DE MIS NOTAS

Siempre un lado, nunca dos

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Impacta el caso del niño Molina Theissen. Representa los muchos menores inocentes que murieron durante el conflicto armado interno en medio de indescriptibles sufrimientos y atrocidades.

Pero historias de injusticias no hay una, sino muchas. Y si se quiere tomar este caso para generar conciencia, dirimir responsabilidades y devolverles la dignidad a las víctimas es necesario como imperativo ético, abordar también las muertes, las bombas, los secuestrados, los desaparecidos, los asesinatos, las torturas y los sufrimientos ocasionados por la guerra de ambos bandos, como un todo indivisible.

Al retrotraer desde el punto de vista histórico en forma unidimensional casos como el del niño Molina Theissen, haciendo invisibles, etéreos e impalpables, los nombres de los cientos de “otros” niños afectados en forma similar, las otras víctimas, los “otros” diplomáticos asesinados, con un tiro en la cabeza o la espalda, los otros periodistas y empresarios abatidos a tiros, las otras torturas, desapariciones y asesinatos, se hace evidente esta frase de “injusticias no hay una, sino muchas”.

Debemos sustraernos de las inclinaciones ideológicas y posarnos un momento en el nombre de todas las víctimas de la guerra. Yo viví la guerra. Vi niños atormentados por la pérdida de sus padres y vi madres sufriendo por la pérdida de sus niños. Vi familias de guerrilleros llorando a sus deudos, y también vi a madres de soldados clamando por la muerte de un hijo. ¿Es que estamos insinuando que el pecado y la carga moral depende de quién perpetró la barbaridad?

Durante las últimas décadas un bando invariablemente apoya y justifica las acciones de la guerrilla “porque su lucha era a favor de los pobres, su misión salvar a Guatemala de la opresión y la servidumbre, y porque “mataron menos que el Ejercito”. Como si las infamias de la guerra se pudiesen valorar moralmente con criterios cuantitativos.

¿Se hizo justicia con este veredicto por actos de décadas atrás, si injusticias no hay una, sino muchas? ¿Qué se le pudo explicar a los familiares del embajador Von Spreti, cuando su esposa e hija vinieron a reconocer el cadáver? ¿Que el tiro en la cabeza fue algo impersonal? ¿Una baja secundaria, calculada, producto del conflicto este-oeste? En 1968 el embajador estadounidense Gordon Mein fue acribillado a tiros por la guerrilla. Dos años antes, en enero de 1970 uno de los fundadores de Prensa Libre, Isidoro Zarco había sido asesinado. “Y así, sucesivamente con bombas, cuerpos destrozados y muchos actos de terror, incluyendo niños utilizados como combatientes…”.

La Organización del Pueblo en Armas (Orpa) —en plenas negociaciones finales de paz— mantuvo secuestrada durante dos meses a la señora Olga Alvarado de Novella, de 86 años de edad. Nunca se pudo recuperar del trauma, su salud se deterioró y murió después. Ergo: En esta guerra no hay un lado bueno y uno malo. Aquí hubo guerra e injusticias. Y para eso se firmó la paz, para dejar el pasado atrás.

Es evidente que este caso es en realidad una continuación de la estrategia del juicio por genocidio. Ahora van por otros militares, especialmente Mauricio Rodríguez, declarado inocente en la condena suspendida de la jueza Jassmín Barrios.

Y después de Q2 mil 880 millones de resarcimientos entregados a la fecha, comenzará la cacería militar utilizando el precedente de jurisprudencia para continuar la persecución penal contra oficiales que enfrentaron a la guerrilla. Parece que la memoria histórica solo ve de un lado. Todas las atrocidades vividas durante el enfrentamiento armado, completamente sesgadas hacia una parte. La guerrilla perdonada. El Ejército perseguido hasta el final.

Pienso en los acuerdos de paz y en un rollo de papel higiénico.

alfredkalt@gmail.com

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