VENTANA

Respirar vida o respirar muerte

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La Guatemalita es un personaje creado por el insigne maestro de la plástica Efraín Recinos. El maestro Recinos se inspiró en el mapa de Guatemala para crear esta imagen nacional. Le puso el rostro de una joven mujer con larga cabellera que ondea libre al viento. El otro día, el Clarinero me dijo: “Si el maestro Recinos viviera hoy habría pintado a la Guatemalita llorando”. ¿Por qué? “Porque los chapines no la llevamos en el alma,” concluyó. El Estado ha sido incapaz de proponerse metas para resolver nuestros problemas básicos, aquellos urgentes que atropellan la vida de nuestra niñez y juventud, como la inseguridad, la falta de educación y la salud, relacionadas íntimamente con la contaminación de los suelos, las aguas y el aire. En lugar de avanzar retrocedimos. Los intereses personales y de grupos prevalecen por encima del bien común. Restaurar la confianza entre nosotros es lo que toca. Los prejuicios, los resentimientos, son como la mala yerba. Para arrancarla es preciso retejer el tejido social roto que nos divide. ¡Demos la primera puntada! Elijamos un problema que convenga a todos, sin distinción de edad, cultura, nivel social o inclinación política e ideológica y propongámonos resolverlo. Por ejemplo, la contaminación del aire que respiramos, que nos da vida, pero que en la ciudad capital nos amenaza con la muerte. Causa cáncer de pulmón, enfermedades respiratorias, derrame cerebral y cardiopatía. “Es un asesino invisible”, confirmó el Clarinero. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), Guatemala es la tercera ciudad en la región con el aire más contaminado. El límite es de 10 microgramos por metro cúbico por año. La medición en Lima, Perú, se encuentra en 51 microgramos; La Paz, Bolivia, con 44 microgramos, ¡y Guatemala, con 41 microgramos! Se aprecia una nube gris encima de la ciudad capital. Esa nube contiene partículas de polvo y de gases contaminantes emitidos por los vehículos y los autobuses. Los chapines hemos tenido la suerte de que los vientos que entran al valle la removían, pero ya no.

Conversé por teléfono con el ingeniero Raúl Castañeda, de Desarrollo Limpio y Cambio Climático, del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN). Entre sus comentarios sobre la mala calidad del aire en Guatemala me dijo: “Nosotros no somos un país industrializado como México o Chile, donde las medidas que se han tomado son extremas. Aquí el mayor problema son los vehículos y los buses que emiten los gases. Es un problema atomizado, porque también depende de cada uno de nosotros resolverlo”. De acuerdo con el ingeniero Castañeda, el MARN trabaja en un reglamento para evitar las emisiones contaminantes. Hizo hincapié en que en este tema grave tienen competencia el Ministerio de Comunicaciones y la Municipalidad de Guatemala. Es imprescindible la coordinación entre las instituciones, como ocurre en otros países. ¡Las multas y las sanciones deben incluirse en el reglamento de tránsito!, pero el MARN no tiene ese poder restrictivo. “Si un carro emite humo debe ser sancionado”, enfatizó Castañeda, y agregó que lamentablemente “los agentes de Emetra no tienen la potestad para detener un bus o un carro que emite esas nubes asfixiantes. Es un delito in fraganti. Es como si el vehículo fuera a alta velocidad. Se debería empezar con los buses rojos. Revisar en qué estado están sus motores, que tengan límites sus emisiones”, concluyó.

Respirar vida o respirar muerte. Es un problema de todos. Tenemos el compromiso de revisar nuestros vehículos, el filtro de aire en buen estado y las candelas calibradas. Y algo más, hacer presión a las instituciones involucradas en el tema. Ellas tienen gran responsabilidad. “¡Hagámoslo por nuestros hijos!” exclamó La Guatemalita.

clarinerormr@hotmail.com

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