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“La crisis de salud mental es una pandemia invisible y silenciosa”: Gabriela Asturias
La médico Gabriela Asturias, cocreadora de la plataforma Alma, lidera proyectos que buscan acercar los servicios de salud mental a la población, que en Guatemala en una deuda pendiente en el Sistema de Salud Pública.
La doctora Gabriela Asturias ve la necesidad de ampliar los servicios de salud mental y facilitar el acceso a la población guatemalteca. (Foto Prensa Libre: Cortesía Gabriela Asturias)
La revista Forbes publica cada año la lista 30 under 30 para reconocer a jóvenes que destacan en distintas disciplinas, y la guatemalteca Gabriela Asturias fue incluida en diciembre pasado en la categoría de Salud. Ella es cofundadora de MiResource, plataforma que apoya a jóvenes estadounidenses en el cuidado de la salud mental, pero en sus planes está replicar ese esfuerzo en Guatemala.
No es su único proyecto. Asturias es cocreadora de Alma, sistema automatizado y gratuito que ha apoyado a los guatemaltecos para hallar respuestas sobre el covid, espacio que este año dará un giro para resolver inquietudes sobre el cuidado de la salud en español y cinco idiomas mayas.
Enfocada en la salud mental, la epidemióloga ahonda en la necesidad de visibilizar el tema en el país, escasamente atendido en el sistema de salud pública.
¿Cuán necesario es que los servicios públicos atiendan los trastornos mentales?
La crisis de salud mental es una pandemia invisible y silenciosa que afectaba a las personas antes del covid-19; este solo agravó el problema. Dos de los principales trastornos son la depresión y la ansiedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la depresión es una de las causas más importantes de discapacidad. La mala salud mental se asocia a lo que vivimos diariamente: presión, salud física, problemas económicos, familiares o de pareja, violencia, inseguridad.
El problema en Latinoamérica es que la inversión se enfoca en los trastornos mentales severos a través de hospitales psiquiátricos, pero no en planes de salud con un abordaje integral y multisectorial que reduzcan los riesgos y ofrezcan apoyo y seguimiento desde el primer desarrollo de síntomas.
A nivel mundial hay escasez de proveedores de salud capacitados para tratar trastornos de salud mental. En Guatemala esta brecha se agudiza en el primero y segundo nivel de atención, donde se podría prevenir e identificar estas enfermedades. Hay pocos psicólogos y psiquiatras fuera de centros urbanos.
Es necesario un plan actualizado que incluya a todos los sectores de la sociedad en programas de desarrollo comunitario enfocados en la promoción de salud mental, apoyo para escuchar a los niños y lo que les afecta desde que inició la pandemia, y tener en las escuelas y trabajos programas de atención psicológica.
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El país carece de estadísticas oficiales que revelen la condición de la población en este aspecto.
Hay reportes limitados sobre la prevalencia de las enfermedades de salud mental. Los informes existentes no son comparables porque fueron creados por instituciones separadas con distintas fuentes de información y en diferentes años.
Los estudiantes de Medicina de la Universidad de San Carlos hicieron como tesis el primer estudio sobre epidemiología de las enfermedades mentales con una encuesta a guatemaltecos de 18 a 65 años, en el 2009. El 27.8 por ciento fue diagnosticado con una o más afecciones psiquiátricas de las categorías de la CIE-10; solo el 2.3 por ciento buscó tratamiento.
La OMS publicó los resultados del Instrumento de evaluación para sistemas de salud mental (AIMS) para Guatemala en el 2006, 2009 y 2011. A partir del último informe se indicó que el 61.8 por ciento de los casos en los servicios de salud eran de mujeres, hay 40 centros de salud mental ambulatorios y dos unidades psiquiátricas en hospitales generales, 0.06 camas están disponibles por cada 100 mil habitantes, 67 por ciento de ingresos psiquiátricos son de mujeres, la mayoría por esquizofrenia —28 por ciento— y trastornos afectivos —17 por ciento—.
En el 2015, el Ministerio de Salud analizó la información disponible sobre salud mental recopilada a través del Sigsa -Sistema de Información Gerencial de Salud- para estimar la prevalencia de enfermedades mentales. Los hallazgos incluyen una disminución del 19 por ciento de casos, comparado con el 2014, y una proporción de dos mujeres y un hombre en consultas de salud mental, en especial por ansiedad, depresión, estrés y consumo de alcohol. El grupo de mayor riesgo está entre 40 y 49 años, y las zonas en el cuartil más alto de casos reportados son el norte de Petén, Jutiapa, centro y noroeste de Guatemala, Zacapa, Escuintla y Santa Rosa.
Para empezar a cuantificar el problema hay que recopilar la incidencia de casos nuevos de forma sistemática en todos los servicios de salud. Eso se logra entrenando a los proveedores de salud de primera línea en la identificación y diagnóstico de estas enfermedades, uso correcto de los códigos CIE-10 para documentarlo e incluirlos en los reportes epidemiológicos a nivel nacional. Esta información nos podría guiar sobre los tipos de trastornos de salud mental y en qué áreas geográficas se requiere ofrecer estos servicios y esfuerzos de prevención.
¿Qué hallazgos surgen del estudio que usted lideró sobre servicios de salud mental en Guatemala?
La investigación está en proceso de publicación. Se hizo junto a Alejandra Paniagua, médica guatemalteca y estudiante del doctorado de Epidemiología en la Universidad de Columbia, y Christina Khan, psiquiatra de la Universidad de Stanford. También nos apoyaron Pedro Flores y Karla Paniagua, estudiantes de Psicología de la Universidad Francisco Marroquín.
El objetivo fue evaluar y comparar la capacidad del sistema público de salud de prestar servicios de salud mental en dos municipios con población rural: La Blanca, San Marcos, y Tecpán, Chimaltenango, con el fin de comprender la capacidad del sistema para la descentralización de los servicios, a través del fortalecimiento del nivel de atención primaria.
Algunos resultados evidencian que no hay programas públicos para la salud mental en el nivel de atención primaria. Se observa escasez de especialistas en estos municipios, deficiente recopilación de datos por subregistro y sin priorización por parte del Área de Salud para incluir estas estadísticas en sus informes, además de una asignación presupuestaria baja: menos del 1 por ciento del presupuesto nacional de Salud.
Las enfermeras profesionales, auxiliares y comadronas son las principales intermediarias culturales y la puerta de entrada a la atención médica en las comunidades rurales, pero reciben poca o ninguna capacitación en salud mental y están mal equipadas para dar esta atención a sus pacientes.
La descentralización de la asignación presupuestaria para la salud mental, el aumento de la disponibilidad de medicamentos psicotrópicos y la reubicación de la asignación de psicólogos y psiquiatras del Hospital de Salud Mental a las zonas rurales es importante para desarrollar la capacidad en el nivel de atención primaria, así como mejorar el acceso a los servicios comunitarios de salud mental.
“Los cambios se generan rodeados de personas que comparten la misma visión. Varias mentoras han hecho la diferencia en mi vida; lo que he logrado ha sido por la guía de otros con más experiencia. Busco regresar este apoyo para otras mujeres interesadas en los espacios donde tengo experiencia”.
¿Por qué subyace un estigma en los trastornos de salud mental?
Las enfermedades mentales son “invisibles”, ya que afectan la manera en que pensamos, reaccionamos ante situaciones o nos relacionamos con las personas. Históricamente han sido difíciles de entender, porque son asociadas con una debilidad de la personalidad o el carácter, en vez de una enfermedad que afecta la capacidad del cerebro de procesar pensamientos o emociones.
El estigma puede dar lugar a la discriminación, por lo que muchos se resisten a buscar ayuda o tratamiento. Creen que nunca superarán ciertos desafíos o que su situación no mejorará, ya que no se acercan a un profesional.
Es importante que culturalmente se hable más sobre salud mental, sobre las veces que una persona va al psicólogo o pide ayuda. Hay campañas en redes sociales sobre esto, pero se deben promover más charlas para tener acceso a información profesional en diferentes espacios como lugares de trabajo, escuelas o centros de salud.
¿La salud mental de menores puede ser más vulnerable?
Desde el 2019, indica Unicef, la ansiedad y la depresión representan la mitad de los trastornos mentales diagnosticados entre adolescentes de Latinoamérica. Según los últimos datos reportados, se calculaba que para el 2020 la depresión sería la segunda causa principal de discapacidad en Guatemala. Puede ser un tema sensible para niños y adolescentes, pues están en etapa de desarrollo y necesitan generar habilidades sociales. Sin embargo, todavía se realizan estudios a profundidad sobre los efectos en su salud mental a largo plazo.
¿Cómo subsanar estos efectos en la población infantil?
Lo primero es normalizar que se hable de estos temas en el entorno social. Todavía se ve como un tabú decir que un adulto sufre ansiedad, bipolaridad o de depresión, no digamos hablar de que algún niño tiene una enfermedad mental.
Los niños también necesitan atención psicológica, y tanto las familias como los centros educativos deben darles herramientas y recursos educativos para apoyarlos con su salud mental.
En el contexto guatemalteco, ¿puede la tecnología acercar la atención en salud mental a la población?
MiResource ofrece un software que permite a los sistemas de salud conectar a pacientes con la atención de salud mental.
La plataforma guía a los usuarios a través de un proceso de identificación para obtener atención especializada. La empresa ha trabajado con centros de consejería en universidades y ha apoyado a estudiantes en su cuidado emocional y mental. MiResource ha establecido contratos con 45 centros en universidades y ayudado a conectar a más de 50 mil estudiantes a una red de más de cinco mil proveedores de salud mental.
Es una plataforma que funciona en Estados Unidos, pero uno de mis mayores sueños es regresar lo aprendido a Guatemala para ampliar los servicios de salud mental y facilitar su accesibilidad.
¿Hacia ahí se dirige Alma?
Alma busca convertirse este año en un sistema informativo de salud que se acerque a la población a través de varios medios de comunicación, entre ellos un chatbot automatizado en sus redes sociales y WhatsApp, sitios web diseñados para ser amigables y familiares, y un servicio de call center gratuito en español, tz’utujil, kaqchikel, k’iche’, mam y q’eqchi’ para resolver dudas e inquietudes sobre el cuidado de la salud.
Se busca ampliar la información para incluir nuevos grupos de enfermedades: infecciones respiratorias agudas, las transmitidas por agua y alimentos y por vectores, entre otras. Además, dar seguimiento de casos en siete municipios centinela. El sistema hará una vigilancia epidemiológica sindrómica y proporcionará estos datos agregados a las autoridades sanitarias en tiempo real.
Esto, construido sobre la experiencia piloto del sistema Alma, que alcanzó más de dos millones de consultas desde abril del 2020 mediante un chatbot, call center y sitio web enfocado en covid, vacunas y centros de vacunación.
¿Qué representa para usted ser parte de 30 under 30?
Es un honor inmenso. El reconocimiento de mujeres científicas y emprendedoras es de mucho impacto para mí, además de ser una plataforma para dar voz al mensaje de invertir y mejorar el acceso a los servicios de salud mental. Cofundé MiResource junto a mi compañera de universidad Mackenzie Drazan para incrementar el acceso a los servicios de salud mental en Estados Unidos, empoderando a los sistemas de salud con la tecnología necesaria para que cualquiera pueda acceder a estos servicios.
¿Qué proyectos contempla para 2022?
Hay cuatro prioridades en el futuro cercano. Primero, terminar mis estudios en la Universidad de Stanford para completar el doctorado en Medicina. Segundo, la transición de Alma de su enfoque covid a un sistema de salud integral. El objetivo es ampliar el acceso y generar información epidemiológica valiosa para la toma de decisiones en temas de salud y desarrollo a nivel nacional, a través de la creación e implementación de herramientas tecnológicas.
Tercero, la creación de la plataforma digital abierta de todos los currículos de Enciéndete y que cualquier persona en Latinoamérica reciba estos contenidos. El cuarto, posicionar las herramientas tecnológicas de MiResource con aseguradoras en Estados Unidos para que más personas tengan acceso a herramientas de salud mental de calidad.
¿Qué tipo de programas o películas le atraen?
De todo. Romance, drama, biografías, pero disfruto más las comedias, me ayudan a relajarme. Hace poco estaba feliz de ver el 20 aniversario de Harry Potter en el especial De vuelta a Hogwarts. Me llenó de nostalgia porque leí el primer libro con mi papá cuando aprendía a leer. Disfruto Greys Anatomy y cómo los médicos intentan equilibrar su vida personal con la laboral, me identifico con eso. También me encanta Modern Family.
¿Qué lecturas le interesan?
Las histórico-descriptivas y de filosofía. Me sumergen dentro de la historia y me hacen vivir los detalles. Si una lectura aporta datos reales, tengo al lado el celular para buscarlos y comprender mejor lo que leo. Me gusta las novelas, sentirme parte de la historia o del personaje e involucrar mis emociones. Es imposible escoger un libro favorito, pero de mi adolescencia debo mencionar El mundo de Sofía, Sherlock Holmes, Orgullo y prejuicio.
¿Cuál es su recomendación para los jóvenes que quieren destacar en la ciencia y en espacios internacionales?
Saber observar y escuchar. Desde los 14 años me he rodeado con grandes científicas, profesionales de varios campos y compañeros que me superan en muchas áreas. He sabido escuchar, observar, aprender de ellos. Esto abre mis horizontes y me ayuda a entender mejor lo que espero en un equipo de trabajo, porque sin equipos no hay proyectos exitosos.
Mi consejo es que sepan que de todos pueden aprender y sumar a quienes son como profesionales y personas.
Sabemos lo difícil que es incursionar en los campos de ciencia para las mujeres, porque la competencia es alta y no hemos ocupado puestos relevantes en la mayoría de los sucesos de la historia. Entrar a espacios como Stanford y Duke, formar parte de emprendimientos como Fundegua y MiResource y redes como OWSD ha sido de gran motivación para conocer a personas que me han guiado y sentir que formo parte de algo más grande que yo.