Nuevos engaños
interesa envolvérseles en una nueva embestida que intenta rememorar la Guerra Fría.
Interesa que esos casos sean enarbolados por rostros civiles, tal como sucedió en la década de 1980, donde ese tipo de personajes fueron serviles y funcionales a los intereses de los militares de la época que se prestaron a todo tipo de manejos, tanto propios del enfrentamiento visible como de las oscuridades de la guerra sucia. Se aferraron a esos objetivos, de los cuales sacaron extraordinarios beneficios: tierras, poderes ilimitados, aparatos de seguridad, financiamientos en arcas abiertas, relacionamientos a nivel internacional, entre otros. Llegó el momento del cobro de esas facturas. A dar la cara se ha dicho.
El objetivo de más largo aliento consiste en intentar sembrar en la percepción ciudadana la equiparación de lo sucedido en el conflicto armado interno. Contrario a lo que plantean la mayor parte de los documentos que hacen recuento de esos sucesos, que claramente indican que de cada 10 actos violatorios de los derechos humanos, los militares fueron causantes de 9.5 hechos; la tesis que ahora se pretende recrear consiste en regresar la cuenta histórica y hacer creer que los responsables son mitad y mitad. ¿Qué factores hacen posible que después de 15 años de la firma de los Acuerdos de Paz, en lugar de la rememoración y búsqueda de su vigencia, los hechos intenten volver a la polarización y enfrentamiento de posiciones propias de los años de la guerra?
Recrear el conflicto trae beneficios, especialmente en materia económica para sectores que han sido desplazados por los sectores emergentes a quienes esos mismos actores dieron paso y con quienes establecieron alianzas, que ahora les comieron el mandado.
Detrás de los recuerdos de un pasado militar que les redituó múltiples ganancias, persiste el ideario de un modelo económico que se les descuadró más de la cuenta. No se trata de un asunto de justicia; esa lucha la tienen perdida los dos bandos en discordia. Perdimos los demás. Se creó un estado de marasmo por casi cuatro décadas, que afectó a millones especialmente del área rural.
Hay episodios que no han sido contados, que permanecen ocultos, que requieren salir a luz; pero no para abonar en favor de lo que nos divide. Creer que la entrada de un gobierno encabezado por un militar ayudará a exacerbar esos sentimientos puede resultar en una apuesta equivocada precisamente cuando al gobernante electo le corresponde demarcarse de esas trampas y promover la unidad nacional.