Aunque son menos los crímenes perpetrados por mujeres, estas situaciones, por supuesto, también suceden. Hay casos de asesinatos y robos, así como de violencia contra infantes e, incluso, contra sus parejas sentimentales.
Para la comprensión de la delincuencia femenina se han efectuado varios estudios. Uno de los más sobresalientes es la controversial obra La mujer delincuente, de Cesare Lombroso y Guglielmo Ferrero.
En este, los autores refieren que las mujeres con este perfil son crueles y vengativas, y que planifican con gran meticulosidad.
Asimismo, indica que habrían problemas fisiológicos, tales como el período menstrual o la menopausia, etapas que inciden en las conductas afectivas de la mujer, que en teoría las hacen más propensas a delinquir.
En tanto, Stephan Hurwitz en su libro Criminología, considera que las características femeninas que las inducen al delito son su vida emocional intensa y su propensión hacia los estados histéricos.
Diversas investigaciones coinciden en señalar que el número de crímenes en los que son las protagonistas ha aumentado debido a los núcleos familiares conflictivos. Por supuesto, también hay muchísimos casos que derivan de problemas psicológicos infringidos por la sociedad al marginarlas y desvalorizarlas.
“La conducta delictiva de ellas es la expresión de una psicopatología individual de su alteración psicológica y social. La delincuente no solo está enferma enferma sino también su núcleo familiar, lo que se traduce en agresión, ansiedad y conflictos en su entorno”, refiere Hilda Marchiori, doctora en psicología criminalística.
Evelyn Rodríguez Samayoa, licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de San Carlos, en su tesis Estudio jurídico y social del crecimiento de la participación femenina en hechos delictivos en los últimos años en la Ciudad de Guatemala, establece que hay diversos factores determinantes para que algunas cometan delitos. Entre los más recurrentes están la pobreza, la falta de cultura, el bajo nivel de escolaridad y la violencia social.
En cuanto a las conductas delictivas y antisociales más frecuentes están, según Marchiori, la prostitución, el homicidio —en especial el pasional—, robo, tráfico de drogas, secuestro, estafa, denuncias falsas, aborto, incesto y conducta de abandono.
Homicidas
De acuerdo con Marchiori, es raro encontrar casos de homicidios cometidos por mujeres debido a problemas con el alcohol, como es frecuente entre los hombres. En cambio, indica que muchas veces predomina el elemento afectivo y que, además, no es manejada como el varón, impulsivamente, sino que la agresión es preparada minuciosa y sádicamente. “Estos casos suceden para solucionar un conflicto interpersonal; es cuando la mujer se siente despreciada, marginada y humillada”, señala el psiquiatra forense David Abrahamsen en su estudio Delito y psique.
“La mujer no mata por cualquier cosa y rara vez se arrepiente. Ya sea por exceso de celos o por intolerables maltratos a los que es sometida”, escribe Rodríguez Samayoa. “Si una de ellas es constantemente golpeada por su pareja se produce una acumulación de rabia y miedo que de pronto colma su paciencia”, prosigue.
Para reaccionar de esa forma podría haber distintos motivos, como poco control de impulsos, socialización precaria y escaso acceso a información que le permita idear otra forma de solucionar su problema.
“Con el homicidio creen que resuelve el conflicto y se termina la angustia. Esto puede explicar la falta de arrepentimiento, pues las mujeres se perciben a sí mismas, en un primer instante, como víctimas y no como victimarias”.
Secuestros
Actualmente, refiere Rodríguez Samayoa, las mujeres participan cada vez más en secuestros, sobre todo cuando integran bandas organizadas, o prestando su colaboración después de cometido el delito, con el objeto de alimentar a la persona privada de su libertad o vigilando que no escape.
“Han incursionado significativamente en narcotráfico, lavado de dinero, delitos migratorios, terrorismo, peculado, malversación, evasión, asesinato, plagio o secuestro, hurtos, estafas o trata de personas.
Por eso, ya no es extraño ver que en los medios de comunicación aparezcan varias vinculadas a casos delictivos. Otra forma de participación de la mujer en el crimen organizado tiene relación con la política, y las causas siempre están íntimamente relacionadas con el poder”, concluye.
Algunos casos famosos
Las Poquianchis
Delfina y María de Jesús González operaban un prostíbulo en Guanajuato, México, donde mataban a sus empleadas e hijos, e incluso a sus clientes. Terminaron con 99 vidas. Descubiertas en 1964.
Elizabeth Báthory
La aristócrata húngara fue arrestada en 1610 bajo los cargos de torturar y matar a unas 600 mujeres.
Venganza
Entre 1989 y 1990, Aileen C. Wuornos mató a seis hombres con un arma de fuego, en Florida, EE. UU. Dijo haber sido abusada de manera sexual por ellos, cuando se prostituía. Fue ejecutada en el 2002.