Política
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La polarización de la democracia en año preelectoral
Estamos a las puertas de iniciar un nuevo año preelectoral, el décimo en nuestro corto, complejo y doloroso proceso democrático. ¿Puede influir lo que ocurre políticamente en América Latina en las elecciones de Guatemala?
El TSE definió un programa financiero para las elecciones generales previstas para junio del 2023. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)
Estamos a las puertas de iniciar de nuevo un año preelectoral, el décimo en nuestro corto, complejo y doloroso proceso democrático. El radar político de la gran mayoría de la población aún no identifica ideologías más allá de las viejas “izquierdas y derechas”. El surgimiento, mimetismo y desaparición de unas doscientas organizaciones políticas parece no haber contribuido a la generación de ciudadanía y pensamiento político. En estos treinta y seis años no hemos aprendido a vivir en democracia, se respiran aires propios de un conflicto latente.
La democracia que llegó a “relevar” décadas de dictaduras fue cargada con muchas responsabilidades y expectativas, a cambio, se le brindaron frágiles puntos de apoyo; se postergó enseñar y subrayar que la democracia es solo una forma de gobierno, que requiere para su consolidación, ciudadanos informados, interesados y comprometidos con el bien común; además, instituciones con credibilidad y legitimidad, que se respete la independencia y el buen funcionamiento de los tres organismos del Estado. La democracia no se consolida con declaraciones, demanda realizaciones congruentes con el discurso.
Un elemento fundamental en la consolidación de una democracia es la cultura del diálogo y la construcción de consensos para la identificación de las grandes metas comunes de país. Metas que en un régimen democrático deben estar abanderadas por los principios de libertad y justicia. Por tanto, los caminos para alcanzar las metas en una democracia deben ser racionales y fundamentarse en el contraste y debate de ideas que interpretan los contextos de país para construir las propuestas de superación. Una democracia debe ser dialógica. Y para garantizar esa lógica de diálogo e intermediación permanente entre ciudadanos e instituciones del Estado están fundamentalmente los partidos políticos.
Los partidos políticos están obligados desde la Ley Electoral y de Partidos Políticos a promover la formación ciudadana y democrática de los guatemaltecos; así también, deben ser generadores de espacios para el análisis de los problemas nacionales, claro esta, desde la específica racionalidad de los fundamentos ideológicos que dan sentido, pertinencia e identificación a sus integrantes. De allí la importancia de las ideologías en una democracia. Nos permiten interpretar desde una lógica organizada e integrada de ideas, los problemas y las legítimas formas de intervención para que sean superados. Entonces, libertad y justicia, con diálogo y contraste de ideas entre iguales (ciudadanos) es la columna vertebral del éxito de una democracia.
La tercera ola de la democracia tuvo sus primeras expresiones a mediados de los años mil novecientos setenta en Portugal, diez años después arribó a Guatemala.
Hoy día, nuestra democracia se encuentra seriamente cuestionada por el desempeño que en su interior han tenido los partidos políticos, los organismos Legislativo, Ejecutivo y Judicial; y las municipalidades (solo por citar una lista corta). La corrupción, el autoritarismo, la desigualdad, el crimen organizado, la no independencia de los organismos del Estado, el decadente desempeño de los
partidos políticos y la falta de procesos articulados de diálogo hacen que la sociedad guatemalteca no se vea representada de manera efectiva y busque “con sus iguales” enfrentar todo aquello que le represente amenaza u obstáculo para alcanzar sus particulares intereses. El motivo por el cual se conforman dos o mas grupos que “desconocen” a “los otros” puede tener varios motores: religiosos, políticos, económicos, sociales, étnicos, etc. Treinta y seis años de transición democrática no han sido suficientes para superar las desigualdades y alejar la amenaza de la polarización en Guatemala.
Para efectos del artículo describo la polarización como el desconocimiento y descalificación consiente de los “otros”, de los que no piensan igual, de los que gustan de algo diferente, de los que gozan de beneficios o ventajas que los otros no tienen. La polarización es la radicalización y antagonismo de dos o más sectores en un territorio dado. El peligro de la polarización es que desencadena enfrentamientos y profundiza las trincheras que impiden la construcción de un proyecto de Estado en el que todos sus actores se sientan escuchados, representados y atendidos.
En una sociedad polarizada, los que no piensan igual, no viven igual o no comparten los mismos intereses, pueden ser vistos como los enemigos, los disidentes. La suma de tantas pugnas abiertas o solapadas transforma el contexto político, social y económico en un ambiente fragmentado, convulso, de enfrentamientos emotivos que imposibilitan la identificación de metas comunes por alcanzar. Un país con altos niveles de pobreza y exclusión, sin instituciones que promuevan el diálogo informado y articulado, con una larga historia de inseguridad, violencia e injusticia puede ser fácilmente cubierto por la polarización.
El próximo año los guatemaltecos debemos seguir con atención el escenario preelectoral, debemos acompañar como corresponde el desarrollo de “lo público” y buscar la manera de incidir positivamente en la búsqueda del “bien común”. Los partidos políticos se encontrarán especialmente activados, estarán buscando las maneras de “cumplir” con la ley y de discutir -se (no las ideas) sino, a los financistas y a los caudillos, a las figuras públicas que puedan representarles simpatía y votos en las elecciones del año dos mil veintitrés. En medio de todo el escenario preelectoral, será posible identificar elementos de polarización, que podrían radicalizarse y debilitar aún más la democracia.
A manera de provocación e invitación a la reflexión, cito algunas “canteras” que podrían producir material para la polarización de la democracia en un año preelectoral:
- a. El Sistema de Partidos Políticos: Por sí solos los partidos políticos con sus debilidades ideológicas y estructurales los convierte en actores que contribuyen muy poco a la polarización de la democracia. Sus posiciones ideológicas son frágiles y cambiantes en muchas de sus actuaciones, no utilizan su ideología como la “fuerza” que articula la integración de los partidos y su proyección. Los partidos políticos no tienen y no llegan a tener el control de los nervios centrales del país. Obtienen cuotas de poder, pero no deciden. Electoralmente pueden constituirse en cajas de resonancia de ideas externas, pueden fácilmente vehiculizar el discurso o el planteamiento de un “grupo interesado” que se aproxime al partido con fines de legitimar o impulsar proyectos o programas y que podrían en algún caso conducir a la polarización de la democracia. Los partidos políticos contribuyen a desarrollar sentimientos de rechazo a la institucionalidad democrática cuando no asumen los compromisos ofrecidos en la campaña electoral.
- b. Cambios al orden establecido: La demandas, propuestas y movimientos organizados alrededor de exigencias para que el “sistema político cambie” sí ha sido un factor polarizante de la democracia guatemalteca. El discurso que demanda cambios en el Estado-Gobierno (organización, representación y gestión) provoca automáticamente la constitución de dos bloques claramente identificados que se enfocan en desconocer y tratar de anular el planteamiento de “los otros”. Los cambios o la defensa al orden establecido se trasladarán indudablemente con mayor fuerza al discurso partidario preelectoral y se definirá la narrativa a partir del sector poblacional al cual el partido político se enfoque o interese en representar.
- c. El radicalismo oficial: Mantener el “orden” y la “gobernabilidad” en un año preelectoral, con tantos “intereses” en movimiento y otras tantas expresiones de no aceptación y rechazo puede hacer que el mensaje y los hechos políticos de gobierno se marquen claramente con elementos y acciones de control y autoritarismo. Sería una posición de alta repercusión en la polarización de la democracia.
- d. Las desigualdades: Al iniciar el período democrático Guatemala ya arrastraba desigualdades que en estos treinta y seis años la gestión del Estado-Gobierno no ha logrado atender efectivamente. Esta realidad que tiene rostro rural (especialmente) puede ser un elemento aglutinador que convoque a un amplio electorado y provoque la aproximación de algún partido político interesado en elaborar su discurso político a partir de las demandas para el cierre de las brechas de la desigualdad. La existencia de un partido político con esta narrativa puede generar polarización debido a la poca tolerancia al discurso “diferente” y percibido como “contra sistema”.
- e. Las experiencias vecinas: A partir de los últimos resultados electorales en América Latina, en donde partidos políticos identificados con planteamientos de “izquierda” han obtenido la victoria en las urnas, existe la posibilidad de que en Guatemala algunos partidos recojan la agenda promovida por esos partidos con la expectativa de que el péndulo ideológico ahora favorece electoralmente al planteamiento construido desde la izquierda. Las victorias electorales de la izquierda también surtirán efecto contrario en los partidos ideológicamente opuestos. Estarán alertas, buscando la mejor táctica para restar impacto y receptibilidad al mensaje de los partidos de izquierda. Esta dinámica preelectoral también se puede convertir en un foco de polarización.
- f. La agenda de género y próvida: Los planteamientos a favor y en contra del aborto y de la libertad género son narrativas que enfrentan argumentos que pueden llegar a polarizar un sistema político conservador y tradicional como el guatemalteco. La agenda de género y próvida serán temas a los que se les brindará mucho espacio y atención en el próximo período preelectoral.
Es importante mencionar que la breve lista de factores que pueden contribuir a la polarización de la democracia en año preelectoral no es final ni mucho menos concluyente. La democracia se puede fortalecer de los disensos, no es deseable ni posible que en una democracia todos piensen y abracen una misma ideología.
Para finalizar, es necesario invitar a la reflexión sobre el desempeño de los partidos políticos y hasta dónde éstos con sus actuales superficialidades pueden ser las instituciones ideológicas de derecho público para atender las demandas y propuestas de la población guatemalteca. Debemos darnos tiempo y debatir su modernización para oxigenar y consolidar la democracia.
*Rubén Hidalgo Rosales es el Director General del Instituto Centroamericano de Estudios Políticos (INCEP).