PLUMA INVITADA

¿Por qué nos dividen y por qué nos dividimos?

César Augusto Sagastume

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La división de grupos en una sociedad como la nuestra es una estrategia de los gobernantes que dirigen y alienan al pueblo para invertir a conveniencia de sus intereses los recursos del Estado y no lo que el soberano necesita para mejorar sus condiciones de vida, pues tienen como visión promover la división y confrontación de grupos, para evitar que la masa humana se consolide como una sociedad participativa, solidaria y democrática.

Los promotores de este mal en nuestro país existen desde la época precolombina, cuando se dio la división entre quichés y caqchiqueles, lo que ha quedado como estigma cultural, cuando estos se adhirieron a fuerzas externas para lograr sus intereses del poder.

Actualmente las generaciones atizan este acontecimiento que los gobernantes utilizan como herencia cultural malinchista, para dividir a las comunidades y pueblos que con esfuerzo han logrado la unidad social, y todo para aprovecharse de los bienes del Estado.

En los eventos electoreros se enciende la chispa de la lucha entre clases, al igual que sucede actualmente entre grupos sindicales, agrupaciones sociales y de credos religiosos, lucha de género, de lingüistas, grupos culturales y étnicos, deportivos, civiles y militares; gobierno y gobernados, pobres y ricos, poderes del Estado y demás sectores que luchan por defender la parte que les corresponde en el ámbito social para hacer valer sus intereses.

La inepcia de los gobernantes elegidos de y electores es aprovechada por quienes, con inteligencia diabólica, tejen con intenciones perversas para que el soberano pueblo no tenga otra alternativa que emitir el voto por cualquiera que el cartón de lotería de participación política propone para darle categoría de gobernante, que luego nos hunde en una miseria y podredumbre que destruye el humanismo, el cual debe prevalecer para que nos unamos y así podamos vivir en paz y concordia.

Promover la división en los distintos estratos sociales es una estrategia utilizada por los que se apoderan del trono para dirigir a un país o los que gobiernan los países tercermundistas para mantener la hegemonía de la explotación y la ignominia consumista y servil.

Los gobernantes aprovechan la división de la ciudadanía para explotar los recursos que deberían servir al pueblo, para evitar que este reclame sus derechos y poder esconder las arbitrariedades que se cometen, convirtiéndose en los nuevos ricos y gozando del poder y de las riquezas de los habitantes, en comparsa con los plutócratas.

En conclusión, los poderosos dividen al soberano porque tienen miedo de que haya unidad, porque resuena siempre el estribillo que dice “Pueblo unido jamás será vencido”, pero, por otro lado, seguramente se diga: “Pueblo dividido será explotado”, y siempre utilizan cualquier argucia para mantener la división en una ciudadanía que es presa fácil de la explotación, en contraposición a lo demostrado en el 2015 en la Plaza de la Constitución, cuando hubo destellos de la unión que se necesita para fundamentar la democracia plena.

Es tiempo de reflexionar y hacer conciencia para tomar la decisión soberana de ejercer el voto limpio, que no se permita la posibilidad de que este se pueda comprar para ostentar el poder. Es hora de abolir la dinámica del divisionismo y hacer valer el recurso del sufragio que el ciudadano ostenta para hacer de esta una ciudadanía libre, a fin de conformar un solo pueblo que se encamine a seguir los mandatos divinos que todavía existen en los escritos sagrados, que no acabamos de entender.

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