CATALEJO
Números de la consulta dominical
Para terminar con el tema de la consulta popular del domingo, creo conveniente hacer algunos análisis de sus cifras. Estas indican un interés de los guatemaltecos por participar, lo cual se comprueba con el alto porcentaje de votantes en las urnas: (en números redondos), el 26%. Esto significa un 7% más de los asistentes en la anterior consulta, realizada en 1999, y un 11% más del número obtenido en la primera consulta, realizada en 1994. En términos absolutos, la cifra es considerablemente mayor: el domingo fue de casi dos millones; en 1999, el número fue de 890 mil y en 1994, de 539 mil. Esto se debe al aumento del padrón electoral, como resultado del crecimiento de la población. En resumen, ahora hay 1.4 millones de votantes más.
Una pregunta válida se refiere al por qué de ese aumento. A mi criterio, la población está mejor informada y dio una muestra de civismo, a pesar de no haber sido bien informada, más bien desinformada: el caso más claro fue el del propio presidente Morales, quien no quiso o no pudo entender cuál era el objetivo real de la consulta. El gobierno seguramente tratará de encontrar una relación entre la campaña –pintoresca, como siempre— del mandatario para instar al voto. No existió, estoy seguro, pero por ello tampoco es válido ni justo descalificar la participación voluntaria de quienes se acercaron a las urnas con la convicción de contribuir a zanjar ese problema derivado de hechos históricos actuales, cercanos o lejanos en el tiempo.
Ahora el gobierno tiene la obligación de explicar cuál es exactamente el resultado de la consulta dominical. Muchos votantes, estoy seguro, fueron a depositar su voto por el Sí porque creyeron, en realidad con mucho de ingenuidad, de ser posible el retorno al territorio guatemalteco de la zona centro-sur de Belice. Eso nunca fue así, pero en los discursos se afirmó. El trabajo de ahora es lograr la comprensión ciudadana, con el fin de no provocar el convencimiento de un engaño más. Lo más importante es explicar la posibilidad beliceña de hacer dentro de un tiempo no determinado la consulta, o eventualmente no hacerla, como consecuencia de no haber sido pactada una fecha simultánea o al menos un lapso determinado.
Debo señalar mi sorpresa por la participación de casi dos millones de votantes. Queda ahora analizar en dónde se dispersaron en todo el país, Otro dato curioso es el porcentaje del departamento de Guatemala —97%— en comparación con el resto. Obtuvieron la misma cifra del departamento de Guatemala: Petén, Jalapa, Jutiapa, Chiquimula, Zacapa, Santa Rosa y El Progreso. Con 96, Retalhuleu, Sacatepéquez, Quetzaltenango, Chimaltenango, San Marcos, Baja Verapaz, Escuintla, Suchitepéquez y Sololá. Con 95: Izabal. Con 94, Huehuetenango, Totonicapán y Quiché. Con 92, Alta Verapaz. Como puede verse, la decisión de ese 24 por ciento participante puede ser válidamente calificada de unánime. Pero no se debe olvidar el 76% ausente, por cualquier razón.
Un elemento positivo de ese resultado fue haber impedido la repetición de la consulta cuantas veces fuera necesario hasta conseguir el Sí. En este tema la posición beliceña es difícil, porque se les debe informar a los ciudadanos del objeto de la consulta: la aprobación de llevar este caso ante la Corte Internacional, lugar donde, por cierto, las posibilidades de Guatemala son mínimas, por decir lo mínimo… Mi generación, de la mitad de los años cuarentas a la mitad de los años cincuentas —talvez un poco más—, crecimos con la idea impuesta por la frase “Belice es nuestro”. Cuando por fin se logre el veredicto de la Corte Internacional, ese sueño de opio terminará para siempre. De hecho, terminó cuando Serrano y su canciller Arzú actuaron mal.