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Consejos para llevar una gestión financiera satisfactoria e inteligente
Con frecuencia sentimos que lo que tenemos no es suficiente, que otros lo hacen mejor que nosotros y que, por mucho que hayamos logrado, no hay nada que celebrar. El mundo financiero se presenta como un lugar que va de la euforia a la desesperación, pero que muchos consideran que lo que hacen es bastante razonable y hasta lógico.
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Se puede tener una gestión financiera sin ceños fruncidos ni angustias nocturnas. Pero para ello debemos entender cómo procesamos el dinero a nivel biológico, para luego realizar cambios que sumen a nuestro verdadero bienestar. De eso se encargan las neurofinanzas.
Origen y función del cerebro
El cerebro es un órgano del sistema nervioso central que evolucionó con una sola función: la sobrevivencia. Su sofisticado proceso neural y su complejo sistema de comunicación están diseñados para ser eficiente, pero no efectivo. Esto implica que, si usted va por el campo y ve algo que se mueve entre la maleza, el cerebro lo lleva a correr primero y averiguar después.
Pero esta no es la única función del cerebro, pues de la misma manera como el cerebro nos obliga a alejarnos del peligro, también tiene un sistema que nos incita a acercarnos a aquello que nos garantice subsistencia o prolongue nuestros genes.
La biología sabe que algo es positivo o negativo para nuestra sobrevivencia, a través de las emociones, que son a su vez producto de la química cerebral. Si algo es bueno para nosotros, el sistema nervioso central dopamina, y si es algo negativo activa cortisol.
De esta forma el cerebro garantiza nuestra sobrevivencia basado en dos sistemas:
- La búsqueda de estados afectivos positivos (recompensas).
- El rechazo de estados afectivos negativos (castigos).
Aparentemente es simple, pero no sencillo. La evolución humana ha creado un estilo de vida donde existen recompensas que nos molestan y castigos que nos encantan. Es allí donde entra en juego las neurofinanzas.
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El dinero en el cerebro
La mayor creación humana de intercambio ha llegado más lejos de lo que imaginamos. El dinero, que fue creado como un medio, lo hemos adoptado en nuestro sistema biológico como un fin.
Dentro del sistema de recompensas, tenemos dos tipos:
- Sistema de Recompensa Primario: aquel que funciona para lograr la sobrevivencia.
- Sistema de Recompensa Secundario: aquel que apoya las actividades de comodidad.
El dinero es una tecnología creada para facilitar el transporte de valores y permitir mover a través del tiempo los recursos obtenidos. Sin embargo, tanto por la complejidad del sistema financiero como por la dinámica humana, llegamos a confundir el dinero como una recompensa primaria, es decir, que la gestionamos como si nuestra vida dependiera de ello.
Lo anterior implica que los seres humanos gestionamos el dinero con los mismos impulsos que nos puede generar la comida cuando tenemos hambre. Tomamos las decisiones financieras desde los sistemas más básicos del cerebro (asociado a la sobrevivencia), y no desde las áreas ejecutivas de la corteza cerebral. De aquí se comprende la disonancia entre lo sofisticado que planificamos a nivel financiero y lo impulsivo que gestionamos cada día.
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El apego a las expectativas
La gran mayoría de las personas que obtienen grandes logros en sus vidas, sienten a su vez altos niveles de estrés y de insatisfacción cotidiana, al punto de que las épocas de crisis económica tienen una alta correlación con la tasa de suicidios.
Prácticas filosóficas como el budismo llevan desde hace miles de años hablando del efecto nocivo del apego a las expectativas. A través de las neurofinanzas se comprende el efecto de las expectativas, desde el sistema dopaminérgico humano.
La valoración de los hechos como positivos y negativos, provienen de la evaluación entre lo que esperamos y lo que obtenemos. La dopamina imprime valores subjetivos a las experiencias vividas, permitiéndonos avanzar lo que considera bueno y haciéndonos evitar lo que considera malo.
La expectativa no activa la dopamina, pero afecta directamente la evaluación de la experiencia. Veamos estos tres escenarios:
- Si espera 1,000 y recibe 1,000, su dopamina no se activa.
- Si espera 1,000 y recibe 900, su dopamina no se activa.
- Si espera 1,000 y recibe 1,100, su dopamina se activa.
Como podemos observar, el apego a una expectativa nos ciega incluso ante el progreso evidente. De esta forma podemos determinar de forma precisa el bajo efecto motivador que representa el dinero para el ser humano. Lo que racionalmente es una ganancia de 900, nuestra biología lo siente como una pérdida de 100, considerándolo negativo y por ende evitando repetir la experiencia.
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Hacia los rendimientos satisfactorios
Las finanzas clásicas hablaban de rendimientos máximos, lo cual implica que biológicamente su dopamina nunca se activaría. Por ello, en neurofinanzas ya no se habla de rendimientos máximos sino de rendimientos satisfactorios. De esta forma, usted se blinda emocionalmente y disfruta de su progreso financiero.
Siete consejos para llevar una gestión financiera satisfactoria:
- Aprenda a diferenciar entre la ambición y la codicia. La primera le permitirá avanzar con optimismo, la segunda es ambición desmedida generando insatisfacción constante.
- Cree metas basadas en escenarios, sin aferrarse a ningún resultado. Comprenda que la realidad incluye infinitas variables que usted no siempre puede controlar.
- Ponga al dinero en su lugar. Girar en torno a las ganancias y pérdidas de dinero atenta no sólo contra su bienestar, sino con la forma como toma decisiones.
- Elija socios y negocios tomando en cuenta no sólo lo que se espera, sino con lo que pasaría si no se logran las metas. Identifique la impulsividad en usted y en los demás.
- Invierta sabiendo que arriesga para crecer, donde puede ganar menos e incluso perder. Muchos se aferran a la ganancia esperada, hasta que la pérdida aparece.
- Cuando sienta que no puede manejar su emocionalidad frente al dinero, trabaje su emocionalidad, no el dinero.
- Mantenga en mínimo su nivel de necesidades, reconozca sus logros, disfrute su comodidad, celebre sus progresos y valore aquello que el dinero no puede comprar.