MIRADOR

Sepultando a Obama

El señor Trump dejó claro en campaña que desmantelaría el “legado Obama”, y está cumpliendo. Ha anulando el acuerdo con Cuba que, dicho sea de paso, no ha servido para mucho, al menos no para mejorar en la isla la democracia, los derechos humanos y el estado de Derecho. La esencia criminal de los Castro es genética y la brutal dictadura seguirá asesinando hasta que desaparezca Raúl y sus adláteres, aunque esto ya se podía haber imaginado.

Los países centroamericanos, sin embargo, tenían esperanza en aquello que comenzó denominándose “Plan de la alianza para la prosperidad” y que traía consigo una millonaria ayuda norteamericana para cuestiones relacionadas con la cooperación, el desarrollo, la seguridad y otras. Los gobiernos de por aquí, pedigüeños recalcitrantes y ávidos de dinero, hicieron planes y proyectos de esos que justifican el desvío posterior y algunas ONG vislumbraron su futuro con la alegría de quienes ven saneadas las finanzas. Cuando míster Trump ganó las elecciones y desmoralizó a los apegados al partido del “burro” —demócratas— todavía posicionaron el mensaje aquel de: “la política norteamericana para la región no cambiará”, y con esa sencilla pero emotiva reflexión se complacieron hasta hace poco.

La recién concluida Conferencia de Miami se alejó de la corrección y aclaró contundentemente que la política exterior norteamericana es aquella que don Donald dijo que sería. Los portavoces gubernamentales —el vicepresidente Pence, entre ellos— dejaron claro que el fin que persiguen los USA cambia el nombre de “Plan de la alianza para la prosperidad” por el de “Plan de la alianza por MI seguridad y TU prosperidad”, y que cada quien haga su parte. Los norteamericanos desean más seguridad para proteger su territorio y requieren que los países del Triángulo Norte y México vigilen las fronteras y promuevan desarrollo para contener la emigración, así todos contentos y “asociados”. Apoyarán, pero con US$300 millones menos de lo inicialmente dicho, solo para que vayamos prestando atención al cambio.

Está claro —tomemos nota— que es preciso hacer la tarea pendiente y dejarse de babosadas relacionadas con ayudas, cooperación, colaboración, apoyo y sonrisas de la administración USA. Cada país tiene lo que se merece y aquí, que llevamos un año debatiendo —y aún sin resolver— si el alcalde Arzú debe o no presentarse al juzgado, tenemos lo nuestro. Allí, un juez gringo mandó detener al cantante Luis Miguel, más famoso y conocido que don Álvaro, y le impuso un millón de dólares si quería libertad condicional, mientras lo procesa. ¡Ah!, y en mucho menos tiempo ¡Abismales diferencias que marcan el estilo!

Trump es un loco pragmático, un irreverente que entiende de finanzas —a su manera— y un emprendedor acostumbrado a tomar decisiones en el límite. Podrá no gustar —a mí tampoco— pero es lo que hay, y nos advierte de que tenemos que salir de la zona de confort —Honduras parece haberlo entendido—, dejar la corruptela y comenzar a promover inversión y desarrollo utilizando alianzas público-privadas para acelerar procesos, además de hacerlos más eficientes y baratos.

La alternativa es esperar cuatro años más —u ocho— a ver si doña Hillary llega al poder tras insistir —como Sandra— y esperar a que el derrame de la cooperación, no “neoliberal” en este caso, vuelva a tener efectos en la región por medio de donaciones, alianzas y mesas de concertación. El problema es que esa fórmula ya lleva años siendo fallida.

¡Pilas, pues! a ver si somos más naturales y creativos, y capaces de diseñar el futuro.

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