TIEMPO Y DESTINO
Pisan tumba del obispo Francisco de Marroquín
El nombre original del obispo español que impulsó o dispuso que construyeran la catedral de la Antigua Guatemala era Francisco de Marroquín; pero con el tiempo, en nuestro país, se le ha suprimido el “de” y se le cita solo como Francisco Marroquín.
En la España, anterior en siglos pasados, muchos apellidos toponímicos estaban precedidos de la preposición para identificar el pueblo de donde procedían o nacían, de un accidente geográfico, o de algún otro motivo. Algunos ejemplos son Pedro de Alvarado, Beatriz de la Cueva, Francisco de Portocarrero, Arturo de Córdova, Diego Velásquez de Cuéllar, Fernando del Río, y muchos más. En la España moderna esa costumbre tiende lentamente a desparecer o quizás nunca desaparezca, como sucede con Soraya Sáenz de Santa María, vicepresidenta del Gobierno español hasta hace unos pocos meses.
El nuevo estilo es sin “de”: Albert Rivera, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Javier Casquero, José Marcos, Susana Díaz y José Manuel Freire, son algunos ejemplos.
El domingo pasado visité la catedral de la Antigua, por invitación de un grupo de antigüeños interesado en la restauración, rehabilitación y conservación de ese templo, destruido por desastres naturales y que, en el lejano pasado fue el templo católico más grande y hermoso de la América Latina, según afirman quienes más saben de estas cosas.
Pero, a diferencia de otros países donde estos monumentos históricos son preservados en las mejores condiciones posibles, la derruida catedral de la Antigua ha sido casi totalmente abandonada por el poder político y administrativo de Guatemala. Es uno de los ejemplos de mayor negligencia administrativa en el mundo. Sin embargo, la parte frontal se conserva en buenas condiciones y allí son oficiadas misas todos los días.
En el piso de la parte destruida está la tumba del obispo Francisco Marroquín, cubierta de tierra seca en verano y de tierra mojada en invierto. Y los visitantes pisan repetidamente ese lugar, sin saber que debajo están los restos del religioso al cual se le rinde tributo en varios lugares de nuestro país. Hay, digo como ejemplo, una Universidad privada que funciona con el nombre de Francisco Marroquín, una escuela pública con ese nombre y anualmente el Gobierno de Guatemala condecora a varios maestros —destacados en el trabajo docente— con la orden Francisco Marroquín, y la historia considera a ese sacerdote, que vino acompañando a los colonizadores, como el impulsor (con la primera cátedra de gramática) de los estudios superiores que con el tiempo dieron vida a la Universidad de San Carlos de Guatemala que hoy en día cuenta con una población de 235,000 estudiantes, la mayor en cantidad de universitarios de Centroamérica, y con una mayoría de mujeres.
El obispo es, pues, un antecedente en la cultura superior guatemalteca. Y sin embargo, su tumba está bajo tierra, abandonada, y los turistas la pisotean varias veces al día.
Se podría hablar de un abandono casi total, de no ser por un grupo de antigüeños —integrado por arquitectos, restauradores, arqueólogos, historiadores y personas de buena voluntad, con probada experiencia y profesionalismo, sin ánimo de lucro y guiados por sentimientos de cariño por la historia de la Antigua— que ha logrado ya los primeros y buenos resultados, en un proyecto técnico muy bien preparado y concebido para una tarea muy grande, que será llevada a feliz término con participación de entidades oficiales y privadas, a las cuales acudirá en solicitud de ayuda, cumpliendo con todos los requisitos pertinentes del caso.