PLUMA INVITADA

Feliz cumpleaños, ómicron

|

El 26 de noviembre de 2021, la Organización Mundial de la Salud anunció que se había descubierto en el sur de África una nueva variante del coronavirus, conocida como ómicron, la cual se propagó muy rápido y se convirtió en la variante que imperó en todo el mundo y que causó un aumento de casos sin precedentes.

Ahora, un año después, los biólogos aún tratan de seguirle el paso a sus sorprendentes giros evolutivos. Esta variante tiene la capacidad de mutar muy rápido, pero en vez de generar un solo linaje, ha explotado en cientos, cada uno de los cuales ofrece resistencia a nuestro sistema inmunitario y cuenta con su propio nombre alfanumérico, como XBB, BQ.1.1 y CH.1.

“No es fácil recordar cuál es cuál”, comentó Jesse Bloom, un virólogo que trabaja en el Centro Oncológico Fred Hutchinson en Seattle.

Pero Bloom pronosticó que, a menos de que surja una variante muy diferente, este confuso revoltijo de variantes continuará, lo cual dificultará que los científicos diseñen vacunas y tratamientos nuevos.

“Siempre va a ser algo parecido a lo que es ahora” señaló. “Siempre habrá una mezcolanza de nuevas variantes”.

Cuando ómicron surgió en noviembre pasado, portaba más de 50 mutaciones que la diferenciaba de otras variantes del coronavirus. Muchos investigadores apoyan la idea de que apareció en una sola persona cuyo sistema inmunitario estaba débil y tuvo un COVID crónico que duró varios meses.

No obstante, el mes pasado, un equipo de científicos de la Universidad de Minnesota propuso que una forma inicial del coronavirus había infectado a unos ratones. En dicho escenario, este evolucionó hasta convertirse en ómicron en los roedores y luego volvió a infectar a los seres humanos.

Sin importar cómo surgió, en las semanas posteriores a su descubrimiento, ómicron llegó a ser la variante de predominio gracias a sus mutaciones. Algunas de estas hicieron posible que el virus se escabullera dentro de las células de una manera más eficaz. Otras le permitieron evadir algunos de los anticuerpos de las vacunas o de infecciones previas.

La mayoría de los anticuerpos se pegan a las proteínas de la “espícula” que se encuentran en la superficie del coronavirus y evitan que entre a las células. Pero algunas de las mutaciones de ómicron modificaron ciertas partes de la proteína de la espícula para que algunos de los anticuerpos más potentes ya no se pudieran adherir a ella.

Ómicron seguía mutando conforme se multiplicaba y aparecieron nuevas versiones, pero durante los primeros meses, se sustituían unas a otras como una serie de olas que rompen en la playa. La primera versión, la BA.1, fue remplazada por la BA.2, luego por la BA.5, mismas que evadieron algunos anticuerpos producidos por infecciones anteriores de ómicron.

Sin embargo, en febrero, Theodora Hatziioannou, una viróloga de la Universidad Rockefeller en Nueva York, y sus colegas hicieron un experimento que proponía que ómicron estaba preparado para una explosión evolutiva.

El equipo de Hatziioannou realizó pruebas en ómicron con 40 anticuerpos diferentes que seguían bloqueando esta variante. Descubrieron que era facilísimo que unas cuantas mutaciones más la hicieran resistente a casi todos esos anticuerpos.

Curiosamente, cuando los investigadores añadieron esas mismas mutaciones a la proteína de la espícula de la versión original del coronavirus, no tuvieron ningún efecto en su resistencia a los anticuerpos. Hatziioannou sospechó que la gran cantidad de mutaciones nuevas en ómicron cambió su panorama evolutivo y le facilitó mucho que desarrollara incluso una mayor resistencia.

“Cuando vimos esto, en verdad nos preocupamos”, comentó.

' Por fortuna, parece que las nuevas subvariantes no son más letales que las formas anteriores de ómicron.

Carl Zimmer

En los meses que han transcurrido desde entonces, ómicron ha confirmado esa preocupación. Gracias a la gran cantidad de infecciones producidas por ómicron, el virus ha tenido más oportunidades de mutar y ha experimentado algunas de las mutaciones preocupantes que Hatziioannou y sus colegas detectaron en sus experimentos.

Las nuevas mutaciones se están desarrollando con rapidez y lo más probable es que le estén brindando a los virus una gran ventaja evolutiva. En el primer año de la pandemia, la mayoría de la gente que se contagió no tenía anticuerpos para el COVID. Ahora, la mayor parte de las personas los tiene. Así que los virus que cuentan con una resistencia adicional a los anticuerpos superan fácilmente a otros que no la tienen.

“La evolución que estamos viendo es la más rápida que ha habido hasta este momento”, señaló Sergei Pond, un virólogo de la Universidad del Temple en Filadelfia.

Sin embargo, una sola subvariante no adquiere todas las nuevas mutaciones. Ben Murrel, un biólogo computacional del Instituto Karolinska de Estocolmo, y sus colegas están monitoreando más de 180 subvariantes de ómicron que han mutado de manera independiente, lo cual ha hecho que aumenten más rápido que la BA.5.

Estas subvariantes están pasando por un proceso que Charles Darwin identificó hace unos 160 años llamado convergencia. Darwin observó como las aves y los murciélagos desarrollaban alas de manera independiente pero que funcionaban de un modo muy parecido. Ahora, las subvariantes de ómicron están escapando de manera independiente a los mismos anticuerpos gracias a mutaciones en los mismos lugares de su proteína de la espícula.

Tal vez la competencia que tiene lugar en la multitud de subvariantes esté evitando que una de ellas tome el control, al menos por ahora. En Estados Unidos, la BA.5, que solía ser la predominante, ahora solo es responsable del 19 por ciento de los casos nuevos. Su descendiente, la BQ.1, ya es la culpable del 28 por ciento y la BQ.1.1, una descendiente de la BQ.1, es causante del 29 por ciento. Otras trece subvariantes de ómicron conforman el resto.

A medida que cada linaje adquiere más mutaciones, menos tipos de anticuerpos funcionan contra ellos. El mes pasado, Yunlong Cao, un bioquímico de la Universidad de Pekín, y sus colegas informaron que XBB y otras tres subvariantes se habían hecho totalmente resistentes a los anticuerpos de las muestras de sangre de las personas que fueron vacunadas o que se habían infectado con COVID.

Esa evolución pone en riesgo la que había sido una de las defensas más importante contra el COVID: los anticuerpos monoclonales. Para el desarrollo de estos tratamientos, los científicos obtuvieron sangre de los pacientes que tenían COVID al principio de la pandemia. Aislaron sus anticuerpos más potentes e hicieron grandes cantidades de copias de las moléculas. Una de las fórmulas, llamada Evusheld, puede evitar que personas con sistemas inmunitarios débiles se contagien. Pero a medida que las subvariantes resistentes se vuelvan más comunes, estos tratamientos dejarán de funcionar.

“Realmente no puedo asegurar que, en el futuro, los anticuerpos monoclonales vayan a tener un rol decisivo en los tratamientos”, comentó Bloom, del Centro Oncológico Fred Hutchinson. “Va a ser muy importante diseñar otra generación de combinaciones de anticuerpos que, con suerte, se mantengan durante más tiempo”.

Las dosis de refuerzo más recientes producen proteínas de la espícula tanto de la versión original del virus como de la subvariante BA.5. Los estudios realizados en las personas que han recibido este refuerzo, llamado bivalente, revelan que sus anticuerpos neutralizan mejor la BQ.1.1 y otras subvariantes nuevas a diferencia de los anticuerpos producidos por la vacuna original contra el COVID. Aun así, las subvariantes son capaces de evadir muchos de los anticuerpos bivalentes.

Por fortuna, parece que las nuevas subvariantes no son más letales que las formas anteriores de ómicron y, a pesar de su creciente capacidad de evadir los anticuerpos, es probable que las subvariantes no puedan escapar por completo a la inmunidad de las vacunas o de las infecciones previas, señaló Hatziioannou.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: