Transformación insuficiente
Aumentó el número de pequeños o medianos productores y de cooperativas en actividades que van desde el café y los vegetales hasta la banca. Las privatizaciones poco reguladas de los años 1990 permitieron una expansión de inversiones privadas en telecomunicaciones y energía que también generaron conflictos, luego exacerbados por el auge reciente de la minería. Surgió además un sector privado “ilegítimo”, asociado a empresas o a las ONG constructoras pertenecientes a políticos y favorecidas por contratos públicos, además de la actividad abiertamente ilegal del narcotráfico.
Los cambios de la estructura económica han sido grandes, pero insuficientes por tres razones: el crecimiento de la población, el deterioro del Estado y la falta de un pensamiento renovador. Primero, en 1950 había menos de tres millones de guatemaltecos, pero para el 2020 seremos casi 18 millones. En el 2014 aproximadamente seis millones de guatemaltecos estaban ocupados, de los cuales casi dos millones correspondían a trabajadores por cuenta propia, eufemismo para describir a vendedores ambulantes, artesanos precarios y a trabajadores que aunque logren ganar algunos centavos no tienen un empleo seguro. Un millón adicional de trabajadores, aunque con empleo, no eran remunerados.
Y luego había una masa de asalariados, de dos millones y medio de ocupados, de los cuales muchos, como los jornaleros, tenían salarios de miseria. Ante la falta de oportunidades, otro millón y medio vive afuera, aunque dinamiza el consumo en Guatemala mediante remesas.
Segundo, el Estado no solo no ha podido enfrentar los desequilibrios y conflictos generados por un crecimiento espontáneo y desordenado, sino que el Estado mismo se está deteriorando. Es evidente la corrupción e ineficacia del poder ejecutivo, la corrupción e inoperancia del poder legislativo, un poder judicial debilitado recientemente, un tribunal supremo electoral sujeto a múltiples presiones y una corte de constitucionalidad que asume un sinfín de responsabilidades frente al fracaso del resto del Estado.
Pero quizás lo más preocupante es un tercer factor, que es el agotamiento de la capacidad de pensar y de plantear soluciones por parte de aquellos actores con más poder. Un pensamiento conservador asociado al pasado colonial y agrario de nuestras antiguas oligarquías, combinado con caricaturas neoliberales recientes, hace que los actores con más poder político y económico tengan horror tanto a la democracia entendida como el gobierno de la mayoría como a un Estado fortalecido y verdaderamente sujeto al estado de Derecho. Esto debe cambiar.
Es hora de reflexionar sobre el nuevo Estado que necesitamos, para adecuarnos a un mundo dinámico en que cada vez hay más guatemaltecos luchadores pero aislados, sin un Estado que los acompañe y apoye.
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