CON NOMBRE PROPIO

Un legado de vida

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Ileana Alamilla fue juramentada como presidenta de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG) —entidad que es ícono en la defensa del derecho a informar— el 15 de enero. Ileana falleció el miércoles 17, dejando un legado de integridad en el gremio periodístico y de valentía en el foro nacional.

Al asumir la presidencia, Ileana fue reconocida por sus pares como la persona que podía encabezar un movimiento legítimo para conseguir, por fin, que el Gobierno se interesara en la protección del periodista. En su última columna publicada de manera póstuma en Prensa Libre, el jueves 18, señaló:

“Nosotras y nosotros los periodistas, aliados en los gremios de prensa, continuamos durante el año pasado la lucha porque el Gobierno cumpliera con su promesa de constituir un Programa de Protección a Periodistas, expresada de manera reiterada ante la prensa nacional e internacional; ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ante los comisionados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y los relatores de la Libertad de Expresión. Del año 2000 a la fecha 38 periodistas han perdido la vida de manera violenta. Continúan las agresiones, las intimidaciones y los acosos por distintas vías a medios y periodistas, y, lo peor, han implantado zonas de silencio sobre temas graves de los que no somos informados por los riesgos que corren los comunicadores en los departamentos. Sin embargo, pese a ese contexto lúgubre, resultan esperanzadoras las recientes acciones del Ministerio Público y de la PNC al haber capturado a un diputado señalado como supuesto autor intelectual del asesinato de dos de nuestros colegas en Mazatenango”.

El periodista, el verdadero, siempre toca fibras íntimas de los grupos de poder, sean estos de un lado o del otro. La democracia y la república descansan sobre varios pilares, pero uno fundamental es el irrestricto respeto a los periodistas para informar. Cualquier régimen represivo, sea este de izquierda o de derecha, intenta acallar a la prensa y a los periodistas, de esta ecuación no hay excepciones.

En Guatemala existen zonas de silencio donde el ejercicio del periodismo es un peligro, el asesinato en Mazatenango, comentado por Ileana, pero también los actos de violencia registrados en Coatepeque hacen de la labor informativa en el suroccidente un reto. México tiene un espantoso récord respecto de la violencia ejercida sobre periodistas, no es ninguna coincidencia que nuestra área fronteriza sea tan peligrosa.

A Ileana la conocí de patojo, cuando justo mi papá me la presentó como la periodista que había fundado Cerigua, la agencia de noticias que informó durante nuestra guerra lo que muchos otros medios no podían o no querían decir y a quien siempre se le debía reconocer su valentía y aplomo porque así el mundo se enteró de lo que para los guatemaltecos era “secreto”. Luego compartimos en distintas directivas del Centro para la Defensa de la Constitución (Cedecón), donde participó con el objeto de encontrar, en la defensa de la Constitución, un punto de convergencia en distintas coyunturas nacionales, pero cuando fungí como presidente siempre su consejo directo y opinión objetiva fue fundamental.

Ileana, o más bien “Iliana” —como siempre le dije—, nos deja en una coyuntura difícil, más que despedir a una amiga y colega reconocemos su legado de vida porque hasta en sus últimas letras dejó patente su preocupación por las omisiones gubernamentales y el riesgo que encaran cientos de periodistas en el país, su aflicción no puede caer en saco roto, sobre todo ahora en que la situación nacional exige, en primer término, exigir respeto al ejercicio de nuestros derechos.

@Alex_balsells

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