LA BUENA NOTICIA

Vengan a mí

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El evangelista Mateo, y solo él, ha conservado unas palabras de Jesús realmente audaces y profundas. “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso de corazón y encontrarán descanso.” Ningún profeta del Antiguo Testamento había osado decir semejantes palabras. El único personaje bíblico que tiene palabras parecidas es la Sabiduría, en los libros llamados sapienciales. Pero el lector comprende fácilmente que la Sabiduría no es ningún ser humano, sino que es Dios mismo personificado como Sabiduría, que invita al hombre dócil y obediente a dejarse instruir por Él.

Este es por eso uno de los textos críticos que permite discernir la condición creyente de quien comenta el pasaje. Los comentaristas académicos del evangelio según San Mateo, influidos por el racionalismo universitario, parten normalmente de la idea de que la divinidad de Jesús es una cualidad que los primeros cristianos creyeron descubrir en Jesús, pero que Jesús nunca reivindicó y que por supuesto tampoco nunca tuvo. Son eruditos que preservan del cristianismo la enseñanza moral, pero descartan como mito e invención todo lo relativo a la divinidad de Jesús. Por eso concluyen que esta frase no procede de Jesús, sino que es una elaboración teológica de los maestros en la primitiva comunidad cristiana, que Mateo habría recogido en su evangelio, y así reivindicar para Jesús su origen divino, del que ellos ciertamente estaban convencidos, pero del que nosotros, hombres ilustrados de hoy, debemos prescindir. Sin embargo, algunos de esos comentaristas académicos, cuando también son creyentes, dejan algún testimonio de su fe en sus comentarios. El profesor Ulrich Luz, evangélico calvinista, tiene un extenso, erudito y reciente comentario al evangelio según San Mateo, en cuatro gruesos volúmenes. Después de presentar en su comentario a este pasaje la posición académica común de que esta sentencia es de origen eclesial y que no se remonta a Jesús, desliza en una discreta nota al pie de página la siguiente afirmación: “Es obvio que no queda excluido necesariamente el origen en Jesús”. Uno se complace en la honestidad del profesor creyente, aunque sea discreta y cautelosa.

Por supuesto, quienes comentamos el evangelio en la Iglesia, desde la fe y para los creyentes, sin prescindir de la investigación erudita, vemos en esta sentencia de Jesús una reivindicación de su origen divino. En el versículo precedente a esta invitación sapiencial, Jesús revelaba de modo más claro todavía una relación especial con Dios, a quien llama Padre y de quien, por lo tanto, él se reconoce como Hijo. Solo el Hijo conoce al Padre y solo el Padre conoce al Hijo, dice Jesús. Esa declaración y otras semejantes unidas a la experiencia de su resurrección dieron origen a la fe cristiana, según la cual, Jesús es la forma humana de Dios, es la humanización de Dios, y la vida de Jesús es la historia humana de Dios.

De allí el profundo alcance de la invitación de Jesús. “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio.” ¿Qué carga? La carga es el esfuerzo de buscar desde uno mismo sentido y significado a la propia vida frente a las frustraciones y a la misma muerte; la carga son también los errores y pecados que agobian el pasado e hipotecan el futuro; la carga es el empeño de pretender ser justo ante Dios sin el auxilio de Dios; la carga es la tristeza que muchos sufren en su soledad. Jesús invita a creer en él, a poner en él la confianza, pues la fe levanta y enaltece. Por eso quien cree en Jesús encuentra en él su descanso.

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