EDITORIAL

Recaptura plantea nuevas preguntas

Dos semanas les bastaron a las autoridades de El Salvador y Guatemala para capturar a Marixa Lemus Pérez, mejor conocida como la Patrona, quien fue apresada por la policía salvadoreña en un hotel de Ahuachapán, pese a los retoques cosméticos para cambiar su fisonomía.

En este nuevo capítulo de la historia de impunidad en el país, lo más importante por destacar es que bastaron 14 días a las autoridades de ambos países para dar con su paradero. Se supone que una labor de inteligencia sobre parientes salvadoreños condujo a su tercera detención, lo cual refuerza la confianza en las nuevas herramientas para la investigación, las cuales facilitan la ubicación de muchos prófugos.

Éxitos como este, cuando se trata de delincuentes comunes, aunque no por ello menos peligrosos, son los que hacen preguntarse por qué no se ubica con la misma celeridad a otros prófugos de mayor relevancia, como es el caso de Luis Rabbé, Luis Mendizábal, Alejandro Sinibaldi y muchos otros que mantienen desde hace tiempo una permanente burla hacia la justicia.

No es que el caso de la Patrona sea menos relevante, pues lo que hizo para fugarse en una segunda ocasión desnuda un sistema penitenciario en un estado calamitoso, donde la corrupción no es una novedad y su putrefacta organización ha servido para un inmoral enriquecimiento de poderosos reclusos, quienes a su vez han extendido la cadena de pago de favores hacia funcionarios menores y hasta del más alto rango.

La estructura de sicariato y secuestradores que dirigía Lemus Pérez solo se diferencia de otras organizaciones criminales en los medios violentos empleados para cometer sus fechorías, pues sus efectos en el fondo producen el mismo daño irreparable, aunque al final los hilos de la criminalidad no dejan de entrecruzarse, sirviendo como puente a una perversa burocracia que se nutre de los recursos mal habidos.

La Patrona inicia una nueva etapa en las cárceles guatemaltecas, y se debe tener presente que en su más reciente fuga, ocurrida el pasado 11 de mayo, fueron destituidos, junto al director del Sistema Penitenciario, otros once guardias de Presidios. La estructura delincuencial que dirigía estaba integrada por seis agentes de la Policía Nacional Civil, lo cual aporta insumos para comprender hasta dónde se pueden extender las ramificaciones de la criminalidad.

Desentrañar ese pasaje corresponde a las autoridades guatemaltecas, que deben esclarecer los detalles sobre su nueva fuga, porque así es como se puede determinar hasta dónde llegan los tentáculos de esas mafias, que difícilmente operarían con tanta facilidad si no contaran con poderosas palancas dentro de un sistema con autoridades inmorales.

Es muy probable que detrás del grupo criminal encabezado por la Patrona opere gente con mucho poder y por ello tampoco se deben subestimar sus temores cuando afirma que en la cárcel su vida corre peligro, porque así como mataron a su hija, hay personas que quieren eliminarla, como lo declaró antes de ser expulsada de El Salvador. Esto solo amplifica las dudas sobre los alcances y la penetración de la criminalidad en altas esferas del Estado.

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