LA BUENA NOTICIA
Palabra Persona
“Libro mío/libro en cualquier tiempo y en cualquier hora/bueno y amigo para mi corazón/fuerte, poderoso compañero/Tú me has enseñado la inmensa belleza y el sencillo candor, la verdad terrible/y sencilla en breves cantos”.
Así inicia el famoso poema de la Premio Nobel Gabriela Mistral (1889-1957) a su biblia; libro inmenso, inabarcable, verdadera y variada biblioteca que en modo tal vez silencioso por los prejuicios de los siglos del materialismo, pero que sigue siendo “lectura instructiva para todos”, “gran código cultural de Occidente” (Benedicto XVI) y semilla que puede conmover los corazones más “alejados”.
“Si me preguntan qué libro leo más —y Ud. tal vez se reirá— se lo digo, es la biblia”, decía a sus entrevistadores el no muy religioso cineasta I. Bergman (1919-2007). De hecho a la biblia se le llama “Palabra de Dios” sin notar una diferencia clave: como escritura (Biblia significa “libros”, en plural) ella “no corresponde o no es” la Palabra, sino la forma escrita de ella. La Palabra es una persona viva “hecha carne” (Juan 1, 1) en seno de María (Jn 1, 14).
A tal diferencia apuntaba ya la Buena Noticia del domingo pasado: el “divino sembrador”, Cristo mismo se autorretrataba en la semilla que va cayendo en diversos terrenos y que tiene diversas respuestas: semilla que siempre es buena en todos los casos, pero fallan los receptores, los “diversos terrenos”.
Y la Palabra es buena porque no es un libro, un mensaje, una idea, y menos un sentimiento: es la persona de Cristo, principio diluido gravemente en la separación entre el libro y la segunda persona de la Trinidad cristiana, el Hijo hecho hombre, es decir, la persona viva.
Así, cuando se habla del fundamento de la Fe cristiana como la “sola scriptura” en la Reforma del siglo XVI en Europa, se opera esa grave separación de la Palabra Persona de las otras formas su presencia: la comunidad eclesial, los Sacramentos, la Eucaristía.
Mañana domingo, especialmente con la parábola del trigo y la cizaña se planteará la pregunta: ¿Y a dónde llevan tantos siglos de siembra si parece que el mal trabaja mejor en los corazones? “La religión es un insulto para la dignidad humana.
Con o sin ella, habría buena gente haciendo cosas buenas, y gente malvada haciendo cosas malas” (S. Weiberg, Premio Nobel de Física 1979). Queda la tarea de ver mejor la Palabra como la Persona que es, y no como un libro, pues la respuesta cristiana es ante “alguien” y no ante “algo”.
Y si es un dato conocido que la cizaña es en el lenguaje bíblico una “prostitución” (del hebreo “zizaní”) del trigo, queda a los escuchas de la Palabra la tarea de demostrar que la opción es siempre libre ante de Dios pero que cuando los resultados son “ambiguos y hasta nefastos” (corrupción, de insolidaridad, de solo sentimentalismo) en un país altamente religioso, habrá en cierto modo muchas “razones” que hagan poco creíble el Evangelio de la Vida, único, sin embargo, capaz de dar inicio profundo a una “Guatemala distinta” donde se dé gloria a Dios en la dignificación precisamente de los hijos de Dios.