EDITORIAL

Nueva amenaza de militares golpistas

El mundo no terminaba de asimilar el brutal ataque terrorista en Niza, Francia, cuando un nuevo evento estremecía los cimientos de la democracia occidental, con un cruento intento de golpe en Turquía, encabezado por un grupo de militares que buscaban derrocar al presidente Recep Tayyip Erdogan, quien se encontraba de vacaciones.

El acontecimiento adquiere relevancia porque esa ha sido una práctica propia de países africanos, asiáticos y, sobre todo, latinoamericanos, aunque también es una modalidad que cada vez es menos frecuente, debido al fortalecimiento de las instituciones, de los medios de comunicación y de la valentía de muchos ciudadanos.

El mundo se ha volcado a favor del gobierno de Turquía y en condenas unánimes en contra de quienes pretendían burlar la voluntad expresada en las urnas, con el derrocamiento de un régimen que enfrenta varios problemas internos, serias diferencias religiosas y a grupos de poder que incluso hace casi dos décadas habían participado en otro golpe de Estado.

Pero el mundo ha cambiado y hay por lo menos tres factores que pueden citarse en el desbaratamiento de esa esa intentona militarista. El primero es que sin duda el presidente Erdogan, pese a afrontar cierta impopularidad, todavía tiene un fuerte apoyo en grandes sectores de Turquía. Pero quizá, el más importante es el gesto valeroso de la población, que se volcó a las calles en repudio de la rebelión y en defensa de la institucionalidad.

Algo que también merece destacarse es el papel que jugó la tecnología en contrarrestar la asonada. Una de las primeras acciones que tomó el presidente Erdogan fue usar su teléfono celular y en una video llamada convocó a la población a salir a las calles a defender la democracia.

Un llamado que rápidamente fue replicado en las redes sociales y su difusión masiva logró también neutralizar una de las medidas típicas de todo movimiento golpista que consiste en que los cabecillas rápidamente se apoderan de los medios de comunicación para lanzar sus proclamas, pero que en esta ocasión no les ayudaron a consolidar el levantamiento.

También fue crucial la integridad de muchos funcionarios y colaboradores cercanos al presidente turco, quienes con su postura de férrea defensa a los valores de la democracia desmotivaron que muchos otros militares y civiles inconformes se unieran a la rebelión.

No ocurrió así y hoy las secuelas de esa asonada apenas empiezan. Cerca de tres mil funcionarios, entre jueces y fiscales, han sido suspendidos de sus labores, entre ellos un juez de la Corte Constitucional, la más alta instancia legal de Turquía, pero también se lamenta la muerte de muchos civiles

Asimismo han sido arrestados miles de militares, entre ellos algunos de alto rango, lo que augura además una profunda purga en las filas castrenses y en muchas otras instituciones.

El mundo no ha dudado en reconocer el restablecimiento de la democracia en Turquía y así como le da un espaldarazo a Erdogan, también demanda que no se vaya a desatar una ola de represión ni se caiga en tentaciones totalitarias.

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