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El temor a un nuevo impacto sobre la gasolina impulsa a Biden a proponer un tope al precio del petróleo ruso

El alivio del desarrollo económico ha atenuado los temores de muchos economistas de que Estados Unidos se encamina hacia una recesión, lo cual da paso a una nueva estrategia.

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Una gasolinera en Nueva York el 15 de junio de 2022. (Foto Prensa Libre: Amir Hamja/The New York Times)

Una gasolinera en Nueva York el 15 de junio de 2022. (Foto Prensa Libre: Amir Hamja/The New York Times)

Tanto la tregua en las gasolineras como las noticias de la semana pasada de que las empresas siguen contratando a un ritmo vertiginoso han apaciguado el temor de muchos economistas de que Estados Unidos se esté acercando a una desaceleración.

Pero, aunque los altos asesores del presidente Joe Biden están festejando estos progresos económicos, también están preocupados de que, más adelante en este año, la economía vaya a sufrir otro considerable impacto, el cual podría hacer que el país entrara en una gran recesión.

Los funcionarios de la Casa Blanca temen que una nueva serie de sanciones europeas destinadas a reducir la circulación del petróleo ruso para fines de año vuelva a hacer que aumenten los precios de los energéticos, cosa que puede vapulear a los consumidores, ya de por sí asediados, y hundir a EE. UU. y a otras economías en una grave recesión. Esa cadena de acontecimientos podría agravar lo que ya es una seria crisis alimentaria que está afectando a los países de todo el mundo.

Para evitar que esto suceda, las autoridades estadounidenses se han aferrado a un plan que nunca se han planteado, el de reducir los precios del petróleo a nivel mundial, mismo que complementaría las sanciones de Europa y permitiría que continuara la importante circulación del petróleo crudo ruso hacia los mercados globales, pero a un precio muy rebajado.

Europa, la cual sigue devorando más de dos millones de barriles de petróleo ruso al día, está lista para promulgar una prohibición a esas importaciones para fines del año, junto con otras medidas destinadas a dificultar la tentativa de Rusia de exportar petróleo a todo el mundo. Aunque Biden presionó a Europa para que bloqueara el petróleo de Rusia como castigo a la invasión de este país a Ucrania, algunos analistas, al igual que los altos asesores económicos del presidente, ahora temen que esas políticas tengan como consecuencia que, de pronto, enormes cantidades de petróleo ruso salgan del mercado global.

Los analistas han calculado que esa reducción del suministro podría hacer que el precio del barril de petróleo aumentara a US$200 o más, y que los estadounidenses tendrían que pagar siete dólares por un galón (o 3.7 litros) de gasolina. Es posible que el desarrollo global revierta su marcha cuando los consumidores y las empresas dejen de gastar como respuesta a los precios más elevados de los combustibles y cuando los bancos centrales, los cuales ya están aumentando sus tasas de interés en su intento de controlar la inflación, se vean obligados a elevar el costo de los préstamos.

La probabilidad de que un nuevo impacto del petróleo afecte la economía mundial, y tal vez las posibilidades de reelección de Biden, ha impulsado los intentos del gobierno de convencer a los líderes gubernamentales y empresariales del mundo entero para que aprueben un tope de precios a nivel global para el petróleo ruso.

La iniciativa de obligar a Rusia a que venda su petróleo al resto del mundo con una rebaja importante es novedosa y nunca ha sido puesta a prueba. Los funcionarios del gobierno y Biden afirman que esto tiene un doble propósito: privar de recursos financieros a la máquina de guerra rica en petróleo de Moscú y relajar la presión a los consumidores de energéticos de todo el mundo, quienes se enfrentan a precios cada vez más elevados de los combustibles.

Para llevar su petróleo al mercado, Rusia depende del financiamiento, de los buques y, sobre todo, de las aseguradoras del Reino Unido, Europa y EE. UU. Las sanciones de Europa, como están formuladas ahora, no solo aislarían a Rusia de la mayor parte del mercado de petróleo europeo, sino de las demás ayudas de Occidente para sus cargamentos. Si esas medidas se aplican de manera rigurosa, podrían dejar a Moscú sin medios para transportar su petróleo, al menos temporalmente.

La propuesta del gobierno de Biden no afectaría la prohibición europea, sino que relajaría algunas de las demás restricciones, pero solo si el petróleo ruso que se transporta no rebasa el precio establecido por EE. UU. y sus aliados. Eso permitiría que Moscú siguiera mandando su petróleo al resto del mundo. El petróleo que ahora llega a Francia o Alemania se iría a otra parte —Centroamérica, África o incluso China y la India— y Rusia tendría que venderlo a un precio menor.

Algunos economistas y especialistas en la industria del petróleo no creen que este plan vaya a tener éxito, ni como una manera de disminuir los ingresos del Kremlin, ni para reducir los precios en las gasolineras. Advierten que este plan podría, más bien, enriquecer a las refinerías de petróleo y propiciar fraudes por parte de Rusia y sus aliados. Tal vez Moscú se rehúse a vender al precio limitado.

La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, tiene pensado ejercer presión a fin de obtener un mayor respaldo para este precio limitado cuando se reúna la próxima semana en Asia con los ministros de finanzas de los principales países ricos y en desarrollo, integrantes del Grupo de los 20 (en el cual está Rusia). Un funcionario del Tesoro afirmó que la delegación de EE. UU. no tendrá contacto con los rusos.

Pero incluso algunas de las personas que desconfían de este plan señalan que el tope al precio del petróleo podría, cuando menos, hacer que siga circulando suficiente petróleo ruso para evitar un repunte en los precios que provoque una recesión.

Funcionarios del gobierno dicen en privado que hay señales en los mercados del petróleo de que, hasta en sus etapas iniciales, la propuesta del tope ya está ayudando a garantizarles a los operadores que el mundo podría evitar perder de manera repentina a fines de año millones de barriles de petróleo ruso al día.

Otros funcionarios del gobierno han defendido la propuesta del tope en videollamadas transatlánticas y en reuniones presenciales por las capitales europeas, como Londres y Bruselas. Y están señalando los riesgos de recesión en las conversaciones con otros países, con aseguradoras privadas y con una serie de otros funcionarios, además de discutir sobre cómo estructurar e instrumentar el plan del tope de precios, mismo que los dirigentes de la mayoría de los países industrializados, integrantes del Grupo de los Siete, respaldaron en principio la semana pasada en una reunión en los Alpes alemanes.

“En definitiva, somos conscientes del riesgo y del hecho de que los costos para la población son demasiado altos”, en las gasolineras, señaló Wally Adeyemo, secretario adjunto del Tesoro. “Creemos que una de las cosas más eficaces que podemos hacer para hacer frente a nuestras inquietudes es implementar el tope de precios, ya que esto disminuye el riesgo de una crisis global y también reduce el precio de una de las cosas más importantes para que la economía global siga avanzando”.

A principios de este año, el aumento del precio de la gasolina fue una consecuencia directa de la invasión de Rusia y de la respuesta de Occidente, encabezada por Biden, quien actuó rápido para impedir las importaciones del petróleo ruso hacia EE. UU. y coordinar prohibiciones parecidas entre sus aliados.

En ciertas maneras, la propuesta del tope al precio es un reconocimiento de que esas sanciones no han funcionado como se preveía; Rusia ha seguido vendiendo petróleo a precios elevados —incluso tomando en consideración los descuentos que les está otorgando a compradores como China y la India, los cuales no se sumaron a las sanciones al petróleo— al tiempo que los automovilistas de Occidente pagan un sobreprecio.

Algunos especialistas dudan que este plan vaya a tener éxito y afirman que podría propiciar fraudes y que seguirá proporcionándole a Rusia muchos ingresos derivados de los energéticos. También existe la posibilidad de que un tope bajo haga que Moscú se rehúse a enviar petróleo con rebaja y, en cambio, tape los pozos y detenga la producción.

“Esta es otra idea de medidas tibias, en vez de tomar la firme decisión de realmente dejar de comprar petróleo crudo ruso y usar sanciones secundarias”, mencionó Marshall Billingslea, quien fue subsecretario del Tesoro para el financiamiento contra el terrorismo en el gobierno de Trump.

Steve Cicala, un economista de la Universidad Tufts que estudia la reglamentación medioambiental y energética, comentó que el tope al precio podría hacer mella en los ingresos de Rusia, pero no es probable que afecte los precios globales del petróleo. Más bien, las refinerías que compran petróleo ruso a precios rebajados venderán ese petróleo a un precio mucho más elevado, fijado por el mercado mundial, con lo que tendrán ganancias inesperadas durante el proceso, aseveró.

“Existe la idea equivocada de que, si aplicamos un tope al precio, va a disminuir el precio de la gasolina que la gente pagará”, señaló Cicala. “No es ese el caso”.

Sin embargo, añadió Cicala, es posible que el tope funcione para mantener al petróleo ruso circulando, y así evitar el tipo de repunte de precios que tanto les preocupa a las autoridades del gobierno.

“En última instancia, esto hace que el petróleo siga emanando de la tierra”, comentó, “lo cual evita una recesión a nivel global”.