REFLEXIONES
Paz y verdad
Se han dado muchos comentarios sobre si discutir relaciones de Derechos Humanos del pasado o si demandar justicia para las víctimas es un elemento de polarización en la sociedad. Nunca he entendido este argumento; es inaceptable, puesto que en una sociedad democrática, la libertad de expresión implica un diálogo e incluso un debate respetuoso, pero abierto; con cortesía, pero con franqueza sobre lo que cada quien piensa tanto de la convergencia de ideas como de las diferencias, divergencias de ideas y valores entre los mismos. El propósito del diálogo abierto es que de la discusión se puedan encontrar puntos comunes o soluciones. La intransigencia y la polarización innecesaria no surgen de quienes hacen los planteamientos, sino más bien de quienes rechazan el diálogo y pretenden negar sistemáticamente los hechos y excusar lo inexcusable o esconderlo.
Por supuesto, es más fácil plantear que los momentos difíciles de la historia de un pueblo, los errores o en especial las atrocidades cometidas sean olvidadas. Pero esta ficción nunca ha sido efectiva para el avance de los pueblos, pues la historia y el pasado no se pueden borrar aunque haya quienes quieren silenciarlos con intimidación y amenazas, ese pasado nos seguirá a donde vayamos y aparecerá en el presente y en el futuro mientras no lo resolvamos.
Por eso siempre hemos dicho que solo los pueblos que reconocen plenamente su pasado podrán definir y construir libremente su futuro. La verdad histórica no es propiedad de nadie, sino se construye colectivamente mediante un proceso serio que comparten actores directos, testigos, historiadores y analistas; y esa es la historia que se irá definiendo como resultado de ese proceso.
Demandar que se reconozca la verdadera historia y se discuta no es polarizar al país, sino es sentar las bases de su reconciliación. Lo mismo pasa en la relación entre la paz y la justicia, pues quienes demandan justicia no atentan contra la paz. Todo lo contrario, la justicia debe ser uno de los pilares fundamentales de la cultura de paz.
Me parece interesante ver cómo en el tema de la corrupción hubo un consenso nacional sobre demandar justicia contra los corruptos, e incluso a nivel internacional se está haciendo justicia en los escándalos del futbol. Entonces, por qué extraña que se pida justicia por atrocidades inhumanas que costaron la vida a muchos inocentes de todas las edades y de todos los orígenes. El hecho de que actuara la justicia contra 13 oficiales retirados del Ejército debe ser un motivo de confianza en el avance de la independencia de la justicia y no un escándalo que amenaza la paz como algunos lo han querido plantear. La justicia transicional o justicia en momentos de transición de una sociedad no puede ser una ficción de justicia, sino que debe consistir en casos reales y simbólicos en los que la justicia se haga efectiva.
En el Proceso de Paz hubo una ley de amnistía, la Ley de Reconciliación Nacional, y esto perdona los actos de violencia que cometieron ambas partes durante el conflicto armado, con el propósito de que ambas partes aceptaran la paz, a sabiendas de que su sola participación en este conflicto no les traería consecuencias legales ni les impedía ingresar a la vida normal. Pero esta misma ley, en su artículo quinto, excluyó los actos que constituyen “de lesa humanidad” y que son las atrocidades cometidas contra población civil inocente, como desaparición, tortura o genocidio.
Nunca, en ningún país del mundo, se ha podido detener la aspiración de los pueblos por la justicia, aunque hayan aprobado falsas amnistías o hayan intimidado a víctimas o a operadores de justicia, tarde o temprano la justicia siempre llega.