CATALEJO
Nobel de la Paz latinoamericanos
EL OTORGAMIENTO DEL Premio Nobel de la Paz al presidente colombiano Juan Manuel Santos me hizo buscar datos acerca de los personajes latinoamericanos premiados por Noruega. Son ellos, en 1936, Carlos Saavedra Lamas, canciller argentino, por su mediación para terminar el conflicto entre Paraguay y Bolivia. En 1980, Adolfo Pérez Esquivel, de Argentina, por su lucha contra la junta militar de esa época. En 1982, Alfonso García Robles, de México, por su lucha por el desarme mundial; en 1987, Óscar Arias, de Costa Rica, “por haber logrado en Guatemala el plan de paz de Esquipulas”; en 1992, Rigoberta Menchú, por su papel en la reconciliación etnocultural. A Santos se le otorgó por sus esfuerzos para lograr la paz en Colombia.
EL PREMIO NOBEL de la Paz es un reconocimiento político y por ello tiene carga ideológica indudable y no necesariamente del mismo criterio. La decisión de quienes lo otorgan no ha estado ajena a críticas y a señalamientos de sufrir de cierta ingenuidad y a veces de apresuramiento. En realidad, creo yo, actúan así porque son noruegos… En pocos casos ha habido un acuerdo internacional generalizado, como el de la Madre Teresa, 1979. Al ideologizarse el concepto de paz, encajaron Martin Luther King Jr., 1964; Henry Kissinger y Le Duc Tho, 1973; Lech Walesa, 1983; el Dalai Lama, 1989; Nelson Mandela y Frederick de Klerck, 1993; Yasser Arafat, Shimon Peres y Yitzak Rabin, 1994; Jimmy Carter, 2002, y Barack Obama, en el 2009.
DE ESTOS PREMIOS NOBEL entregados a latinoamericanos, los casos del argentino Saavedra Lamas y del mexicano García Robles encajan en el concepto tradicional de buscadores de la paz. Pérez Esquivel y Menchú pueden ser motivo de discusión, incluso de controversia, justificada o no. Los tres han luchado a su manera para lograr metas positivas, pero en su escogencia fue factor fundamental el enfrentamiento contra la dictadura argentina, y el hecho de ser 1992 el año del quinto centenario del descubrimiento de América y con ello del inicio de la resistencia indígena al violento ingreso europeo, especialmente español, convertida tras la independencia en una actividad en contra del status quo de muchos países en este continente.
EL CASO ARIAS ES PECULIAR. Se premió el logro de los acuerdos de paz de Esquipulas, como si fuera el único en haberlos forjado. La realidad de hace 30 años tiene facetas distintas, porque Vinicio Cerezo realizó la mayor tarea, quien no fue escogido porque presidía un país mal visto internacionalmente. El premio fue, en realidad, a Costa Rica, y por ello puede ser calificado de inmerecido a Arias. En el caso de Santos, el galardón fue otorgado por los esfuerzos por la paz, no por el triunfo de un plan cuyas características y peculiaridades también son y serán objeto de análisis. Sin embargo, se convirtió en un espaldarazo en el camino correcto, es decir, impedir la reanudación de la guerra como efecto secundario del triunfo del No.
SIGUE LO INCREÍBLE. Se me había quedado en el tintero el factor más increíble del debate del domingo entre Donald Trump y Hillary Clinton, cuando amenazó con meterla a la cárcel si él gana. Es el colmo. Se justifican las numerosas voces de alto nivel en el Partido Republicano en contra de la candidatura y el retiro del apoyo, algo sin precedentes en la historia política mundial. La andanada de críticas demuestran pesadumbre y preocupación, sobre todo porque ya es muy tarde para desbancarlo de manera institucional de la lucha, y por eso la suerte parece ya estar echada: una victoria es lógicamente imposible, porque los factores del temor y de la escogencia entre el menos malo tendrán una vehemencia nunca vista antes.