto de la falta de oportunidad y empleo, que es precisamente la ausencia de esperanza. La violencia y las maras son fenómenos que se ven multiplicados por la falta de oportunidad. El mejor programa social es un buen empleo y es necesario insistir que esto depende de la inversión. La única manera de aumentar la demanda de trabajadores y los salarios, es por la vía del capital invertido por trabajador. No hay otra varita mágica. La Cicig podrá hacer muchas cosas, pero ninguna de ellas va a conseguir que aumente la inversión en Guatemala y menos aún, que disminuya la migración.
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