FLORESCENCIA
Rural
Guatemala no solo está urgida de tender lazos de diálogo y concertación para buscar posibles soluciones que saquen al país del estancamiento, sino que también necesita garantizar que los mecanismos de comunicación sean transversales y representativos de todos los sectores del país. En todo caso, es imprescindible contar con voces legítimas de la población rural.
En una coyuntura en la que llamamos al diálogo, es crucial la inclusión de quienes viven (o sobreviven) a partir del trabajo agropecuario en áreas no urbanas. Por lo general, damos por hecho que las propuestas de soluciones salen de la misma ciudad y, a lo sumo, de algunas urbes de provincia. Con ello la mayoría de personas no alcanza a participar y su aporte queda invisibilizado, como ha sucedido durante décadas.
¿Por qué para un emprendedor tecnológico es importante garantizar la participación representativa de la población rural en los mecanismos de diálogo? Sencillamente porque provengo de ese origen y sé de la pertinencia de que nuevas propuestas de soluciones integren la visión y realidad del campo. Lo más importante de esto es aceptar que coexisten distintas visiones de progreso.
Es importante entender la cosmovisión de lo rural para garantizar su acceso a una mayor calidad de vida y de la cobertura del Estado, más allá de la eterna aspiración de contar con los servicios básicos.
No en vano escuchemos expresiones que hablan de dos Guatemalas, en referencia a un importante porcentaje de la población que aún no recibe los beneficios del desarrollo, pero el reto es precisamente acabar con ese divorcio entre lo urbano y rural, para encontrar modelos de desarrollo incluyentes.
No hay mejor herramienta que el diálogo abierto y ajeno a toda propaganda sectaria o gubernamental para tender esos puentes que nos permitan entender la realidad y trabajar para transformarla.
Actualmente, la pobreza, la exclusión y el subdesarrollo tienen rostro rural, indígena y de mujer. Por eso es importante su participación en procesos de transformación y más aún si se trata de impulsar su desarrollo humano.
Hoy por hoy, la idea generalizada que tenemos en relación con los campesinos al momento de exigir atención del Estado es la protesta y las acciones de hecho que incluyen tomas de carreteras. Pero en realidad, hay más que eso. Es cuestión de abrir los espacios de participación para ser partícipes de otras visiones y propuestas.
Se trata de una visión conflictiva de la relación población rural-Estado. Mucho de esto se debe a lo que hace dos semanas abordaba en mi columna anterior: la polarización en que nos ha sumido la lucha de poder desde los extremos tradicionales. Las comunidades rurales necesitan intermediarios auténticos de sus demandas y necesidades. Líderes que los representen con dignidad y pertinencia, sin vanos protagonismos, pero sí con convicción sincera.
Guatemala, como el resto de sociedades en el mundo, se encamina hacia la urbanización. Pero no podemos negar que, por ahora, la mitad de la población aún vive en el campo y su dinámica de desarrollo humano gira en torno a lo rural. No es que se trate de buscar perpetrar la ruralidad, sino más bien cambiar los esquemas, Ya que en estas áreas yace un fuerte potencial nacional para el turismo ecológico, arqueológico y cultural que en otros países se ha convertido en fuente primaria de ingresos y desarrollo comunitario.
Desde lo rural, hay conciencia despierta que necesita alzar su voz para ser escuchada e incluida y eso solo se podrá lograr si lo urbano aprende a identificar cuánto necesita de lo rural y viceversa.
MarcosAntil.com