IDEAS

¡Que venga Marduck!

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En el Congreso aprobaron esta semana un punto resolutivo para solicitarle al Ejecutivo que prohíba el ingreso de los miembros de la banda sueca de rock Marduck, para que no puedan realizar un concierto en nuestro país. Considero que esta decisión de los diputados —aparte de ser inconstitucional— es un grave error que sienta precedentes nefastos para todos los guatemaltecos.

Esta decisión atenta contra la libertad de expresión y contra la libertad de culto, ambas fundamentales para una sociedad de personas responsables y libres. Y esto no tiene nada que ver con lo que dicen, cantan o representan los del mentado grupo —que sus mismos opositores hicieron famoso en Guatemala—, sino con el derecho que tienen ellos —al igual que todos los demás— de adorar a Dios, a Alá, a Jehová, al diablo, a satanás o a ninguno, y el derecho que tienen a expresarlo libremente.

Es muy fácil defender la “libertad de culto” en abstracto o cuando nos referimos a alguien que tiene la misma creencia que yo. Más difícil es cuando toca defender la libertad que tienen todos los demás de tener creencias distintas a las mías. Pero lo importante es que entendamos que la única garantía que tenemos de que vamos a poder ejercer nuestras creencias libremente es que defendamos a capa y espada el derecho que tienen todos los demás a creer lo que se les dé la gana, por muy despreciable y sacrílego que nos pueda parecer. Una vez no haya coacción de por medio, cada quien debe poder ser libre de creer —o no creer— cualquier cosa.

Lo mismo aplica para la libertad de expresión. La única forma de garantizar que yo voy a tener la libertad de expresar lo que pienso es defendiendo a capa y espada el derecho que tienen todos los demás a expresar lo que piensan, por absurdo, hiriente o estúpido que a mí me pueda parecer. No puedo yo pedir que censuren a “los otros” y creer que yo siempre me voy a poder expresar. Muchos cometen el error de recurrir a estas censuras cuando saben que están en la “corriente dominante”, es decir, con la mayoría, pero nunca reflexionan que algún día ella misma podría estar en la minoría y entonces, si no se respeta la libertad de expresión, fácilmente podrán “los otros” utilizar el poder para callarla.

Quienes henchidos en su fervor religioso se han rasgado las vestiduras para pedir que se prohíba el concierto de Marduk, no se dan cuenta que abrir la puerta para que los diputados se metan en las creencias de la gente es una vía sin retorno al acantilado. Ahora lo ven bien porque “están del lado ganador”, pero no hay nada más cambiante que la política y el “clamor de la mayoría”. ¿Estarían anuentes estas personas a que en el futuro grupos musulmanes que lleguen a tener suficiente “poder político” obliguen a las mujeres a usar burkas o por lo menos a taparse la cabeza? ¿Por qué no? ¿No se dan cuenta de lo peligroso que es —incluso para ellos mismos— abrir esta puerta?

Debemos aprender a utilizar la persuasión y no la coerción. Si usted considera que los de Marduk son los representantes del diablo en la Tierra, pues vaya a la puerta del concierto y trate de convencer a la gente que vaya a ir de su error. Si quiere ser más extremo, ponga su billetera donde pone su boca, compre todas las entradas al concierto y quémelas. Pero por lo que más quiera, no recurra al poder coercitivo del Estado para imponer su visión del mundo sobre los demás. Es el peor desprecio que puede hacerle a los millones y millones de personas que perdieron su vida a lo largo de la historia en el altar de la intolerancia para que usted y yo pudiéramos vivir en un mundo donde se respete la libertad de culto y la libertad de expresión.

Fb/jjliber

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