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Ser músico en Guatemala: Los desafíos, la inversión, el talento y los estudios que se necesitan para alcanzar el sueño
Formalizar estudios en composición musical en el país es posible, pero este deseo se condiciona a limitaciones económicas en la adquisición y mantenimiento de instrumentos.
Una aprendiz de violín en la Escuela Municipal de Música, ubicada en la zona 1 capitalina. En Guatemala, un violín podría llegar a costar cerca de 1 mil 800 quetzales. (Foto Prensa Libre: Esbin García)
Nombres como los de Rafael Álvarez Ovalle, Germán Alcántara, Domingo Bethancourt, Joaquín Orellana o Dieter Lehnhoff, han ampliado durante más de un siglo aquella categoría que engloba a los compositores más importantes en la historia de Guatemala.
Cada uno de ellos, desde su contexto y época particular, le regaló a los capítulos de este país una extensa suma de creatividad registrada en partituras, que hoy siguen escuchándose en los pasillos de escuelas, salones, conservatorios y universidades. Las composiciones de estos hombres —hoy entendidos como “maestros”— sirven como puntos de referencia para una generación de infantes y jóvenes músicos que a lo largo del país buscan trazar de forma comprometida una ruta en el camino hacia la música.
El involucramiento de los aspirantes a una formación musical en Guatemala puede estar condicionada por razones que van desde la afinidad que tienen algunos con ciertos artistas, así como al deseo de continuar con legados familiares, y en muchos casos, a la aguerrida decisión de estimular un pulso creativo que no muchos se animan a explorar y mostrar al mundo.
Pablo Andrés Galeano, es estudiante de piano, tiene 17 años, y hace cuatro empezó a sumergir sus manos en la desconocida e infinita materia musical que hoy adiestra con piezas como la Sonata para piano N.º 14 de Beethoven.
Escucharlo es viajar con él hasta los escenarios de un tiempo que hoy puede revisitar a cualquier hora con tan solo un play. Mientras Galeano hunde sus dedos a lo largo de un piano japonés de 150 centímetros de largo, su expresión se mantiene hermética. Su cabello se mueve en ocasiones, pero apenas logran verse los lentes que afilan la mirada de un joven que sin duda, sabe lo que desea y lo demuestra con las melodías que provoca y que hacen vibrar la madera negra que da forma a uno de los tantos pianos del Conservatorio Nacional de Música, “Germán Alcántara”.
Luego de seis minutos de enternecedores y potentes sonidos que emergen de las teclas, Pablo sube la mirada para acomodarse los lentes y respirar. Ahora, luego de estirar finalmente sus manos, está listo para su segunda lección de la semana.
Pablo Andrés Galeano es vecino de la zona 6 capitalina y comenzó a practicar piano en 2018. Este deseo nunca tomó por sorpresa a la familia, ya que, en el hogar, de los cinco hijos, tres se encuentran estudiando música. Los primeros acercamientos a la música se dieron a través de un grupo en la iglesia. La fe, para los hermanos Galeano resultó ser el primer detonante que los lanzó a involucrarse de forma consistente en la interpretación musical.
Aunque en un principio se inclinó por la batería, fue el piano el que terminó por cooptar el interés y sensibilidad de Pablo. Hoy, cuatro años después de haber iniciado sus estudios formales en el Conservatorio, espera cumplir la mayoría de edad para tramitar una beca que le lleva a estudiar piano fuera de Guatemala.
“El primer objetivo es llevarle gloria a Dios con la música. No necesariamente quisiera ser un músico famoso, pero sí convertirme en un maestro que pueda inspirar. Tal vez en algún momento llegue a abrir una academia”, comparte el joven. Llegar a este punto ha significad para él reconocer las complejidades que resultan por estudiar piano en Guatemala, específicamente frente a la práctica diaria con un instrumento que sea de calidad superior, y que sea propio.
Acceso a instrumentos
Desde la cuarentena impuesta en 2020 por covid-19, las lecciones del Conservatorio imparten a distancia, por lo que es necesario que los estudiantes tengan su instrumento en casa, comenta la actual directora de la institución, Zoila Luz García. Pero esto no siempre es fácil puesto que no todas las familias pueden costear los instrumentos o bien, aquellos que tengan una calidad significativa para el nivel de especialización que van sumando al menos los estudiantes que han decidido una carrera en la música.
“Es necesario reconocer si las personas solo quieren aprender a tocar algunas piezas, o si desean trabajar con este arte. Para esto último se necesita profundizar con instrumentos de buena calidad. Por ejemplo, a la hora de interpretar una obra de Chopin con un teclado, no siempre se controlará la composición que originalmente necesitará sonidos pastosos que solo pueden sacarse en un piano de cola”, explica la directora del Conservatorio.
En casa, Pablo Galeano usa un teclado musical que su padre le compró en 2021 para continuar sus estudios, sin embargo, el joven reconoce que el piano como un ideal para la práctica. Sin embargo, comprar uno resulta casi una imposible al menos por ahora. Zoila Luz García indica que un piano de buena calidad “barato” podría empezar rondando los 40 mil quetzales.
Pablo Galeano comenta que esto suele complicarse ya que en Guatemala no hay tiendas que vendan este instrumento con un grado profesional más allá de algo amateur. La opción, indica, sería mandar a comprar uno al extranjero. Según sus investigaciones a través de Internet, mandar a comprar un piano del extranjero podría rondar los 75 mil quetzales, sin contar el envío y la tramitación en aduana.
“Genera frustración no poder comprar un instrumento con este nivel porque quisiera dedicarme a la música. Un teclado de buena calidad ayuda, pero no es lo mismo que tener un piano”, comparte Galeano quien, a propósito de no contar con un piano propio suele llegar al Conservatorio donde practica y hace refuerzo de composición los miércoles y jueves por casi ocho horas al día.
¿Calidad óptima?
Elí Say, quien es profesional en música y docente de la Escuela normal para maestros de educación musical “Jesús María Alvarado” desde hace 19 años, opina que en un país como Guatemala puede resultar complicado costear un instrumento nuevo de forma inmediata. Desde su experiencia en la escuela “Jesús María Alvarado”, el profesor indica que ha podido ver cómo muchos estudiantes suelen pedir prestados instrumentos o comprar algunos más asequibles para estudiar en casa. No obstante, aunque esto resuelve las necesidades de aprendizaje, lo cierto es que se puede poner en riesgo la calidad de la formación.
“Necesariamente un instrumento de mejor calidad será más caro porque garantiza otro sonido que se acerca al original”, apunta Say. El profesor también señala que el paradigma de no contar con un instrumento o tener uno de poca calidad, provocaría cierta frustración en el estudiantado.
“Mientras más vayan aprendiendo, los músicos reconocen cuál es la mejor calidad y no estarán satisfechos si deben practicar con uno de no muy bueno. Podrán usarlo hasta que el instrumento les dé”, comenta el maestro. Por otro lado, Say añade que este escenario podría generar un debilitamiento en cuanto a la sensibilidad y reconocimiento de un buen sonido.
La directora del Conservatorio Nacional coincide en cuanto a los riesgos de no poder utilizar un instrumento óptimo: “Si el sueño de un estudiante es ser concertista, se deben poseer características como una responsabilidad y una práctica constante. Es importante porque se requiere una práctica diaria que vela no solo por el aprendizaje cognitivo, sino físico respecto al instrumento en la racionalización de los movimientos que estamos trabajando”, apunta Zoila Luz García.
Aunque en el país existen varias tiendas de música que ofrecen diversas formas de pago, lo cierto es que no siempre las personas podrán comprar un instrumento. Para hacerse una idea del contexto socioeconómico bastaría con poner en perspectiva que el salario mínimo no agrícola, al menos en la capital es de Q.3mil 416.38, mientras que la Canasta Básica Alimentaria —a enero del 2023— alcanzaba un costo de Q.3mil 638.16. No sería arriesgado decir que para muchas familias con este escenario económico la adquisición de un instrumento está lejos de ser una prioridad.
Alternativas en instituciones
Aunque las circunstancias en la formación académica suelen estar moldeadas por la capacidad adquisitiva, instituciones con reconocimiento popular en la capital como el Conservatorio Nacional o la Escuela Municipal de Música ofrecen instrumentos para uso dentro de las instalaciones. Además de las instalaciones en el antiguo edificio de Correos en la zona 1, la Escuela Municipal de Música, mantiene su formación en sedes distritales a lo largo de las zonas 3,5,7,12,18 y 21 de la capital.
Blanca López, directora de la institución comenta que las personas que deseen estudiar pueden elegir entre más de 17 instrumentos; entre los cuales destacan violín, cello, marimba, saxofón, trompeta, y destaca la guitarra, que suele ser el instrumento más buscado. En la actualidad la escuela mantiene cerca de 139 instrumentos en inventario que son puestos a disposición para los estudiantes inscritos en las siete distintas modalidades de estudio.
Según explica López, en cada inicio de ciclo, los aprendices tienen la opción de reservar un instrumento, el cual podrán utilizar en las instalaciones de la escuela durante todo el ciclo lectivo que se comprende entre febrero y noviembre. “Aunque hay préstamos, los recursos son limitados. Cuando las personas se inscriben pueden decir si necesitarán el instrumento, deben llenar un formulario y se va generando una base de datos y así se asignan. El proceso también dependerá de las características físicas del estudiante y el tamaño del instrumento”, amplía la directora de la Escuela.
Aunque la institución establece que los instrumentos deben mantenerse en la escuela, durante los últimos años han existido posibilidades para que alumnos de alto rendimiento quienes llevan años en los programas de formación académica, pueden utilizar los instrumentos en sus hogares para continuar con sus estudios si el tiempo en las instalaciones no fue suficiente.
A unas cuadras de la Escuela Municipal de Música, el Conservatorio Nacional se mantiene silencioso durante los últimos meses. Mientras que la gran mayoría de los más de 340 estudiantes suelen practicar a distancia, hay quienes tienen la opción de utilizar las instalaciones y los instrumentos de la institución, como Pablo Andrés Galeano quien ha logrado llegar a un acuerdo con la dirección de la escuela para utilizar un piano, a manera de reforzar sus clases.
Zoila Luz García explica que los más de 100 instrumentos de la institución no pueden sacarse por su costo, ya que de ser autorizado llevarlos del inmueble, puede que se corran peligros en cuanto a sufran algunos daños, que se rompan o en el peor de los escenarios, que sean robados. “Son muchos estudiantes y tampoco podemos darle seguimiento, puede que incluso no volvamos a verlos. Se trata de instrumentos que si bien no están en un 100% ahora, son caros”, argumenta García. Por otro lado, cabe mencionar que los instrumento de la institución también implican un mantenimiento para que puedan tener un desempeño óptimo.
La directora de la institución explica que en el caso de los pianos, estos necesitan ser afinados dos veces al año, y cada uno de estos servicios implica un costo de Q4 mil. “En el Conservatorio tenemos 25 pianos. Además tenemos los otros instrumentos y no siempre alcanza para esto”, comparte García.
Instancias como la Escuela normal para maestros de educación musical “Jesús María Alvarado” que surgió en 1958 también presenta desafíos en cuanto al mantenimiento. Aunque en el lugar también suelen prestarse los instrumentos, lo cierto es que muchos requieren de mantenimiento.
El maestro Elí Say apunta que el constante uso de los instrumentos provoca que haya un desgaste, y no siempre se puede pedir a los padres que costeen las mejoras o reparaciones, ya que la población atendida en la escuela pública tiene recursos económicos limitados. “A veces hemos visto que se hace complicado incluso pedir un juego de cuerdas para guitarra, que no son tan caras. Tienen un precio de entre 75 y 125 quetzales”, comparte el profesor Say.
El docente comenta que la institución se ha mantenido como una trinchera para el aprendizaje gracias a donaciones de instrumentos que han recibido de personas o grupos. En este sentido pueden mencionarse donaciones como un juego de trompetas.
También destaca una donación que realizó el gobierno de Japón al dar una serie de teclados, pianos digitales y clásicos. “Estas ideas han surgido desde el contacto con personas que se han interesado con nuestro proyecto. Es un labor que hemos ido trabajando con otros maestros”, comparte Say.
En medio de este panorama, los formadores de la escuela también han encontrado oportunidades para expandir el aprendizaje y la creatividad musical. Durante los últimos años suele enseñarse a los estudiantes de la institución cómo pueden llegar a fabricar su propia marimba.