EDITORIAL
Una clara lección para los políticos
Resulta muy saludable que mediante una avalancha de votos se pueda iniciar la depuración de un Congreso, organismo que —junto al Poder Judicial— ha convertido muchas democracias latinoamericanas en una burla a la población, mientras la corrupción opera a sus anchas.
Los congresos latinoamericanos se han caracterizado por ser los íconos desde donde se entorpece cualquier fortalecimiento institucional, donde la mayoría de sus integrantes se encarga de chantajear a funcionarios, en busca de prebendas o de ser los mayores beneficiarios de los millonarios contratos o la adquisición de bienes por millones de dólares.
El pasado domingo, los votantes peruanos no solo dieron una muestra de dignidad, acudiendo masivamente a las urnas, sino que aprobaron reformas constitucionales cuyo principal efecto es cerrarle el paso a cualquier posibilidad de reelección de los actuales integrantes del Congreso.
Un mensaje alentador para muchas democracias fallidas, convertidas prácticamente en rehenes de rufianes que tienen virtualmente secuestrado el sistema, pues con el argumento de derechos constitucionales muchos se aferran a cargos que solo les han servido para el pillaje.
Con un abrumador 78 por ciento de los votos emitidos, los peruanos le cierran así el paso a los actuales diputados y además también votaron por la modificación del procedimiento para elegir a los magistrados del Organismo Judicial, cuya integración es similar a la nuestra.
Una tercera pregunta con la que estuvieron de acuerdo los votantes es que también se le da el aval al gobierno actual para que modifique el mecanismo vigente de financiamiento a los partidos políticos. La única pregunta que no se aprobó era la relativa a la instauración de un congreso bicameral, lo cual también lo había pedido el actual presidente Martín Vizcarra.
Los peruanos han dado una saludable muestra de civismo a los latinoamericanos, al demostrar que también por la vía de los votos es posible depurar los órganos de poder, como ocurrirá en las próximas elecciones, programadas para el 2021, cuando por mandato popular deberá instaurarse un nuevo Congreso, sin la participación de quienes hoy son vistos como los responsables del deterioro de la institucionalidad.
El triunfo del actual mandatario peruano constituye un duro revés para los artífices de la vieja política, principalmente de la lideresa de la oposición, Keiko Fujimori, hoy detenida bajo señalamientos de corrupción y quien, aunque no integra el actual congreso, ha sido responsable del chantaje de su partido contra el defenestrado presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien se vio obligado a renunciar ante el acoso de los parlamentarios fujimoristas.
Perú es hoy el mejor ejemplo de que hay caminos para la depuración de importantes órganos de poder, una tarea que se hace impostergable cuando la clase política muestra su incapacidad para contener la corrupción, el abuso, el despilfarro y la irresponsabilidad con la que se malgastan millones de quetzales, mientras sectores verdaderamente necesitados quedan en el abandono. Un revés para la marrullería política y una victoria para la democracia.