ENCRUCIJADA
Se acentúa la vulnerabilidad política de la economía
La economía guatemalteca crece poco, pero es estable. Resiste choques externos. Las exportaciones ya no se limitan al café y el banano como durante la primera mitad del siglo XX. Se diversificaron: ahora se extienden a una amplia gama de exportaciones de bienes y servicios que van desde los textiles hasta el turismo, además del voluminoso “colchón” que representan las remesas. Podríamos agregar los ingresos resultantes de actividades ilícitas. Estos factores explican la estabilidad económica de Guatemala. Sumemos una política monetaria obsesivamente centrada en reducir la inflación y no en generar el empleo, y una política fiscal capturada, reflejado en serias rigideces de ingresos y gastos, con inversión pública mínima. Resultado: una economía desigual que crece modestamente, pero de manera estable.
Pero la vulnerabilidad de esta economía a acontecimientos políticos está aumentando. El Balance Preliminar de la economía latinoamericana que presentó la CEPAL en diciembre señaló que las economías desarrolladas y las emergentes crecieron más en 2017 que en 2016. En Guatemala, en cambio, hubo una desaceleración. Cuando se estima el crecimiento del PIB por habitante, Guatemala creció alrededor de 1.5% en 2017, inferior al 2% de El Salvador. Convierte a Guatemala en el país centroamericano cuyo ingreso por habitante menos creció en 2017.
La desaceleración de la economía guatemalteca tiene que ver con la nueva política exterior de aislamiento internacional inaugurada en agosto, cuando Jimmy Morales declaró non-grato al comisionado de la CICIG. La reacción mundial fue inmediata y muy negativa, con una amplia difusión de lo ocurrido en los grandes medios de comunicación internacional. Poco después fue reducida la calificación de riesgo de Guatemala. Hubo una caída brutal del índice de confianza económica ese mes, como en 2015, y se consolidó la desaceleración del crédito para el sector privado observado desde principios de año. Las expectativas de inversión, reforzadas por la parálisis de la inversión pública, se deterioraron, y se acentuó la desaceleración de la actividad económica en general.
Aceptar a Jerusalén como capital de Israel apunta en la misma dirección. El impacto económico más visible es la posibilidad de que se niegue el acceso de las exportaciones de cardamomo a los mercados árabes, su destino principal. Pero el impacto será mayor: como en agosto del 2017, esta iniciativa aísla a Guatemala. El anuncio de un posible boicot económico y político por parte de países árabes es premonitorio.
La reversión de una trayectoria de política exterior de cierto balance ante el conflicto palestino-israelí, y la denuncia que se haga de Guatemala la está marginando a la periferia de la comunidad internacional. Impedirá que Guatemala sea electa a altos cargos políticos en el ámbito internacional, a diferencia de lo ocurrido cuando fue parte del Consejo de Seguridad, y entorpecerá que sea sede de eventos importantes.
Este año la elección de la autoridad responsable del Ministerio Público podría tener un impacto económico negativo similar. Además de ser vigilada por una ciudadanía nacional muy despierta, Guatemala será monitoreada con mucha atención por parte de la comunidad internacional, en los ámbitos públicos y privados. No es un tema ideológico. Se estará evaluando la debilidad o fortaleza del Estado guatemalteco, en este caso medida por la posibilidad de contar con una autoridad fiscal independiente y capaz. Será un dato fundamental para las calificadoras de riesgo, empresas extranjeras y entidades financieras, que querrán saber si Guatemala avanza con un sistema de justicia independiente o no. Es uno de los condicionantes básicos de la inversión. El destino económico y no sólo político de Guatemala estará en juego.
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