PUNTO DE ENCUENTRO

Recuperar la memoria

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La sala del cine Lux estaba llena. Entre los asistentes se distinguía a una persona que tenía un sombrero, de esos que se utilizan en el campo. Era don Tranquilino Castañeda Valenzuela, pero lo supe después de ver el documental Buscando a Óscar, que cuenta precisamente su historia y la de su hijo, uno de los niños sobrevivientes de la masacre de Las Dos Erres, en Petén.

Aunque lo sucedido en ese lejano parcelamiento ya ha sido descrito en los informes de la verdad de la iglesia Católica y de las Naciones Unidas, y está consignado en el expediente judicial, la historia de lo que pasó y de cómo fueron ubicados los dos pequeños sobrevivientes de esa masacre —ocurrida mientras gobernaba el país Efraín Ríos Montt—, contada por los principales testigos, uno de los perpetradores, uno de los sobrevivientes, la fiscal que llevó el caso y la valiente Aura Elena Farfán, de la Asociación de Familiares Detenidos-Desaparecidos de Guatemala (Famdegua), tiene un impacto estremecedor.

Buscando a Óscar, una producción de Steven Spielberg, nos recuerda la deuda pendiente con las miles de familias guatemaltecas que aún siguen buscando a sus familiares detenidos-desaparecidos durante la oscura noche de terror de las dictaduras militares. Lo que pasó aquel 6 de diciembre de 1982, cuando una patrulla del Ejército incursionó en la comunidad, es el relato del terror: mujeres violadas, hombres y ancianos torturados, bebés tirados vivos en un pozo junto al resto de comunitarios asesinados; la escuela, la iglesia y las casas quemadas, la Tierra Arrasada.

De aquel lugar no quedó nada, más que un pozo lleno de cadáveres que fue abierto años después para realizar las exhumaciones y los procesos médico-forenses que han permitido identificar a las víctimas y saber cómo murieron. Porque los huesos hablan, y aunque el pacto del silencio se mantiene, nos cuentan lo que pasó y cómo pasó. En este caso, además, coinciden los testimonios de Ramiro Osorio —que a sus 5 años se salvó de morir porque un kaibil se lo llevó consigo y lo sometió a servidumbre—, el del cocinero de la patrulla y el de uno de los soldados que integraban la tropa y que cometió la masacre.

678 aldeas arrasadas, 200 mil muertos y 45 mil desaparecidos son las cifras de la barbarie. Y por más que se quiera justificar lo ocurrido con la excusa de “la amenaza comunista”, lo que pasó en las Dos Erres nos muestra que fue población civil no combatiente la que murió a manos de las fuerzas represivas del Estado. Y mientras eso no se reconozca, mientras la verdad no se admita, y mientras la justicia no alcance a los responsables de ordenar semejantes atrocidades, no hay reconciliación posible.

Don Tranquilino perdió a su esposa y a siete de sus hijos en la masacre. A Óscar —que en 1982 tenía 3 años— lo dio por muerto, hasta que la intensa búsqueda emprendida por la fiscal del caso dio frutos y tras un examen de ADN se comprobó su identidad.

Don Tranquilino y Óscar pudieron abrazarse, y siento una inmensa alegría de que eso haya sucedido. Y un inmenso dolor porque Aura Elena Farfán siga sin saber dónde está su hermano Rubén, doña Emma Theisen continúe exigiendo que digan qué le hicieron a su hijo Marco Antonio, de 14 años, y María Elena Bustamante siga buscando a su hermano Emil. Son miles de familias las destrozadas y todas merecen verdad y justicia, y esta sociedad merece saber lo que ocurrió.

Spielberg denuncia el papel de su gobierno en aquellos años infaustos, nosotros en Guatemala debemos seguir haciendo lo mismo, aunque nos quieran callar.

@MarielosMonzon

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