EDITORIAL
Nuevo tropezón de la diplomacia
Lo que parece ser un error de procedimiento de las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores se ha convertido en un nuevo motivo de escándalo, al conocerse ayer que la subdirectora de Privilegios e Inmunidades, Miriam Pinto de Schwartz, le comunicó al jefe de Servicios Administrativos de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala que había sido revocada la visa recién otorgada al comisionado Iván Velásquez.
La carta no pudo ser más desafortunada, porque si se buscaba enmendar un asunto procedimental se debió hacerlo en términos mucho más diplomáticos, como es obligado en este caso. Además, nunca emplear un lenguaje como el de esa misiva, sobre todo porque ocurre en momentos en que el presidente Jimmy Morales se distancia cada vez más de dicha oficina de la ONU y este nuevo incidente en nada ayuda a su imagen.
Es natural pensar que esto constituye una nueva imprudencia y quienes tuvieron tan infeliz idea le hacen un flaco favor al mandatario, porque a juzgar por las declaraciones que brindó ayer a los medios de comunicación no parecía tener conocimiento de lo ocurrido.
Esta nueva acción constituye un acto de imprudencia, pues los titulares que le dieron la vuelta al mundo simplemente informan que la cancillería guatemalteca revocó la visa del zar contra la corrupción, aunque el desafortunado incidente pueda ser enmendado en las próximas horas; sin embargo, ya el hecho constituye una nueva mancha para el Gobierno.
Un procedimiento que, al parecer, en ocasiones anteriores había sido realizado sin mayores aspavientos se convirtió ahora en una oportunidad para evidenciar una forma de castigo, pues se argumenta que no se habrían cumplido las formalidades pertinentes ni los canales respectivos, lo cual podría ser normal si los protagonistas no fueran quienes hoy están en abierta confrontación.
Por si fuera poco, Pinto de Schwartz señala que sobre dicha medida ya han sido informadas las autoridades migratorias, como si se tratara de advertir de un peligro inminente, aunque la Dirección General de Migración se apresuró a aclarar, en un tono más prudente, que si bien ha sido notificada, no puede hacer nada sobre las disposiciones que tomen otras autoridades.
Cuesta creer el poco tacto y la pérdida de principios rectores de la diplomacia, que por antonomasia se refieren a las relaciones armoniosas en cualquier ámbito, las cuales obviamente aquí no importaban. Hasta se tiene la impresión de que causar molestia era la intención de la firmante de la carta y de quien le dio instrucciones para proceder en términos muy poco comedidos, lo que deja mal parados a quienes siguen dando muestras de impericia.
Las personas que actualmente toman las decisiones en la Cancillería guatemalteca no parecen estar a la altura de las circunstancias, y la ligereza de sus actos implica riesgos innecesarios para el mandatario, quien tampoco ha cumplido con su palabra de rodearse de gente más capaz que él. En las actuales circunstancias, los mayores esfuerzos deberían estar orientados a fortalecer la imagen del país y de su firme compromiso por el respeto a lo establecido en el marco de las relaciones diplomáticas.