LA BUENA NOTICIA

Pablo VI y Óscar Romero, caminantes en la Luz

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Conocido como “domingo de la alegría” —al igual que el cuarto de Adviento—, el de mañana enfoca en el camino cuaresmal la cercanía de la Pascua para animar el esfuerzo de este tiempo por “salir de las obras de la oscuridad y caminar hacia la luz de la vida”: eso causa alegría, produce gozo auténtico, si se está viviendo a fondo el tiempo de conversión.

Así como hay una “sed insaciable por agua viva” y su cercanía causa alegría —según J. Tolentino, predicando al Papa Francisco hace unas semanas—, la frase de San Juan Crisóstomo (347–407 d.C.) cobra todo su sentido: “¿Quién sabe mejor el valor de la luz, sino aquel que ha sufrido el peso de la oscuridad?”. En la página sagrada de mañana, ya la figura del rey Ciro liberador del pueblo de Israel en el exilio se funde con Cristo, “elevado en la cruz como la serpiente en el desierto”: ambos capaces de transformar un presente oscuro, desesperanzado, en un futuro cierto “luminoso”. Una luz que, sin embargo, está al centro de un debate: ella surge de un signo extraño y contradictorio: brota de una “cruz”; es decir, del instrumento de maldición según el juicio del mundo según Deuteronomio 21,23: “Maldito el que cuelga de un madero”, que para Cristo, sin embargo, es “exaltación” que vence al mal: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre” (Juan 3,14).

Cierta se hace entonces la frase latina: via crucis, via lucis (la vía de la cruz es la vía de la luz). El sentido de esa “contradicción” (la humillación como camino a la victoria) escapa no solo a la comprensión del mundo opuesto a Dios, sino huye a toda prisa de la conciencia torcida de los que “odian la luz” y tratan de apagarla porque sus obras son malas. En su momento —hará cincuenta años este 22 de julio del 2018—, cuán duro combate tuvo que librar el futuro santo Paulo VI, autor de la encíclica Humanae Vitae (sobre la Vida humana), contra aquel subjetivismo y acción demoníaca —hay que decirlo claramente— que proponía hacer del aborto y de la contracepción “derechos a conquistar para dignificar a la mujer”: como las burdas y falsas razones del feminismo actual, que sigue proponiendo el “derecho al aborto” en el caso de violación para librar a las víctimas féminas infantiles de la “destrucción de su futuro, de sus sueños”, etc. olvidando la existencia de la persona no nacida, aún en situaciones originarias condenables, pero siempre una persona.

El camino de Pablo VI a la luz pasó por la cruz de la incomprensión incluso eclesial en aquellos años: es la famosa “contradicción de los buenos” que todo gran reformador, como el mismo Papa Francisco, encuentra como cumplimiento del “via crucis, via lucis”. De igual modo, por hacer resplandecer el valor y dignidad de toda persona ante la locura de la guerra, del descontrol que siempre conllevan las represiones políticas haciendo muchas víctimas entre los más pobres, el futuro santo Óscar A. Romero “caminó hacia la luz de Pascua” pasando por la cruz del martirio. El anuncio reciente de la canonización de ambas luminarias de la Iglesia universal y centroamericana contribuye a la “alegría del domingo” próximo, cuando se percibe que al final brilla la luz de la verdad, de la justicia, de la defensa auténtica de la vida más allá de las ideologías apoyadas con millones de dólares de “colonización ideológica de género”, etc.

En fin, ambos caminantes y en cierto modo “guerreros de la luz” vivieron su “elevación/exaltación” con formas diferentes de martirio, bajo la acción del Espíritu, pues “un guerrero sabe que es libre para elegir; toma sus decisiones con coraje, desprendimiento y, a veces, con una cierta dosis de locura” (P. Coelho, Manual del Guerrero de la Luz, 1997).

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